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Un rival a medida

BUENOS AIRES -- Fueron tal para cual, como en una historia de amor perfecta. Si algo necesitaba River, además de su voluntad de recuperar el juego perdido, era un rival que le cediera iniciativa, que extremara el respeto hasta un límite inverosímil, y lo convirtiera de ese modo en el gran protagonista.

San Lorenzo hizo todo lo posible para que River se agrandara. Y eso allanó el camino del equipo de Gallardo que, sin embargo, consiguió el gol de la victoria en el partido de ida por la Recopa Sudamericana en el momento en que tenía menos energía. En el momento en que, curiosamente, el partido estaba más parejo.

El DT de River hizo una movida política y se abstuvo de borrar futbolistas discutidos luego de la bochornosa derrota ante Boca en Mendoza. Parecía que Maidana y Rojas pasarían por un tiempo a cuarteles de invierno, pero finalmente el entrenador les dio revancha. A ellos y al resto de los titulares. Un voto de confianza, pensando en la refundación de un equipo que hace bastante que tiene síntomas de cansancio. Y River aprovechó ese impulso de reivindicación apostando al fútbol que lo distinguió durante el último torneo y le franqueó el camino rumbo en la Sudamericana.

Teo Gutiérrez, tantas veces displicente, alejado del partido por propia decisión (a tal punto que pierde el registro de cuándo queda en posición adelantada) o empecinado en alguna jugada lujosa, se conectó y resultó incontrolable durante el primer tiempo para los defensores de San Lorenzo. Si no metió un gol o dos fue por los reflejos oportunos de Torrico y porque el azar interpuso el palo en un par de ocasiones.

River volvió a usar la banda izquierda para elaborar juego con toques de primera, hizo circular la pelota por todo el ancho del campo y se reencontró con su mejor versión. Demostró que la goleada veraniega que produjo tanto revuelo lo afectó relativamente. Pero, por sobre todas las cosas, se topó con un adversario dispuesto a darle aire. Que metió a Barrientos como segundo marcador por la franja izquierda, desentendido de la pelota y la gestión creativa, que observó cómo River se adueñaba del partido, ofreciendo la módica oposición de una defensa temerosa de los centros, una línea de volantes que regalaba la pelota y un delantero solitario como Cauteruccio, quien, para colmo de males, despilfarró las tres oportunidades claras que tuvo. Si el compromiso de un delantero es únicamente con el gol (y este es el caso), no puede repetir torpezas graves cuando tiene la oportunidad. Por algo está allí, sin hacer otra cosa que esperar su chance, como un cazador agazapado en la fronda.

Por qué San Lorenzo dilapidó un tiempo con semejante actitud. Tal vez sólo Bauza, su entrenador y responsable de las estrategias, tenga la respuesta. Es difícil creer que alguna resulte satisfactoria. Mussis y Blanco son incorporaciones de jerarquía, futbolistas dotados con la pelota, con buena dinámica, capaces de infundirle al equipo otro espesor y, más que nada, otras pretensiones.

En la segunda parte, cuando se animó a buscar con mayor voluntad, despuntaron los méritos potenciales de San Lorenzo. Justamente a través de Mussis, Blanco y un Barrientos más dispuesto a frecuentar el área contraria.

River ganó con lo justo. La renovación de confianza por parte de Gallardo funcionó. Aunque algunos ajustes parecen caerse de maduros. Por ejemplo, la titularidad del Pity Martínez, muy probablemente en lugar de Rojas (ese sí sería una formación ofensiva).

El rival ayudó y ahora el mal trago del verano es historia antigua para River. Y otro trofeo oficial aparece en el horizonte como un estímulo clave en la incipiente recuperación.