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Juego Bonito

PARÍS -- Queridos lectores, estoy en Paris, frente a la Estación de metros Pigalle, en el barrio de Montmartree, creo yo. Bueno, no importa, todavía no conozco bien Paris y me pierdo, aunque es cierto que estaré solo por este fin de semana. No importa, cuando uno se sienta a escribir no le debe importar nada, de cierta manera tiene que ser un asesino sentimental.

Bueno, dicho esto, estoy en un barcito parisino, en una esquina que podría ser la gran esquina del mundo. El bar está lleno de chicas lindas. En el televisor juegan Brasil y Francia, un amistoso, en el cual Brasil se florea. Deja en claro que más allá de su última presentación en el Mundial pasado, sigue teniendo el peso de siempre.

Yo la tengo clara, Brasil siempre será Brasil y este equipo de Dunga lo demuestra con un fútbol efectivo, dinámico, arrasador por momentos. No quiero decir con esto que Francia no tenga un gran equipo, pero son cosas distintas. Tradiciones, modos de sentir el fútbol y maneras de interpretar la vida muy distintas y eso se nota muchísimo en un campo de juego.

Pero no sé si quiero hablar tanto de fútbol de forma directa. Prefiero sorprenderme por la cantidad de chicas que hay en este bar. Ellas disfrutan del partido de manera pacífica. Yo me sorprendo por la cantidad de mujeres españolas, alemanas y portuguesas que opinan de fútbol, hacen pequeños comentarios en un buen tono, tratando de no ofender a nadie que piense distinto. Esa delicadeza natural que las mujeres tienen para hacer todo en la vida, también la transmiten a la hora de ver y disfrutar del fútbol.

Esta tarde de frío, cerca de Pigalle, puedo decir con orgullo que el fútbol es cosa de mujeres. Brasil ataca, exhibe su habilidad, pero las mujeres que ven el partido, que alientan y sonríen, son las verdaderas protagonistas de esta velada.

Brasil terminará ganando por 3 a 1, y de esta manera tal vez, comience un ciclo nuevo en el fútbol brasileño. Pero la mejora deportiva, es un detalle casi sin importancia en este momento.

Uno se siente otro, piensa que está viviendo un gran experiencia y es cierto: es tan diferente ver un partido de fútbol en Buenos Aires que verlo en Paris o en Rennes, es una experiencia distinta, casi única. La gente alienta con respeto, no hay insultos y el fútbol se transforma.

En Europa se juega un fútbol champagne, casi sin violencia, un fútbol muy medido y eso también marca una diferencia con el fútbol que se juega en Argentina. Fútbol suave. Fútbol para elegantes. En donde realmente pasan las mejores cosas es fuera de los estadios, en los bares. Ahí la gente explota de buena onda, no hay ese fanatismo violento que tenemos los hombres. Las mujeres disfrutan y entienden más.

Y acá estoy, extasiado, oyendo como la gente grita y alienta a estos equipos. Dunga salta del banco y da instrucciones a los gritos, como un loco. Es la imagen prehistórica del fútbol. En este bar las mujeres viven en armonía, no hay gritos, solo susurros y comentarios encantadores mezclados con política, artes y otros deportes. ¿Qué más puedo pedir? Soy espectador de un acontecimiento único, un partido de fútbol visto por mujeres.