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Galíndez: Noche de gloria y drama

Galíndez no lo dejó respirar a Hutchins AP

BUENOS AIRES -- Hace cuarenta años, algunos de los campeones mundiales vigentes se llamaban Muhammad Ali, Carlos Monzón, o Mantequilla Nápoles. En la categoría medio pesado, un monstruo como Bob Foster dejó el boxeo luego de un empate muy discutible con el argentino Jorge Ahumada en Albuquerque.

El título de la AMB quedó vacante y Juan Carlos "Tito" Lectoure movió todas sus influencias y su capital para concertar la pelea por el título en el Luna Park, para quien fue uno de sus boxeadores dilectos: Víctor Emilio Galíndez. El argentino no solamente era campeón nacional y sudamericano, sino que estaba primero en el ránking.

Finalmente, Lectoure logró la pelea frente a Len "The Stinger" Hutchins, de Detroit, Michigan, quien estaba tercero en el ranking. Esa noche fue de fiesta, ya que nunca un argentino había logrado una corona mundial en el Luna Park, pero también fue de drama. Ante más de diez mil espectadores, Galíndez le dio una tremenda paliza a Hutchins, mientras el público del ring side rogaba que se detuviera.

Sin embargo, en las semanas anteriores, la pelea estuvo a punto de ser postergada, porque Galíndez, un enamorado de los autos y de la velocidad, había sufrido un tremendo choque a bordo de su Torino. Como resultado le quedó un corte en el cuero cabelludo y una lesión en un tobillo. "Para curarlo, le ponía una pomada que se utiliza para los caballos", decía su técnico, Juan Carlos Pradeiro. Y no era broma.

Ante la situación, Lectoure fue a ver al boxeador. "No creo que sea conveniente pelear, Víctor. Te exponés a una derrota. Habría que postergarla…" La respuesta fue digna de Galíndez, hombre de pocas palabras. "Ni loco, Tito, a ver si pierdo esta chance y no me la dan más".

Galíndez, desesperado, no se sabe si por temor oculto a sus lesiones o por la ansiedad de ser campeón, salió tirando golpes desde todos los ángulos y Hutchins no pudo pararlo nunca. De hecho, fue conmovido al final del primer asalto, cuando sufrió su primera caída. Podría afirmarse que no logró reponerse.

En el cuarto sufrió otro conteo y lo salvó la campana. En el octavo, más por empujón que por golpe, Hutchins volvió a caer. Para entonces, se produjo el pedido histérico de muchos espectadores. "Pare esa pelea, por Dios", le gritaban al referí venezolano Jesús Celis. Es que a esa altura era ya inútil: Hutchins era un blanco fijo y sus piernas casi no podían sostenerlo...

Finalmente –y tras una caída en el 12mo asalto-, el rincón se apiadó del boxeador y decidió anunciar el abandono al comienzo del round número 13. Hutchins terminó en el hospital Costa Boero. Le inyectaron Manitol, Decadrón y suero glucosado.

Cuando ya había pasado todo, Lectoure se acercó al manager de Hutchins, Henry Grooms, para preguntarle si necesitaba algo. "Si le parece bien, arreglemos la bolsa", fue la respuesta.

Hutchins siguió peleando y se retiró en 1982. Nunca más volvió a ser lo que había sido: un boxeador fino, de largos brazos y buena estampa.

Galíndez comenzó en esa jornada una campaña que iba a incluir dos reinados –fue el primer medio pesado en perder y recuperar la corona del mundo- y una victoria, ya legendaria, ante Richie Kates.

Esa noche fue su consagración como el quinto campeón de la historia del boxeo argentino, en un Luna Park radiante. A los 26 años recién cumplidos, tenía toda la vida por delante...