Carlos Bianchi 9y

Un buen ataque: ¿la mejor defensa?

BUENOS AIRES -- El elogio del fútbol ofensivo es una fórmula prácticamente imposible de refutar a la hora de analizar el juego. Pero de tanto repetirse, se termina convirtiendo en un lugar común, que no va más allá de la superficie, sin preocuparse por distinguir entre la osadía pensada y planificada y un ataque voluntarioso pero desorganizado que descuida otros aspectos.

Claro que, a la hora de hablar de fútbol, parece difícil no celebrar a los equipos que priorizan su faceta ofensiva. Desde el punto de vista del espectáculo, los equipos que atacan en general producen partidos más abiertos, con más goles y, por lo tanto, más emocionantes. E incluso desde lo táctico, se puede pensar que cuánto más busque uno el arco contrario, más lejos estará la pelota del arco propio.

Pero las semifinales de la Champions fueron un buen ejemplo de que una actitud híper ofensiva no es necesariamente el camino al éxito, sobre todo si en pos de esa apuesta se dejan de lado otras variables que, en el deporte de alta competencia, terminan siendo determinantes a la hora de conseguir un resultado. Mucho más decisivas que la cantidad de hombres volcados al ataque o que un plan de juego abiertamente ofensivo.

Tanto Bayern Munich como Real Madrid, cada uno a su manera, cayeron con el mismo libreto, uno de esquemas de ataque que terminan naufragando al producir el famoso efecto de "la manta corta": equipos desequilibrados, con huecos en las líneas de contención y demasiado expuestos ante rivales que no perdonan.

DEL PARTIDO IDEAL A LA DURA REALIDAD
Si antes del partido de vuelta le hubieran preguntado a jugadores, cuerpo técnico o hinchas del Bayern cuál era el escenario perfecto, la respuesta hubiera sido unánime: marcar un gol en los primeros minutos para que el Barcelona sintiera la presión de que el 3-0 de la ida ya no era tanta ventaja.

¿Qué pasó entonces que el Bayern no supo aprovecharlo? Es difícil de entender que en un plantel de internacionales haya habido una ingenuidad defensiva más factible de verse en principiantes y que no debería ir de la mano de la búsqueda ofensiva. Y se vuelve imperdonable al pensar que estaban recibiendo una oportunidad única de revertir la historia.

Porque si antes de los 10 minutos Bayern se ilusionaba y obligaba a Ter Stegen a convertirse en temprana figura, antes de la media hora esa ilusión se había despedazado. Y más allá de los méritos del tridente del Barcelona, en los dos goles hubo responsabilidad alemana.

Lo grave es que no fueron dos momentos puntuales, sino que durante todo el partido, e incluso toda la serie, el equipo de Guardiola dejó la misma sensación de vulnerabilidad. El esquema de contención del Bayern dio la sensación de tener muy bien repartidas sus zonas, pero de no tener coberturas y relevos si se producía algún descuido en alguna de ellas, tanto entre el mediocampo y la defensa como entre los últimos cuatro.

Ya le había pasado ante Porto en cuartos y sobrevivió gracias a 45 minutos brillantes en la vuelta, pero darle de comer a un adversario como Barcelona es el camino más corto a la eliminación.

Así quedaron los agujeros que permitieron, dos veces en quince minutos, que se activara la secuencia letal Messi-Suárez-Neymar: primero con pase a espaldas de la última línea y después con una peinada, en ambos casos a cargo del argentino, culminados los dos con asistencias del uruguayo para anotaciones del brasileño.

De esa manera, con el local necesitado de anotar cinco goles, se terminó demasiado rápido la ilusión de ver un duelo mucho más entretenido. Porque de ahí en más, si bien el Bayern sacó su orgullo y Barcelona también contestó golpe a golpe, estuvo claro que la última hora del partido fue de compromiso.

El local se llevó un triunfo que hizo un poco, apenas un poco menos dolorosa la eliminación, pero Barcelona también confirmó lo que se propuso Luis Enrique a principios de temporada y que tomó forma definitiva en los últimos meses: ya no es un equipo que juega a cara o ceca, es mucho más difícil agarrarlo mal parado y por más que siga apostando a monopolizar la pelota, toma muchas más precauciones para los momentos en los que se la presta al contrario.

EL TÉCNICO MENOS ITALIANO PERDIÓ... ANTE LOS MÁS ITALIANOS
Volviendo un poco a la premisa del principio, y para seguir desmitificando el elogio del buen juego cuando no tiene fundamentos, pasemos al otro finalista, la Juventus, un equipo que prefiere prestar la pelota antes que adueñarse de ella. ¿Alguno se anima a decir que la Juve "no juega bien", por más que su manera de encarar el juego sea diametralmente opuesta a la del Barcelona?

Enfrente tuvo a otro gran equipo como el Real Madrid, plagado de jugadores ofensivos, y sin embargo, los italianos tuvieron tantas o más chances si pensamos la semifinal como un único partido de 180 minutos.

No por nada Ancelotti es, como hemos dicho otras veces, el menos italiano de los entrenadores salidos del calcio. De la escuela de un Milan que históricamente se animó a alejarse del catenaccio, y con un presente de abundancia de jugadores de ataque en el Real Madrid, el técnico apostó toda la temporada por un planteo que priorizó la presencia en cancha de muchos futbolistas con aptitudes o roles muy similares.

De alguna manera, los jugadores terminaron condicionando el sistema, y entre sus estrellas y su historia, parece flotar la idea de que el Real Madrid tiene no sólo que ganar, sino hacerlo dando espectáculo. Pero la superpoblación de jugadores con mucha más vocación de creación y definición que de sacrificio terminó causando desequilibrios que la Juventus dejó en evidencia.

Real Madrid pasó en una temporada de un mediocampo con jugadores como Khedira y Alonso a otro en el que Modric, Kroos, James e Isco tienen que sofrenar sus instintos ofensivos para colaborar en la marca y la recuperación. Y por más que den lo mejor de sí, no lo sienten, algo que se ve aún más claro cuando no está el croata.

Los tres de arriba (Cristiano Ronaldo, Bale y Benzema) tampoco hacen una gran contribución defensiva, con lo cual los mediocampistas e incluso los defensores tienen que cubrir demasiado terreno ante equipos que esperan atrás para luego atacar aprovechando espacios... justamente como la Juventus, el más italiano de los equipos del calcio.

El 4-4-1-1 de los italianos le ganó la batalla táctica al 4-3-3 de los españoles. Los cuatro del fondo, ayudados por mediocampistas con más recorrido de ida y vuelta como Pogba, Marchisio, Vidal y Pirlo, no pasaron mayores apuros. Y a la vez, tanto los volantes como Tevez, circulando por esa "zona de nadie" a las espaldas de Kroos, complicaron una y otra vez al Madrid.

Más allá de un par de salvadas de Buffon que parecieron más complicadas de lo que en realidad fueron, Real Madrid no dispuso de tantas oportunidades claras como debería haber tenido al adueñarse de la pelota. Aun así, estuvo clasificado hasta casi la hora de juego, gracias a un penal como mínimo discutible, ya que hubo contacto de Chiellini con James Rodríguez, pero cuando el colombiano ya venía cayendo.

Pero Real Madrid no supo cerrar el partido con el 1-0 que le daba el pasaje. Con otro mediocampista podría haber clausurado los caminos hacia el arco de Casillas, pero no lo hizo y lo terminó pagando. Llegó el gol de Morata y podría haber habido algún otro de contraataque.

Juventus, en cambio, mostró que no tiene pruritos ni sentimientos a la hora de conseguir un objetivo. Allegri sí hizo un cambio defensivo para el último cuarto de hora (Barzagli por Pirlo) y aseguró una clasificación merecida.

CHOQUE DE ESTILOS EN UNA GRAN FINAL
Tendremos entonces en Berlín a los dos mejores equipos del momento en Europa, dos que fueron de menor a mayor, que deberían contar con la totalidad de sus plantes y que, como desafío extra, a esta altura de la temporada están con chances de conquistar la "triple corona". De hecho, los dos estarán yendo en busca del tercer título unos días después de jugar la final de la copa de sus respectivos países.

¿Qué partido veremos el 6 de junio? Seguramente uno tan táctico como el que anticipamos entre Real Madrid y Juventus. Los dos serán fieles a su libreto, que es el que mejor conocen y más les conviene: Barcelona apostará por la posesión, Juventus por el contragolpe.

La Juve seguramente tendrá las mismas precauciones que en la semifinal. Es más, con un Evra zurdo marcando la banda en la que circula Messi de afuera hacia adentro, Pogba debería cumplir un rol crucial de apoyo defensivo. En el fondo italiano habrá muy pocos espacios para que aproveche el tridente, con lo cual Barcelona necesitará ejecutar de manera muy precisa los cambios de ritmo y la variación entre pases cortos y largos que le dieron más instrumentos a su repertorio.

Del lado de la Juve, seguramente el esquema se repita, con Morata trabajando entre Piqué y Mascherano y con Tevez como un segundo delantero pero retrasado, aunque no le será tan fácil ocupar los espacios entre Busquets y la línea de fondo. Porque otra de las virtudes de este nuevo Barcelona, como dijimos arriba, es que rara vez lo toman en situaciones de inferioridad numérica.

En las próximas semanas afrontarán sus últimos compromisos internos, cuidando a sus hombres pero sin relajarse, porque desligarse demasiado de la competencia podría llevarlos a perder el ritmo de juego que necesitarán para afrontar el partido más importante de la temporada.

Felicidades.

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