Damián DidonatoCopa América 9y

Que sirva para tomar impulso

BUENOS AIRES -- La cruda realidad marca que la Selección Colombia estuvo a un penal de meterse entre los cuatro mejores de la Copa América. Esa es una parte de la historia, la que habla de los números y la frialdad del resultado. La otra, la que tiene que ver con el juego, indica que la actuación del equipo nacional no fue digna de un semifinalista continental. Allí es donde se debe posar la mirada a la hora de analizar este campeonato de la Tricolor. En cuanto al rendimiento, Colombia dio un paso atrás con respecto a la hecho en la Copa del Mundo.

La Tricolor llegó a Chile con el objetivo de afianzar los logros obtenidos en Brasil. No lo consiguió pero eso no borra todo lo positivo de la gestión de José Pekerman. Para nada. De hecho, el haber competido hasta las últimas consecuencias confirma que la mentalidad del jugador colombiano cambió. Hoy, todos creen que le pueden ganar a cualquiera, incluso cuando no juegan bien. Eso quedó en evidencia más que nunca en este campeonato y es lo que se debe rescatar. Casi lo único.

Los errores tienen más que ver con bajos rendimientos individuales que con malas decisiones tácticas del cuerpo técnico. Antes de la Copa se sabía que muchos jugadores llegaban con una larga inactividad y que otros sufrían el trajín de la temporada. Además, hubo bajas sensibles antes y durante la competencia. Y aquellos hombres que brillaron en el Mundial, estuvieron muy por debajo de su mejor nivel en Chile.

Contra Argentina, Colombia jugó su peor partido en mucho tiempo. Inconexo entre las líneas, sin claridad con la pelota ni prepotencia en la marca, con poca rebeldía para aprovechar los errores del rival y casi nula vocación ofensiva. Evidenció problemas que ya había mostrado contra Venezuela y Perú y profundizó otras dificultades. No perdió en los noventa minutos porque tuvo a un David Ospina descomunal y porque el equipo de Messi falló una y otra vez en la definición.

Pekerman decidió jugar con Alex Mejía como único mediocampista central y con Víctor Ibarbo como interior. Ese esquema táctico sorprendió porque los mejores momentos de este Seleccionado se vieron con un doble cinco. Es cierto que las bajas de Carlos Sánchez y Edwin Valencia complicaron mucho el panorama, pero el cambio de estrategia no fue bien aceptado por el equipo.

Tras esos primeros minutos en los que Argentina se movió con total libertad en el mediocampo y Colombia sufrió con y sin el balón, el entrenador entendió que debía cambiar. Teófilo Gutiérrez salió muy enojado e ingresó Edwin Cardona. La idea era buena, recuperar un poco el control del centro del campo y tener más la pelota. Pero tampoco funcionó. El ex Nacional no pudo juntar la líneas y la Albiceleste siguió superando las instancias de presión con pelotazos y gambetas.

Colombia equivocó el camino. Entendió que para ganar -o empatar- debía poner la intensidad en el choque, en la lucha, en la fricción. El problema es que este equipo no creció en ese ámbito. Esta Selección se hizo grande desde el toque, desde la propuesta de ataque. Pegó mucho, marcó con fiereza a un Lionel Messi que las pidió todas y que jugó un gran partido. Algunos dirán que está bien, que logró el objetivo. Sí, pero lo logró más por azar que por el triunfo de un plan.

Contra Brasil ejecutó una idea similar, pero lo hizo con mayor conciencia grupal. Y también lo hizo sin descuidar la búsqueda del arco rival. En este encuentro de cuartos de final, Colombia casi no pateó al arco. Y esa no es la esencia de este grupo tan exitoso. Decidió no dejar jugar al adversario y se olvidó de la gran cantidad de posibilidades propias. En ese contexto, exigirle que aparezca a James Rodríguez parece egoísta. No hay fenómenos sin un apoyo colectivo.

Un sólo gol en cuatro partidos es demasiado poco para un Seleccionado que está entre los ocho mejores del mundo y quiere más. Las bajas y la inactividad de muchos de sus elementos no son una excusa, sino que son una razón. Pero queda la sensación de que, con lo que tenía, podría haber hecho más. No sólo desde el resultado, sino sobre todo desde la propuesta de juego.

Queda la sensación de que este plantel no puede jugar peor de lo que jugó en la Copa América. Aún así, estuvo a punto de alcanzar las semifinales. Porque tuvo suerte y también tuvo un arquero de primer nivel mundial. Ospina demostró por qué es uno de los líderes y referentes del plantel. Sacó pelotas imposibles y desde su figura se levantó la posibilidad -lejana- de la victoria.

Pekerman debe seguir trabajando para mejorar los errores y hacer que los futbolistas aprendan de este torneo. El piso es este y en las Eliminatorias sólo queda mejorar. Esta Selección Colombia se ganó la confianza de todos.

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