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El tridente MSN se doctoró en Múnich

BARCELONA -- Hubo quien dijo en julio de 2013 que el fichaje de Neymar era una puñalada de la directiva de Sandro Rosell a Leo Messi. Y quien un año después, en el verano de 2014, aventuró que la incorporación de Suárez era el principio del fin de Messi en el Barça. Diez meses después el tridente mágico es intocable. Más aún, lleva camino de ser legendario.

Messi no marcó en Múnich pero volvió a ser primordial en la clasificación del Barça para la final de Berlín. Y celebró con la mayor de sus sonrisas el éxito del equipo, el suyo propio, en un sprint final al que le falta la guinda, pero que ya es digno de quedar en los anales de la historia moderna del club azulgrana.

Neymar avisó, con tino, que precisaba adaptarse a Barcelona, al Barça, a España y a Europa. Pasó de puntillas ante la polémica de su fichaje y debió alucinar con todo el ruido mediático que se armó por su coste. Tanto que se llevó por delante a un presidente, Rosell, y que le tuvo en la diana de la crítica por una primera temporada en la que no llegó a cumplir las expectativas creadas porque, simplemente, el equipo de Gerardo Martino se quedó sin un título que llevarse a la boca más allá de la Supercopa de España.

Pero Ney ha acabado por demostrar que la apuesta de su fichaje fue un acierto. De Rosell, de Zubizarreta, del Barça en suma. En esta segunda temporada, el crecimiento del brasileño ha sido exponencial y a su lado Messi lo ha agradecido. ¿Celos? Ninguno. ¿Entendimiento? Absoluto.

Leo acabó la pasada temporada apesadumbrado en Barcelona y deprimido en Río de Janeiro. Se quedó a un gol de la Liga y a ocho minutos de una tanda de penalties para lograr el Mundial. A su alrededor se multiplicaron las dudas, se escribió que estaba de bajada, que Cristiano Ronaldo le había arrebatado el trono y que su final en el Barça se acercaba. Calló, apretó los dientes, se miró a si mismo... Y su renacer ha sido apoteósico.

Apoteósica ha sido la temporada de un Barcelona que hace cuatro meses estaba contra la pared y que apoyado en su tridente mágico ha convertido la tragedia en éxtasis. Al menos hasta hoy. Porque la tercera parte del triángulo, Suárez, entendió rápido cual era su papel en todo el entramado. Desde el día que llegó al club supo que pasaba de ser el protagonista a ser un secundario de lujo. Y en ese tránsito, el uruguayo acabó por convertirse en parte indivisible de una tripleta que no es de lujo... Es, simplemente excepcional.

El tridente MSN es hoy por hoy el mejor argumento de este Barça magnífico, enrabietado, lanzado hacia la gloria en un final de temporada enorme. Y de todos aquellos que hace dos años empezaron a predecir el desastre e insistieron en su análisis en el verano de 2014 no queda rastro. Hoy todos se suman al pelotón de los elogios.

Es lo que tiene el fútbol. Y cuando se habla de fútbol, el Barça es, por si mismo, el ejemplo máximo de cómo cambian las cosas en un abrir y cerrar de ojos.