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Guardiola, a seis años del 'Iniestazo'

BARCELONA -- La centró, a la desesperada desde la derecha, Dani Alves al área, salió el rechace hacia Eto'o que controló largo, mal y perfecto a la vez, para superar hacia fuera a Essien. Y la cedió a Messi para que la dejara rasa a la corona del área. Y apareció ahí Andrés Iniesta. Y remató con toda la rabia, con toda la fuerza y empujado por el barcelonismo en pleno, para colocar el balón en la escuadra izquierda de Cech.

Gol. Estalló la grada poblada de gol de Stamford Bridge donde se encontraban los hinchas del Barça. Estallaron los periodistas que se hallaban en la tribuna de prensa. Los bares de Barcelona, las redacciones de los periódicos, de las radios, las casas. La televisión había escupido con grandeza el primer gran gol, enorme, de la historia del Barça de Guardiola. Un gol, en el minuto 93, que valía el pase para la final de la Champions.

Y Pep, Guardiola, corrió la banda como un poseso, fuera de sí, loco e histérico por igual, celebrando con sus hombres aquel milagroso gol en Stamford Bridge que servía para eliminar al Chelsea de Guus Hiddink. Después vendría Roma, el éxito, el triplete y el sextete al terminar el año en Abu Dabi. Pero lo que había comenzado en septiembre de 2008 con un 4-0 al Wisla de Cracovia, el camino de la Champions, vivió en Londres su punto culminante.

Este miércoles se cumplen seis años exactos de aquella noche. Seis años en los que todo ha cambiado como nadie pudiera pensar en aquel momento. "Esta es mi casa, pero si marcamos un gol lo voy a celebrar. Mi respeto al Barça no depende de cómo celebre un posible gol" advirtió Guardiola, vestido con el chándal del Bayern de Múnich en las entrañas del Camp Nou.

Por primera vez rival, oponente, en una imagen que no por sabida y esperada dejó de sorprender a los mismos periodistas que le trataron años atrás. Algunos desde su incipiente época de futbolista, a principios de los años 90 del pasado siglo, cuando Johan Cruyff, el padre de la idea, le dio taquilla en el vestuario del primer equipo.

Pep Guardiola recorrió todo el camino posible en un deportista de la casa. De la cantera al banquillo, de jugar en el equipo infantil a dirigir al primer equipo. De ganar a ganar, de alumno a maestro para decir adiós a toda una vida en abril de 2012, cuando anunció su marcha. Se fue el hombre pero permaneció el legado y se mantiene el recuerdo.

Su retorno a Barcelona despertó tantos recuerdos que se hizo imposible mantener la frialdad. Su discurso, sereno, silenció cualquier atisbo de crítica que alguien pudiera pretender porque Guardiola es, vestido con un chándal de cualquier club, barcelonismo puro.

Puro y legendario de una época no tan lejana que provocó con sus éxitos y con la forma en que se consiguieron que todo ese barcelonismo se sintiera orgulloso del club. Fue Messi, sí. Y Eto'o, Puyol, Xavi, Iniesta, Touré, Abidal, Ibrahimovic, Keita, Bojan, Villa, Piqué, Valdés... Todos y cada uno de los futbolistas que formaron parte de aquello. Y Guardiola al frente.

"No puedo entender que un barcelonista reniegue de Guardiola" escribió alguien en la red el lunes refiriéndose a la posibilidad de que levante algún resquemor la persona del hoy entrenador del Bayern. Convencido, como miles de aficionados azulgranas, de que la historia acabará por colocar a Pep Guardiola en el trono que merece.

Este miércoles será rival, nunca enemigo, y en cuanto el balón empiece a correr por el césped del Camp Nou se olvidará cualquier sentimentalismo porque el aficionado estará, como siempre, al lado de los suyos. "Soy entrenador del Bayern y vengo con la intención de eliminar al Barça y estar en la final. Trataré de encontrar la manera de que mi equipo marque un gol porque si no marcamos será imposible estar en Berlín y quiero estar en Berlín" proclamó Guardiola en la sala de prensa.

Pero ese discurso profesional no podrá enterrar, nunca, la historia de barcelonista de Pep Guardiola.