Jordi Blanco, Corresponsal en Barcelona 9y

Neymar, el último genio brasileño

BARCELONA -- Arda Turan le lanzó una bota al linier en un lado del campo mientras en el otro Neymar se dedicaba a brillar con el balón enganchado a los pies. Ney no se ocupa de protestar a los árbitros, no se pierde en jugadas innecesarias y ha ganado una actitud sobresaliente en el terreno de juego.

"Tiene desparpajo y es el jugador que queremos", sentenció Luis Enrique, conviniendo de manera implícita su trascendencia en el juego azulgrana.

Si para algunos Neymar pudo llegar a Barcelona con la etiqueta de 'anti-Messi', hoy se ha convertido en el aliado perfecto del argentino. La complicidad entre ambos se contempla a cada partido que pasa, su entendimiento en el idioma futbolístico es absoluto y ha pasado de ser un excelente secundario a convertirse en pieza fundamental y mayúscula en el plan trazado por su entrenador.

Al brasileño no le asustan los partidos calientes. Al contrario, parece divertirse en ambientes hostiles y frente a rivales que le buscan de manera indisimulada. Su conducción de balón, su búsqueda por los driblings provocan que reciba patadas y golpes varios, pero ante ello no se esconde como muchos delanteros, sino que se crece y pide la pelota una y otra vez para seguir a la suya. Y provoca al rival por divertimento, pero sin mala fe por su propia forma de ser. No hay que olvidar que es brasileño y cualquier crack brasileño siempre pensó que el fútbol es alegría.

Sin serlo, recuerda ahora a Ronaldinho como antes lo hacía a Romario o después a Rivaldo. Solo se aleja del poderío físico del Ronaldo culé, pero su pretensión de disfrutar en el campo y de llevar la brillantez hasta el límite le convierte en un futbolista diferente y agradecido para el aficionado.

Y, al contrario que sus legendarios compatriotas, que evitaban el choque con el zaguero cuando entendían que el partido se ponía feo, Neymar persiste sin preocuparse, busca y rebusca en base a su personal forma de jugar. Y a cada partido que pasa su brillantez ilumina más.

Y esta vez, en Madrid, a todo ello le sumó la capacidad de decisión. Con una contra mayúscula, en compañía de sus mejores socios, anuló el 1-0 de Fernando Torres por la vía rápida y bordeando el descanso, en otro contragolpe mágico, sentenció la eliminatoria con una definición excepcional. Antes y después se ofreció, se abrió, acompañó y brilló llevando la pelota con un mimo que enamora.

La sangre que le provocó una entrada a destiempo y peligrosísima de Giménez hace apenas 17 días en el Camp Nou habría sido suficiente para que cualquiera se tomase su próximo compromiso ante el Atlético con máxima cautela. Él no. El caño aquí, la bicicleta allá, el dribling... En Neymar es tan innegociable como personal esa forma de actuar, que sin restarle el papel de líder a Messi ha alcanzado un peso específico en el Barça que se presume ya indiscutible.

"Cuanto más le pega el rival, más quiere driblarlo", declaró a El País hace algunos días el ex jugador brasileño Tostao. Y eso lo sufrió esta noche Juanfran de mala manera, quedando en evidencia ante la fantasía multiplicada de un jugador decidido a convertirse en el mejor sucesor de aquellos que le precedieron con la camiseta azulgrana.

"Es un fichaje, deportivamente hablando, sobresaliente. Indiscutible", apuntó a ESPN la pasada semana Agustí Benedito, opositor a la junta de Bartomeu, pero que se suma, como todo el barcelonismo a los elogios para un Neymar que sobrevivió a un primer año confuso en el césped y que en el segundo se ha alejado de polémicas para catapultarse a la excelencia.

Ney habla en el campo y su discurso no admite dudas. Ha provocado más de 60 faltas esta temporada y si el curso pasado lo cerró con 15 goles, hoy suma ya 21 en 25 partidos, una media sencillamente espectacular y que explica no solo su crecimiento, sino su trascendencia y, también, lo que se puede esperar de él en el futuro inmediato.

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