Martín Ignacio Campana 9y

Los Pumas: 50 años, el mismo idioma

BUENOS AIRES -- 50 años. ¿Cuántas cosas pasan en ese lapso? ¿Cuántas quedan en el olvido? ¿Cuántas significan un hito que jamás se olvidará? Corren tiempos frenéticos y todo parece desvanecerse ante el presente, frente a la novedad, como si el pasado no fuera parte de lo actual. Sin embargo, el rugby argentino tiene a resguardo su historia y las distintas generaciones se encargan de que así sea. Por eso, a cinco décadas de la expedición por Sudáfrica que revolucionó este deporte, Scrum reúne a siete protagonistas para repasar lo más destacado, desde aquel triunfo ante Juniors Springboks, un 19 de junio, en Ellis Park, hastá el rugby de hoy.

La esencia y la mística traspasan cualquier década y lo hecho por el seleccionado nacional en junio de 1965 toma cada vez mayor trascendencia. A pesar que los grandes pasos comienzan a acumularse, a 50 años de aquella gesta en tierras africanas, el legado de la gira que decretó el nacimiento de Los Pumas está intacto.

Son las 9 de la mañana. Está fresco pero soleado en San Isidro. Los invitados son puntuales y llegan a tiempo. Uno a uno ingresan al CASI, sin tener muy claro con qué se van a encontrar. El escenario está listo. La Cueva, un sector sagrado en las instalaciones de La Academia, tiene abierta sus puertas para reunir a algunos de los emblemas más destacados de las distintas etapas del rugby argentino.

Primero llega Rodrigo Roncero, que se acomoda y recibe a Santiago Phelan. Al instante se suma Martín Sansot, Eliseo Branca y Juan Manuel Leguizamón, mientras que también arriban Roberto Cazenave y Agustín Silveyra, protagonistas de la histórica gira del 65, donde el seleccionado argentino fue bautizado como Los Pumas por la prensa de aquel país.

Los emblemas, sentados alrededor de una mesa, comparten un desayuno plenamente ovalado, en tanto que el Chapa Branca comienza a acaparar la charla con infinidad de anécdotas. Historias que, inmediatamente, tienen respuesta de Bobe Cazenave y Sansot, por lo que se hace imposible no retrotraerse en el tiempo y comenzar a identificar el idioma que utilizan. Tal vez suenan palabras y términos en desuso, pero inevitablemente llevan a los primeros recuerdos que uno pueda tener acerca del rugby. Es una charla única, donde se palpa la esencia Puma y cuentan cuáles son las primeras imágenes sobre el seleccionado.

“A Los Pumas del 65 siempre los tuve como los hacedores del nombre, los que pusieron la marca. Está muy bueno que puedan ver qué dejaron, el progreso, todo su legado. Yo soy un producto de ellos. Aprendí los valores y que las cosas hay que hacerlas porque las amás, nos dejaron el amor al juego”, cuenta Branca, protagonista del histórico empate (21-21) entre Argentina y Nueva Zelanda, en 1985.

Por su parte, Bobe, fullback del equipo que venció 11-6 a Juniors Springboks el 19 de junio del 65, explica que “es muy fuerte la emoción de vestir la camiseta del seleccionado. A nosotros nos hacía cosquilla la panza, teníamos una rara sensación de querer llorar de emoción por lo que estábamos haciendo, lo mismo que les pasa, ahora, a los chicos cuando cantan el himno. El amor por esta camiseta no va a cambiar por ser o no profesionales. Mirá a los All Blacks, que cuando terminan de jugar o entrenar se van a ordenar el vestuario”.

Cada uno lo vive a su manera. Tienen diferentes motivos, pero relatan sus inicios con la misma alegría por recordar detalles del pasado, de sus primeros pasos cerca de una guinda. “Yo practicaba deporte con muchas ganas, jugaba al fútbol, al tenis, al squash, al rugby, pero ser un deportista importante no pasaba por mi cabeza. Representar a un seleccionado y jugar en ese nivel era algo que no podía imaginar”, recuerda Sansot, que jugó su primer partido en el seleccionado de 1975. En cambio, Roncero, integrante de Los Pumas que consiguieron el tercer puesto en el Mundial 2007, tiene presente cuáles fueron sus primeras imágenes del seleccionado. “Algún partido entre Los Pumas y Francia, en Ferro, también otro contra los All Blacks, en Vélez. Pero lo que más presente tengo es la primera línea conformada por Serafo -Dengra- y Diego Cash, me encantaba mirarlos”, cuenta.

“Cuando venía al CASI siempre veía a los jugadores de la Primera que estaban en Los Pumas. Soñaba con jugar en el club y en el seleccionado. Iba mucho a Vélez a ver a la generación del 80, estaba el Chapa, Allen, Travaglini, Courreges, muchos jugadores que eran de mi club. Haber llegado al seleccionado fue un sueño cumplido, una experiencia que me hizo crecer mucho como jugador y entrenador”, analiza Phelan, que se dio el gusto de jugar los mundiales de 1999 y 2003, además de ser el entrenador en la última Copa del Mundo de Nueva Zelanda.

La mesa, rodeada por siete figuras del rugby argentino, tiene en un extremo a Cazenave y Silveyra, dos leyendas que cada tanto levantan la vista y observan a Juan Manuel Leguizamón. Mientras, el único Puma actual invitado destaca su origen: “Vengo de una familia muy fanática del rugby. Desde los 4 ó 5 años miraba al seleccionado con mucho entusiasmo, con ganas de decir ‘yo soy tal o cual de los que estaban en ese momento’. Al ser tan fanático me volvía loco por tener la posibilidad de jugar con esta camiseta”.

De repente empieza la ronda de fotos y videos, el escenario comienza a moverse. La locación es inmensa, con variantes como una gran terraza, un salón o el sector donde están las mesas de billar. En ese instante, en medio de la producción, Cazenave lo mira a Silveyra y le dice: “Vos fuiste el que le dijo al periodista que el escudo era un Puma”. Agustín sonríe, lo mira y asiente con la cabeza. Ahí comienza su versión de los hechos, una de las tantas que se cuentan. Admite que era imposible explicar que era la imagen de un yaguareté, pero aclara: “Yo estaba fumando en el pasillo y un cronista sudafricano me preguntó qué era lo que teníamos en el escudo. Me hablaba en inglés, me decía si era un tigre, un león y yo le respondía que no. Hasta que me dice ¿es un Puma? Ahí le hice un gesto como dándole la razón y le dije 'more or less' -más o menos-, luego apareció ese apodo en los diarios de allá”, narra entre risas.

En cada rincón se escucha una anécdota diferente, todos tienen algo que decir o preguntar. Dos hablan en la terraza, tres posan para el fotógrafo y otros tres siguen sentados a la mesa. Pero… ¿Son 8? Las cuentas no dan. El recuento tampoco.

Acá hay un infiltrado. Un hombre mayor, de estatura baja y con sus canas al viento, pero que tiene como principal característica una sonrisa de oreja a oreja. Sigilosamente se incorpora a la mesa y charla con algunos de los ex jugadores con total seguridad. La nota continúa con normalidad, pero es momento de saber quién es y por qué tiene un ida y vuelta fluido con Cazenave y Silveyra.

Disculpe, ¿usted conoce a los entrevistados? “Sí, eran mis ídolos... Nosotros usábamos sus nombres”, contesta sin dudar. La intriga va en aumento, al mismo tiempo que él no deja de sonreir y agrega “Yo soy Perita García, tengo 15 años menos que ellos”.

Ya con más información llega la repregunta. ¿Cómo es eso de que usaban sus nombres? “Claro. En mi época, cuando jugaba en Atlético del Rosario -luego en CASI-, yo era Bobe Cazenave, otro era Pochola Silva y así todos. Cada uno se ponía el nombre de uno de Los Pumas del 65, eran nuestros ídolos, hicieron algo increíble en Sudáfrica”. Ahora se entiende la emoción, Perita está en su salsa y disfruta una charla que no imaginó al despertar.

El personaje pintoresco se roba la atención por un momento, pero también da un golpe de efecto a la hora de saber que no hay mejor manera de entender qué significa el seleccionado argentino del 65 que encontrarse con alguien que vivió el momento como un hincha. Se puede conocer al pie de la letra la gesta histórica que dejó una huella para siempre en el rugby argentino, pero para tener una real dimensión de lo acontecido, basta con tener a Perita al lado por unos minutos y observar la admiración por sus ídolos.

50 años. Toda una vida. Un viaje a lo desconocido generó el inicio del mundo Puma, una fábrica de coraje que no deja de sorprender década tras década y desde hace tiempo goza de un gran respeto a nivel internacional.

Las diferencias son obvias, pero los ingredientes los mismos, y si no, sólo hay que escuchar a Cazenave, que en los últimos instantes de la reunión alecciona sobre cómo vivir el rugby de hoy en día. “En 2007, las ganas de vestir esta camiseta y de defender estos colores hicieron que se le gane a Francia dos veces. Esos muchachos tenían una garra tremenda, tenemos que sacarnos los prejuicios sobre el profesionalismo. Tanto nosotros allá por el 65 como ellos en ese Mundial demostramos el mismo amor por el seleccionado”, sentenció uno de los que forjó la historia en estadios como Ellis Park.

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