Alejandro Caravario 9y

Hay vida fuera de Barcelona

BUENOS AIRES -- El clima no es el mejor en el siempre glamoroso Barcelona. La derrota ante Real Sociedad, dolorosa de por sí, tuvo el agravante de que Messi y Neymar no estuvieron entre los titulares.

Una decisión soberana del entrenador, es cierto, pero cuando se disputa la punta del torneo con el archienemigo suena a despilfarro imperdonable. Luis Enrique sabrá lo que hace. O no.

Desde luego, cuando el río suena, la prensa se regodea y pone en archa su maquinaria en la cual el chisme, el deseo y la noticia tienen casi el mismo estatuto.

El faltazo de Messi al entrenamiento abierto en la víspera del Día de Reyes fue tomado por los medios como un desquite por parte del mejor jugador del mundo.

El rosarino explicó que sufrió una indisposición pasajera y que es un hombre de asistencia perfecta a la fajina. Pero seguramente hará falta algún que otro hat-trick para que el episodio quede en segundo plano.

Más acá de las exageraciones, es probable que este cortocircuito sea una señal de que algo empieza a agotarse para Messi en Cataluña.

La actual formación parece por momentos una réplica desabrida de aquel Barcelona glorioso apadrinado por Pep Guardiola. Ninguno de los históricos juega tan bien -ni Messi, ni Iniesta, ni Piqué...-, aunque les alcanza para darle sustento a uno de los grandes equipos de Europa, dispuesto una vez más a pelear por la Champions y la liga, con chances ciertas de ganar.

La oferta suena tentadora, pero para quienes han tocado el cielo es un premio consuelo. Aquel fue el mejor equipo de la historia, este es un candidato más a obtener un título importante.

Ante ese panorama -y con una década de rodaje en el fútbol de elite- es difícil encontrar estímulos. Y a Messi se le nota.

Aplicando su profesionalismo inquebrantable -no más que eso-, podría perpetuarse como goleador y crack del campeonato de España.

Entre el equipo catalán y los demás (con la excepción del Madrid) hay una enorme diferencia que Messi podría usufructuar de manera indefinida.

Sin embargo, no haría más que decrecer, perder brillo, nervio competitivo. Se quedaría sin alma. Los futbolistas de su dimensión necesitan renovar los desafíos para dar prueba de su grandeza. A los 27 años, habiendo ganado todo, habiendo quebrado puntualmente cada récord vigente, habiendo consolidado una fortuna de magnate y asegurado su lugar en la historia, es hora de que Messi piense en un cambio, en renovar su carrera antes de que las repeticiones (incluso las repeticiones gloriosas) la marchiten.

Quizá Lionel debería reflexionar sobre la importancia que tiene el fútbol en su vida. Quiero decir: en su vida voluntariamente monotemática el fútbol es todo. Qué pasaría si pierde la gracia.

En los mentideros españoles se dice que Messi macera la idea de emigrar, en buena medida por el acoso al que lo ha sometido el fisco. Quién sabe.

Por lo pronto, PSG y Chelsea suenan como destinos hipotéticos. Quizá, para recuperar adrenalina y validar su talla de héroe, debería pensar en comarcas más modestas. En hacer grande a un equipo mediano. En alguna gesta donde la aventura reemplace al letargo ineludible de la opulencia.

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