Pablo Montero 9y

RWC 2007: el segundo grito fuerte de Sudáfrica

BUENOS AIRES -- Luego de oficiar de subsede en los Mundiales de 1991 y 1999, Francia se dio el gusto de organizar la Copa del Mundo y, durante 44 días, concentró la atención del planeta rugby.

El equipo anfitrión venía de consagrarse en el Seis Naciones por segundo año consecutivo y afrontaba el torneo con una expectativa inmensa. En su zona, "la de la muerte", confluían además Los Pumas e Irlanda.

El 7 de septiembre, día resaltado en el calendario de toda Francia, el sexto Mundial se puso en marcha y ofreció la primera gran sorpresa del torneo: el equipo argentino, conducido por Marcelo Loffreda, se rebeló ante los casi 80 mil espectadores del imponente Stade de France y, con aquella inolvidable corrida de Ignacio Corleto, se impuso por 17-12, obligando al dueño de casa a correr de atrás en el resto de la etapa clasificatoria.

En aquella primera ronda, Los Pumas gustaron, ganaron y golearon, con el plus del triunfo en la última fecha frente a Irlanda (30-15, con tres drops de un "maradoniano" Juan Martín Hernández), que dejó al Trébol fuera de la competencia y obligó a Francia a cruzarse en cuartos con la temible Nueva Zelanda y ¡en Gales! Sí, el organizador del torneo debía irse a otro país en busca de la hazaña.

Además, con la grata sorpresa Puma, los cuatro grupos quedaron en manos de equipos del hemisferio Sur (los que desde 2012 animarán el flamante Cuatro Naciones), ya que Wallabies, Springboks y All Blacks hicieron de la fase inicial un mero trámite.

La nómina de los ocho equipos clasificados a la etapa de playoffs la completaban Inglaterra, Fiji (que le ganó el pase mano a mano a Gales en la última fecha) y Escocia (que desplazó a Italia en la jornada final).

Precisamente, el seleccionado del Cardo fue el rival argentino en cuartos, en un choque que no presentaba antecedentes mundialistas. Allí, Los Pumas dieron otra muestra de jerarquía y ganaron 19-13 con un try de Gonzalo Longo, que depositó al equipo argentino por primera vez entre los cuatro mejores del mundo.

El siguiente obstáculo en el ya entonces histórico recorrido Puma era Sudáfrica, que había sacado del camino a Fiji sin mayores dificultades.

Del otro lado del cuadro, las potencias europeas pisaban fuerte y le devolvían preponderancia al Norte: Inglaterra, con cuatro penales de Jonny Wilkinson, superaba 12-10 a Australia en cuartos, mientras que Francia daba el golpe en el Millenium de Cardiff y vencía 20-18 a Nueva Zelanda, que sumaba una nueva decepción mundial.

Luego del triunfazo sobre los All Blacks, el equipo galo volvió al Stade de France en busca del boleto a la final, pero el público parisino atestiguó un nuevo desencanto del local. En aquel duelo europeo, la Rosa pegó de entrada con un try de Josh Lewsey y la patada de Wilkinson hizo el resto.

En la otra llave, Sudáfrica frenó la ilusión de Los Pumas con un inspiradísimo Bryan Habana (que finalizaría como tryman del torneo, con ocho conquistas) y se convirtió en el representante del Sur en el partido decisivo.

La gran final volvió a vestir de gala al Stade de France, pero la acción en cancha dejó a propios y ajenos con ganas de más: fue un cerrado 15-6 que consagró a los Springboks, pero también resultó el primer (y, lógicamente, único) partido sin tries de todo el torneo. Los puntos quedaron en manos (o, mejor dicho, en los pies) de Percy Montgomery y el propio Wilkinson -héroe en 2003-, que esta vez falló en sus dos intentos de drop.

Curiosamente, ya había existido una final sin tries. Precisamente, la otra que había conquistado Sudáfrica: en 1995, frente a Nueva Zelanda. El gran protagonista, aquella vez, fue Joel Stransky, autor de tres drops y dos penales para el 15-12.

Sin embargo, la gran historia del Mundial se terminó de escribir en otro emblemático escenario de la capital francesa: el Parque de los Príncipes.

Allí, Los Pumas dieron forma a uno de los capítulos más gloriosos del rugby argentino: con un juego tan vistoso como contundente, volvieron a derrotar a Francia en su casa, apoyaron cinco tries y redondearon un 34-10 que los catapultó a al podio y les permitió relucir en su pecho un bronce de oro. 

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