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En otro nivel

BUENOS AIRES -- El vasco Arruabarrena parece un predicador. De su boca no surgen más que apelaciones a la mesura y la modestia. Virtudes muy cristianas que el DT considera indispensables en este momento en que a su equipo le salen todas y se vislumbra como el más poderoso del fútbol argentino.

Repasemos: en la Copa Libertadores, hasta ahora estuvo de paseo. Es cierto que le tocó una zona sencilla, pero si se observa el mapa general, no queda más que atribuirle chances serias de pelear hasta el último round por el premio mayor.

En el torneo local sigue invicto. Y a un punto de San Lorenzo, líder ejemplar que logró hilvanar seis victorias en siete partidos, una marca notable. De todos modos, los puntajes y las posiciones (y mucho menos las especulaciones a las que dan lugar) no bastan para mensurar el peso específico de Boca.

El partido ante Estudiantes fue un hito muy representativo. En principio, porque un duelo que sonaba difícil se tornó accesible. Y eso antes de las expulsiones que distorsionaron por completo las cosas. Mucho se habla del plantel generoso (en tamaño) de Boca. Es verdad. En esto les saca ventaja a sus competidores. Pero el gran mérito no radica en la cantidad de contratos, sino en la fluidez con que unos y otros (los supuestos titulares, los supuestos relevos) logran cohesión, identidad de equipo.

Con jornadas más o menos flojas (en San Juan) y otras de gran brillo, con lapsos de circulación, toque y profundidad que recuerdan al primer River de Gallardo que tantos elogios cosechó. Así fue ante Estudiantes. Ausentes Gago y Lodeiro (¿nos permitimos decir que los mejores?), Erbes se desdobla, multiplica sus atributos para ser recuperador, salida y hasta goleador. Y a falta del pase matemático, se impone la paciencia para macerar la jugada o desequilibrar en el pleito mano a mano por las bandas, donde se destacó un Carrizo inspirado.

En el surtido de delanteros, párrafo propio merece Daniel Osvaldo. Partido a partido, aclara que detrás del marketing hay un futbolista de enorme talento. Implacable en el área, de arriba y de abajo, y con una soltura para el pase y la asociación libre que no se observan a menudo. Cierta arrogancia, cierta obsesión por permanecer en el centro del show cuando la pelota pasó de largo le juegan en contra. Quiero decir, distraen la atención a la hora de mensurar sus destrezas. Lo peor es que sus desbordes no parecen consecuencia de un temperamento tormentoso, sino las inflexiones de un personaje construido para seducir al hincha. Dijo Israel Damonte, rival herido del domingo: "Es un gran jugador. También es un boludo".

Se habla del poder económico de Boca y es razonable citarlo como factor de predominio. Pero chequeras más abultadas erraron en las inversiones y formaron planteles de rutilantes apellidos y magros resultados colectivos. Varios tanques europeos, con el Real Madrid de los Galácticos a la cabeza, podrían dar fe.

Buena parte del mérito de este Boca que hasta aquí se recorta como el más promisorio equipo de la Argentina ha sido la elección de las incorporaciones. Pero el entramado eficaz de esas piezas, a las que se suman los juveniles con crédito como Cubas y Cristaldo, más el acervo histórico -con Gago a la cabeza y algunos que revivieron tonificados como el Cata Díaz- concedámoslo como una obra en la que el cuerpo técnico ha sido gran protagonista.