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El día después de 'Maravilla' Martínez

CANASTOTA (Enviado especial) – Se quema las manos al retirar el pan caliente, recién tostado. Y mientras trata de tomarlo con mucho cuidado, debe también correrse, puesto que en el pequeño recinto el lugar es breve y otro pasajero está buscando su desayuno.

El que se quema las manos saluda con una sonrisa: “Que tenga usted buen día, señor Mendoza”. A su vez, el hombre sonríe: “Y que tú tengas mucha suerte, Maravilla”.

El Days Inn es un hotelito de juguete, de largos y angostos pasillos y de comodidades reducidas. Es, también, un sitio codiciado, porque está a la entrada de Canastota, en el estado de Nueva York, donde sienta sus reales el Boxing Hall of Fame. Basta caminar unos metros y estar en el lugar que, como todos los años, reúne celebridades del ayer y del hoy.

Por ejemplo: a esta hora –las ocho de la mañana del domingo- todos son preparativos. Maravilla unta con queso blanco su pan caliente, Sampson Lewkowicz le ofrece un poco de café, Rafael Mendoza –un sabio del boxeo, que ha manejado entre otros a Gilberto Román, Pipino Cuevas, La Chiquita González, Juan Manuel Márquez o Daniel Zaragoza, para dar algunos ejemplo-, bebe un jugo y -en otra mesa-, el propio Pipino Cuevas saluda a todos, uno por uno, ceremoniosamente.

Uno se cruza en el pasillo con Nino Benvenuti o Michael Spinks como si fuera cosa de todos los días, mientras Martínez, sonriente y distendido, empieza su primera mañana de ex boxeador. “Ahora me duele mucho el hombro izquierdo. Y de la rodilla, ni hablar. Así que anoche, cuando me despedí del boxeo, sentí una especie de alivio, porque es mi cuerpo el que ya no resiste”.

Luce una remera negra con la marca de su nuevo emprendimiento de gimnasios, Brooklyn, y admite: “Todavía no caigo del todo en esto de ser un ex boxeador”.

Para la entrevista se contó con la colaboración de Sampson, y mientras traen una caja de guantes Everlast por si hace falta para el decorado, Martínez vuelve a sonreír para las luces. “Esto del hombro me tiene tan mal que ahora mismo, debería tener el brazo en cabestrillo”, dice. Miguel de Pablos, su amigo y socio de promociones boxísticas en España, escucha y sonríe.

Maravilla se prepara para viajar. “Hace tanto tiempo que no viajo por puro gusto, que ya le perdí las ganas a esto de subir aviones”. Solamente que esta vez, será rumbo a Buenos Aires. “Volver a casa es otra cosa… Extraño además mucho a mi madre”, dice.

El martes 16 arribará a Buenos Aires. Sabe que ofrecerá una conferencia de prensa, pero desconoce la hora. Y sabe que, luego, deberá partir para una nueva gira de stand up. “El boxeo comenzó a ser una carga para mí, porque aunque disfruté siempre de entrenar, tampoco se puede renegar con el físico todo el tiempo”, dice.

Por ahí pasa William Joppy con una plancha en la mano, seguramente para estar elegante. Nuestro colega y amigo Nigel Collins –quien, como Mendoza, también fue inducido al Hall de la Fama- nos presenta a su nieto.

En la puerta del hotel se van acomodando los cazadores de autógrafos. Todo el pueblo estará pendiente luego del desfile por la calle principal, en donde abundarán las marchas militares y los desfiles. Uno de los primeros en pasar será nada más ni nada menos que Jake LaMotta, aquel enconado rival del gran Ray Robinson.

“Siempre hay un nuevo desafío. Yo, cuando empecé a boxear, tuve sueños de ser campeón mundial. Nunca tuve dudas de que lo iba a hacer, aunque quizás sin tantos detalles. El tema es ser fiel al sueño. Y trabajar para lograrlo”, dice Martínez.

Luego vendrá el reportaje final. Y la despedida, breve, antes de que comience el desfile del mediodía. Lo miramos a sus ojos. Sí, están ligeramente tristes aunque trate de disimular.

Le decimos que gracias por todo. Y él, sin perder la sonrisa, responde: “Gracias. Muchas gracias por haber estado aquí”. Lo dice en voz baja, en su primer domingo como exboxeador.