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El toro Suárez, al óleo

RENNES -- Como todos saben, queridos lectores, soy adepto a escribir crónicas relacionadas con los bares. Estoy seguro que en los bares se cocina la verdadera filosofia futbolera del hombre de a pie. Es bueno estar atentos, saber escuchar.

Sin ir más lejos, en el Papagayo's Bar, me encontré con un oscuro sujeto. Yo estaba tomando un café, leyendo una novela de Eduardo Mendoza, una especie de Roberto Arlt peninsular, a quien recomiendo muchísimo.

"Oye, chico, no puedo creer que estés leyendo al gran Mendoza, ¡yo lo conocí en Barcelona!" Me dijo el extraño sujeto y se sentó a mi mesa. La verdad es que desconfié, es raro que en Rennes, por el modo de ser de los franceses, alguien se te siente a la mesa sin que lo invites.

Pero este muchacho era cubano. Se pidió un café de inmediato y comenzó a hablarme.

- Chico, ¿tú eres argentino? Sí, se conoce a un che por las yeess, "yuvia", "caye"... (me decía el extraño sujeto e imitaba la forma de hablar de los argentinos). Soy un admirador incondicional del fútbol argentino, chico, eso lo aprendí en Rennes. Amo al Toro Suárez, no puedo dejar de ver cada partido en el que juegue este hombre. ¡Es un argentino fenomenal!

Me tenté de decirle que el Toro en realidad era uruguayo, pero lo dejé ser, no me dio tiempo además. Igual, estaría bueno que Suárez fuera argentino. Ahora que lo pienso muchos jugadores uruguayos tienen una preciosa forma de ser argentinos: Francescolli, Nelson Gutiérrez, Morena, Washington Tabárez y tantos otros...

No importa, lo importante, supongo es que el simpático personaje estaba frente a mí, desnudándose de sus conocimientos futboleros y su amor por el Río de la Plata, con la misma intensidad con que un hombre se saca la rompa ante una señorita.

- Chico, soy pintor, tengo mi atelier, acá a la vuelta, ¿quieres venir a ver mis cuadros sobre el Toro Suárez?

- ¿Vos hacés dibujos sobre Suárez?, le pregunté sorprendidísimo.

- Claro, hace años que lo dibujo. Sabes una cosa, che, ¿nunca te dijeron que te pareces a James Brown?

-No, nunca. Dale, vamos a ver tus cuadros.

- Mi nombre es Benigno.

- Yo soy Cucu.

- Sí, ya sé bien quién sos...

Llegamos al atelier y el lugar era fantástico, con unos grandes ventanales con vista al mar, pude apreciar los grandes lienzos donde el jugador uruguayo era dibujado con la camiseta de Barsa, por momentos y con la de la selección argentina en otros. Me tenté de nuevo de decirle que Suárez no era argentino, sino uruguayo. Pero entendí que iba a romperle el corazón al hombre y que, en el fondo, no tenía la menor importancia.

- Suárez está demostrando toda su capacidad en el Barcelona. Fue increíble como invisibilizó a Daniel Luiz.

- ¿Invisibilizó?

- Claro, chico, le hizo dos caños y una jugada lo pasó por encima como si pudiera atravesar la materia, como si no existiera. Es asombrosa la fuerza de ese hombre. Suárez es como Tevez, esa clase de jugadores que se llevan al mundo por delante. Destruyen la materia.

El comentario me pareció muy inteligente. Era verdad, pensé, mientras miraba los bellos óleos donde Suárez aparecía corriendo entre palmeras y grandes extensiones de yerbatales, como si fuera un toro trotando en el campo.

Es la primera vez en mi vida que conozco a un pintor que pinta a los grandes jugadores del mundo actual.

-Es que son protagonistas, guerreros romanos de la modernidad, de nuestro tiempo, Cucu. Antes podías pintar dioses, amigo, pero ahora hay que pintar a jugadores. Además es argentino y yo tengo una profunda debilidad por Argentina.

Me tenté otra vez de decirle que Suárez era uruguayo. Pero me pareció innecesario. Suárez era ante todo el héroe que vivía en su imaginación colorinche de acuarelas, acrílicos y témperas.