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El año del renacimiento

BUENOS AIRES -- Unos hinchas 50.000 colombianos colmaron el estadio Mineirao en el partido ante Grecia. Después de 16 años de frustraciones, la Tricolor regresaba a una Copa del Mundo y había que recibirla a lo grande. El marco era imponente: tribunas amarillas en su totalidad y una expectativa que se podía sentir en el aire. Colombia cumplió y ganó 3-0. El resultado fue contundente, pocos tuvieron la lucidez para comprender que ese triunfo marcaría el comienzo de una nueva del fútbol colombiano. Porque nada será igual después de la histórica actuación en Brasil 2014.

Este fue el mejor año de todos los tiempos para el fútbol colombiano. La sentencia es indiscutible. El quinto puesto en el Mundial es demasiado trascendente como para que haya dudas. Es cierto que cuatro victorias y sólo una derrota, con once goles a favor y cuatro en contra, son demasiado elocuentes y no necesitan mucho más análisis, pero lo que hizo de este torneo una bisagra para el Seleccionado cafetero fue el rendimiento.

El triunfo sobre Uruguay en el Maracaná por los octavos de final es un resultado que cambia paradigmas. La Celeste regresaba al escenario de su hazaña más grande y se encontró con un rival que la borró de la cancha, que la supéró de principio a fin y que demostró estar a la altura de cualquier potencia. El último 28 de junio en Río de Janeiro se terminó la etapa en la que Colombia era una Selección atractiva pero inofensiva, de buen juego pero de poco carácter. Ese día la Tricolor se convirtió en un equipo grande.

Por eso este año es tan relevante para el fútbol colombiano. Puede sonar temerario, pero en el estadio Mario Filho se sintió en el aire ese cambio de época. La llegada de José Pekerman fue clave para eso y el buen juego mostrado en Brasil terminó de confirmarlo. De la mano del entrenador argentino, se encontró una identidad que no fue en contra de la tradición pero al mismo tiempo sirvió para conseguir resultados. Colombia jugó lindo, bien y ganó.

Alguno podrá decir que la derrota en cuartos de final frente al anfitrión duele a pesar de todo esto. Y es cierto. Pero antes de correr hay que saber caminar. Y en 2014 el Seleccionado colombiano aprendió a caminar, volvió a verse en la fiesta más importante y no se asustó. Todo lo contrario. Porque el nivel mostrado contra Uruguay fue muy superior a lo que había hecho en toda la etapa previa. Eso es algo que hacen los grandes: crecen en las situaciones límite.

La caída ante Brasil se entiende de dos maneras. Y ambas sirven de cara al futuro. En el primer tiempo, el Scratch salió con todo a llevarse puesto a su rival y Colombia se mostró intimidado. No supo cómo contener la furia de la Canarinha y fue superada por la situación. Luego, le faltó un poco de audacia para ir a buscar el empate cuando tuvo la oportunidad. Queda la sensación de que si se hubiese acordado antes de atacar, podría haberlo dado vuelta. De todos modos, eso no borra para nada todo lo bueno que se hizo en el certamen. Sólo es algo de lo que se debe aprender.

La gran virtud del Seleccionado cafetero durante este campeonato fue la solidaridad. Sí, hasta hoy es el conjunto más goleador del torneo y uno de los que menos goles recibió, pero lo mejor ha sido el concepto colectivo que manejó la Tricolor. En otros tiempos los egos atentaron contra las posibilidades colombianas, por eso haber logrado que todos los integrantes del plantel piensen como una sóla cabeza fue el gran mérito del cuerpo técnico. Nadie se esforzó sólo, cada jugador lo hizo como parte de un todo. Había que correr para que el compañero no quedara en soledad, había que retroceder para formar un bloque compacto. Así se manejó Colombia. Y gracias a eso consiguió resultados.

Ese legado es lo más relevante que le dejó Brasil 2014 al fútbol colombiano: la conciencia grupal. Esta noción colectiva del juego le permitió a la Tricolor tener una versatilidad táctica que hoy marca la diferencia entre una buena Selección y una normal. Durante los cinco partidos cambió de sistemas tácticos y estratégicos con suficiencia y rapidez. Esas modificaciones pusieron en evidencia la inteligencia del equipo y potenciaron las individuales.

Sin embargo, estas virtudes no fueron las únicas de Colombia en el año. Cada uno de los futbolistas convocados han experimentado una evolución notable. Todos mostraron nivel para destacarse en el torneo más importante del planeta y el panorama de cara al futuro es muy promisorio. Porque aquellos nombres propios que ya eran de jerarquía fueron probados en el contexto más exigente.

A los 25 años, David Ospina fue el primer pilar de Colombia en la Copa y exhibió una seguridad impresionante. Fue el futbolista más regular del equipo, el que siempre rindió siete puntos y, como James se encargó de marcar los goles en el arco rival, David pudo evitarles en la portería propia. A pesar de que no pudo jugar demasiado en Arsenal, será uno de los referentes en el futuro, sin duda alguna.

En defensa, el legado de Mario Yepes será invalorable en el futuro. El capitán fue el primero en sacrificarse en beneficio del conjunto. Corrió como el que más, fue inteligente y lideró una defensa sólida y firme. Los más jóvenes tuvieron la oportunidad de vivir una Copa del Mundo junto a él y eso les servirá mucho para lo que viene. Jugadores como Eder Álvarez Balanta y Santiago Arias, que serán los defensores de los próximos años, aprendieron mucho al lado de Mario. Además, Christian Zapata demostró jerarquía y los laterales volvieron a ser clave.

En el Mundial, a Colombia le apareció el líder futbolístico de la próxima década, el hombre capaz de todo, el mediocampista con capacidad para transformarse en lo que él quiera. James Rodríguez ya es, a los 22 años de edad, uno de los futbolistas más grandes de la historia en este país. Lo que hizo en Brasil 2014 jamás será olvidado: marcó seis goles, puede convertirse en el máximo artillero del torneo, y fue el alma del equipo, el que pidió cada pelota, el que guió cada ataque. No importa si será más grande que Carlos Valderrama, o si podrá ganar el Balón de Oro algún día. Lo único que importa es que ya es una estrella.

James tuvo en Juan Guillermo Cuadrado a su socio ideal: rápido, guapo, habilidoso y encarador. Con 26 años, será otro de los pilares de la Tricolor en el próximo ciclo mundialista. Al igual que Juan Quintero, quien también demostró tener capacidad futbolística y anímica para aportarle al equipo nacional. Alex Mejía y Carlos Sánchez serán otros nombres trascendentales.

En ataque, los cinco convocados tienen edad y juego como para seguir aportando. Víctor Ibarbo es el más joven y, aunque muchas veces su función fue más de contención que ofensiva, demostró jerarquía como para manterse entre los titulares. Al igual que Jackson Martínez, quien marcó sus primeros goles mundialistas y estuvo a la altura de las circunstancias. Teo y Ramos alternaron buenas y malas y Carlos Bacca sólo jugó unos minutos, pero lo hizo bien.

Tras el Mundial, se sumaron a las convocatorias nombres como Jeison Murillo, Carlos Bocanegra, Yimmi Chará y Edwin Cardona. Todos tienen mucho para aportarle al equipo en los próximos años. Después de Brasil 2014, el piso quedó muy alto y Colombia llegará a la Copa América 2015 con la obligación de mantener el nivel y, sobre todo, de conservar el prestigio ganado. El campeonato en Chile será muy importante, pero el gran objetivo es Rusia 2018.