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Mercadito de verano

BUENOS AIRES -- En otros tiempos, ni mejores ni peores, la abstinencia de fútbol de cada verano se combatía con el runrún del mercado de pases.

Con mayor o menor imaginación, los medios anunciaban posibles transferencias. Muchas de ellas se concretaban (los nuevos hacían el esperado debut en los torneos estivales) y otras morían en las ambiciosas portadas. Por ejemplo, el hipotético y delirante pase de Bochini a Boca.

En el presente, no queda otra que desviar la atención a las canchas europeas, en plena actividad. Los clubes locales sólo manifiestan su deseo de reforzarse (modestamente), pero la pretemporada no es más que una rutina profesional sin sorpresas, sin noticias.

Al parecer, la gracia del próximo torneo será la diversidad y la cantidad. Pues la jerarquía de los planteles tiende a mantenerse en la conocida medianía, dicho esto con todo respeto.

La estrella más codiciada era Albertengo, goleador de Rafaela, que finalmente se sumará a las filas de Independiente.

Pero Independiente, donde el entrenador Almirón se ha revelado como un duro digno del western, ha perdido a Montenegro, según los corrillos, debido al malhumor recurrente del futbolista. Veremos cuánto gana o pierde con el cambio.

Boca clama por Lodeiro y Casco, pero ninguno pondrá la firma. El consuelo es la multitud de juveniles que Arruabarrena convocó para mezclarse con los adultos.

Y River hizo un gesto simbólico repatriando a Aimar, gloria indiscutida, aunque más unida al pasado que a la planificación del porvenir.

Quizá Gallardo, con su ojo fino de anticuario, haya decidido que, en virtud de la gran campaña cumplida en la temporada anterior, el plantel no necesita demasiado. Sólo descanso y premios pingües.

San Lorenzo, de la mano de Tinelli, finge que conchabará a Sebastián Blanco, promesa de Lanús que vegeta en el fútbol inglés, pero ni los propios hinchas lo creen. Mientras, Bauza sigue lamentándose con delay por las pérdidas irreparables de Correa y Piatti, hasta acá sin reemplazo. No parece la realidad de un equipo que viene de disputar la final del Mundial de Clubes.

Racing, que ya acopió jugadores de sobra cuando llegó Cocca, se quedó nada más que con Brian Fernández, muy interesante delantero fogueado en Defensa y Justicia. Igual, el equipo tiene crédito por su reciente consagración. Sorpresa que le permitirá hacer la plancha sin riesgo. Así que en tiempos en que el fútbol se codea con el show, los clubes demuestran una austeridad franciscana.

Quizá para estar a tono con los equipos chicos e inexpertos que han logrado el ascenso. En rigor, nada nuevo bajo el sol. El producto fútbol, generosamente financiado por el Estado, además de los sponsor privados de toda laya, sigue teniendo en los clubes su eslabón más débil.

Consuetudinariamente mal administrados, acusan sin remedio números en rojo. De modo que no habrá contrataciones rutilantes ni de las otras. La única fórmula para mantener las onerosas estructuras de atletas ricos que los dirigentes apadrinan como si fueran jeques es vender y no comprar.

Quizá Temperley o Crucero del Norte no se sientan tan ajenos en un medio donde el mayor presupuesto de los clubes grandes no alcanza para asegurar ventajas deportivas.