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El adiós del Ciudadano Kane

MÉXICO -- A Mario Vázquez Raña le llamaban Don Mario, título que llevan los hombres con poder económico, político y, en este caso, deportivo.

Hay quienes muchos años dijeron que el remedio del deporte mexicano llegaría con su muerte. Hoy que sucedió, el debate se reabrirá. ¿Qué tanto poder tuvo el hombre que presidió 27 años el Comité Olímpico Mexicano? ¿Hasta dónde llegó su infuencia? ¿Qué tanto cambiará el deporte mexicano sin él?

Vazquez Raña representó a México en las pruebas de tiro deportivo en los Panamericanos de Sao Paulo '63 y desde esa trinchera comenzó a construir sus méritos políticos. Se convirtió en presidente de la Federación Mexicana de Tiro Deportivo, al mismo tiempo que administraba la empresa mueblera de su padre.

Tenía tres ingredientes para empezar a triunfar en la escena deportiva internacional: ambición, dinero e innegable olfato político. Pronto se insertó en el Comité Olímpico Internacional y escaló hasta los últimos escalones del organigrama.

Las anécdotas se construyen como sucede detrás de los personajes de poder.

Aterrizajes en helicóptero sobre el corporativo de la Organización Editorial Mexicana; reuniones con los más altos dirigentes políticos y deportivos. Las suyas parecían las oficinas del Ciudadano Kane, el memorable personaje de Orson Wells: empresario, magnate de los medios de comunicación y hombre omnipotente del deporte mexicano.

La ciencia política asegura que el poder debe ejercerse. Vázquez Raña lo ejerció, con las reglas más básicas de la política. Dicen quienes lo conocieron que era como un padre para sus hombres más cercanos, que pocas veces negaba un favor, porque sabía que las deudas son cheques en blanco que se cobran en el futuro. También daba manotazos en la mesa cuando una sala necesitaba silencio.

Esas fueron sus principales virtudes para aglutinar voluntades deportivas.

Uno de sus bastiones fue la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ANOC), un órgano de 205 afiliados que tiene mucha influencia en la estructura de los cinco aros.

Vázquez Raña fue su presidente fundador y Juan Antonio Samaranch no dudaba en resaltar su capacidad de manejo: "Mientras Mario esté a cargo, no habrá dificultades con los Comités Olímpicos". La apreciación era aguda: Las redes políticas de Vázquez Raña habían sido claves para que Samaranch se convirtiera en Presidente del Comité Olímpico Internacional y para que se mantuviera muchos años en el poder. Las virtudes políticas del dirigente mexicano eran bien explicadas por el de origen español: Divide cuando se debe dividir y reúne cuando se necesita estar juntos.

Vázquez Raña tejió las fidelidades con los dirigentes deportivos de países pequeños.

Visitas personales, viajes en aviones privados, apoyos económicos con el presupuesto de Solidaridad Olímpica. Su zona de influencia tenía ramas en los cinco continentes, pero América era su verdadero feudo de poder.

Se mantuvo 40 años al frente de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) y nunca fue relevado del puesto, a pesar de que en las últimas elecciones muchos Comités Olímpicos (especialmente el de República Dominicana) estaban en contra de sus modos para preservar el poder (presiones en las votaciones, partidas especiales para determinados países). Era un "cacique", acusaban.

Ese mismo adjetivo se repetía en México. En los ochentas y los noventas, el Ciudadano Kane elegía a los presidentes de las federaciones deportivas y dictaba las políticas a seguir. Nada sucedía en el deporte nacional si él no levantaba una ceja.

Pero en el 2000, la llegada del panismo deslavó su influencia. Renunció a la presidencia del Comité Olímpico Mexicano y vio como esa institución empezó a perder poder. En 2005 y 2006 se vivieron los momentos más difíciles. La Conade de Nelson Vargas no asignó un solo peso al organismo.

Los últimos dos años de Vázquez Raña fueron mucho más cercanos a lo que acostumbraba. Siempre cercano al PRI, cobró los apoyos que depositó a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto con cheques que lo ayudaron a recuperar el control del deporte nacional. Jesús Mena, el clavadista que ganó un bronce olímpico en Seúl 88 y que cumplió una meteórica ruta en la administración deportiva con la palmada en la espalda del líder del deporte mexicano, fue en diciembre de 2012 nombrado director de la Conade.

Vázquez Raña comenzaba a reunir a todos los hombres del rey. En octubre de ese mismo año, Carlos Padilla Becerra, priista con larga carrera deportiva, heredó de Felipe Muñoz la presidencia del Comité Olímpico Mexicano. Muñoz, a su vez, se había convertido en el presidente de la Comisión de Juventud y Deporte de la Cámara de Diputados y Horacio de la Vega y Fernando Platas, otros incondicionales, se acomodaron en los Institutos del Deporte del Distrito Federal y del Estado de México.

El Ciudadano Kane estaba de vuelta. Controlaba nuevamente todos los puestos de poder del deporte nacional. Ayudó a mantener en su cargo a Jesús Mena, a pesar de los embates políticos del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayfet. Pero había un factor contra el que ya no podía combatir: el tiempo. Vázquez Raña había enfermado de un cáncer que lo fulminó a los 82 años.

Ninguno de los hombres que formó podrá cumplir sus labores políticas. Nadie sabe hasta dónde llegarán los beneficiados de su testamento político.