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El secuestro de Leo y Carlitos

SANTIAGO DE CHILE - De pronto, el conventillo se alejó de golpe de la ciudad de Santiago donde los chilenos seguían festejando locos de alegría y no es para menos. Van a jugar la final contra Argentina.

En fin, lo cierto es que en pocos segundos quedamos sobre los picos de la Cordillera y el conventillo se dio vuelta en el aire, a causa de un gran viento, de esos típicos de las zonas montañosas, onda zonda, o Monzón. Ya. Todos los inmigrantes que estábamos en el conventillo y que vivíamos en el centro de Buenos Aires hasta hace muy poco, caímos de refilón sobre un gran nido de cóndor andino.

Lo peor de la situación es que justo en ese momento en que posábamos nuestros hermosos y atléticos cuerpos de seres muy bien alimentados, los pichones de cóndor rompieron el huevo y nos entraron de picotazos con mucha hambre.

¡Cada cóndorcito tenía puesta la camiseta de la selección chilena! ¡Nos queríamos matar! ¡Pero ellos nos querían comer! El nido estaba sobre la parte más alta de la cumbre de una montaña gigantísima. Con nuestras cabezas tocábamos el culo de las nubes, para que se imaginen a qué altura sucedía la escena.

¿Por qué nos sucedían estas cosas? No era para analizar nada, sino para salir corriendo si no queríamos ser hamburguesa para los cóndores. Fue así que nos lanzamos a todo tren en picada por la ladera de aquella montaña, pero los cóndores no se quedaron atrás y planeaban detrás nuestro dándonos asesinos picotazos.

Comenzamos a dar vueltas por la nieve hasta que nos convertimos en una bola que, a medida que descendía por la ladera, se iba convirtiendo mas grande y más grande y cada vez más grande y arrastraba consigo ramas, piedras, lodo, pinos, arrayanes, cipreses, osos polares, mulitas de las pampas, canarios, estorninos, y todo tipo de insectos que osarán cruzarse en nuestra alocada huida.

En otro lugar de la escena, en el campo de entrenamiento de la selección argentina, Messi y Tevez conversaban felices soñando jugadas para el sábado. De pronto, Carlitos, el jugador del pueblo, le dijo al mejor de la historia.

- Lío, mirá en esa montaña, hay una avalancha!

- Oh, sí, Carlitos, tenés razón, hay una gran bola de nieve que viene para acá.

- Y detrás de ella vienen volando pequeños cóndores...

Ni Leo ni Carlitos, terminaron de sorprenderse cuando ya entrábamos rompiendo los alambrados y chocándonos con uno de los arcos del entrenamiento de nuestro seleccionado.

La explosión de nieve y de materia orgánica fue tan fuerte que quedamos tendidos en el cesped suave de la cancha. Leo y Carlitos, corrieron a ver si necesitábamos ayuda. Pero no tuvieron tiempo porque en ese segundo les cayeron los cóndores encima dos a cada uno. Con sus garras los alzaron y se lo llevaron al pico de la montaña, a su nido.

Quizás todo sea una trampa de la Conmebol, o una jugarreta de la FIFA, o de la dirigencia del fútbol chileno, no lo sabemos. Lo cierto es que los cóndores se llevaron a los dos máximos jugadores de la historia del deporte argentino. Ahí, permanecen, en un pico de la Cordillera, encarcelados en un nido gigante de cóndores hambrientos y nacionalistas.

¿Qué haremos para recuperar a nuestros cracks? ¿Tendremos que entregarle la Cordillera a Chile?

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