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En pie de guerra

BUENOS AIRES -- Los análisis del partido que River le ganó a Boca en el Monumental hablan de "coraje" y resaltan el temperamento del local. Un River que, si nos atenemos a la tradición, jugó a lo Boca.

Luego de un golpe duro en el Bombonera, el equipo de Marcelo Gallardo barajó y dio de nuevo. Con un inédito doble cinco (Ponzio y Kranevitter jugaron juntos desde el arranque por primera vez), previno las posibles filtraciones promovidas por Gago y Lodeiro, se adelantó y ejerció una intensa presión.

Intentó, en suma, atropellar a Boca. Imponer clima (estaba en su casa) y disposición anímica más que fútbol.

Tampoco le tembló el pulso para levantar la suela o aplicar una violencia mal disimulada. De hecho, tanto Sánchez como Vangioni debieron abandonar el campo mucho antes de que se cumpliera el tiempo reglamentario.

Frente a un Boca dispuesto a ver qué sucedía -y que, con siete cambios, no había presentado su mejor versión- bastó para gobernar el partido.

Luego del observar el inolvidable encuentro entre Barcelona y Bayern Munich, resulta aun más flagrante la pobreza muchas veces voluntaria de los equipos más importantes de la Argentina.

No se trata de sentir presión ni de proponer un ambiente caldeado. Nada tiene que ver en esto la garra o el espíritu combativo.

Lo que hizo River -y consintió Boca por impotencia- fue negar el juego. Enturbiarlo, llevarlo al grado máximo de fricción. Sólo en el primer tiempo exhibió algo de fútbol.

Curiosamente, dos hombres abocados a la marca -Kranevitter y Ponzio- fueron los más precisos con la pelota. La otra voluntad solitaria que intentaba tenerla, asociarse o gambetear fue Teo Gutiérrez. Eso sí que merece llamarse coraje.

Lo demás es tránsito rápido y aéreo desde la defensa para que se arreglen los demás.

Ante esta fórmula que lo doblegó, Boca debería afinar sus resortes futbolísticos para recuperarse cuando se vean las caras de nuevo el próximo jueves.

Debería liberar a Gago y Lodeiro (y cambiar a un chocador como Calleri por Osvaldo, además de devolver a Carrizo al once titular) para activar sus rutas más fluidas hacia el área rival.

¿Podrá hacerlo? ¿Reencontrará el volumen perdido en el Monumental o luego de un tiempo prudencial y debido a la ansiedad del público arremeterá ciegamente intentando imponer carácter?

Ojalá no esté en lo cierto. Pero a la luz de los hechos de la revancha, creo que en el bueno nos espera otra larga jornada de pies astillados en la pelea. Sólo un acierto eventual o la mínima brecha de un penal determinarían un vencedor.

Con River clasificado con el mero empate, sin Teo y con un árbitro que repita la tolerancia indebida de Delfino, el cierre de la trilogía pinta muy poco alentador. Muy a contramano de las inmensas expectativas que ha despertado este duelo multiplicado por tres.