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Un líder frágil

BUENOS AIRES -- Luego de retirarse anticipadamente de un entrenamiento por un golpe en la rodilla, Fernando Gago transita una vez más una vigilia incierta en la recta final previa al primer Superclásico copero.

Los rumores que deja circular en cuerpo técnico aseguran que estará en el centro de la línea de volantes cuando llegue el duelo en el Monumental (el martes se entrenó con normalidad), pero la duda siempre campea cuando el tema es Gago.

La situación es paradojal: en medio de la abundancia de nombres que le permite a Arruabarrena experimentar con diferentes formaciones sin resignar calidad, depende justamente de un hombre que vive averiado.

Si existe alguien indispensable para que Boca sostenga el juego preciso y eficaz que lo distingue en esta etapa, ese es Gago. El otro, Lodeiro.

En el partido ante River por el torneo local hubo, por si hiciera falta, una prueba contundente. Su ingreso, a los 16 minutos de la segunda parte, redimió a un equipo que no acertaba un pase.

No se trataba de un bajón imperceptible. Boca andaba a tientas y Gago le devolvió la claridad, la dinámica y, sobre todo, el rumbo.

Gago implica el orden y el arranque seguro para elaborar ataques profundos. Juega y hace jugar (para Lodeiro es clave). Y en él descansa la estrategia.

Claro que, desde hace mucho tiempo, lo rodea el enigma acerca de su condición física.

En su última lesión seria, un desgarro luego de una seguidilla de partidos, el preparador físico Gustavo Roberti se hizo responsable por haber consentido un esfuerzo excesivo de parte del futbolista.

Pero fue una entre tantas. Aproximadamente, Gago sufrió una lesión cada siete partidos desde su regreso a Boca.

Su escala anterior fue Vélez, por donde pasó con escasa gloria debido justamente a sus ausencias crónicas. Frecuentó más el consultorio médico que el campo de entrenamiento.

Partió incluso del club de Liniers con una lesión que arrastró hasta su arribo a Boca, en julio de 2013.

Como Mr. Glass, el personaje interpretado por Samuel L. Jackson en la película El protegido, que tenía los huesos frágiles como el cristal, Gago parece siempre a punto de machucarse. Puede ser un leve esguince, una moderada contusión o un desgarro, como la última vez.

Sin dudas, un líder tan peligrosamente sensible a los avatares de la competencia, más que expandir confianza contagia estrés. Nunca se sabe a ciencia cierta cuándo estará ni cuánto durará su compañía.

A falta de explicaciones totalizadoras de parte de médicos, kinesiólogos y otros expertos, habrá que creer entonces que no es más que una sucesión de infortunios.

Por lo pronto, y ante la precariedad de la situación que no admite recetas preventivas de parte del cuerpo técnico, más vale disfrutar a Gago cada vez que sale a la cancha con plena conciencia de que puede ser un placer efímero.