Carlos Bianchi 9y

Dos finalistas merecidos, un favorito

BUENOS AIRES -- La Copa América 2015 tendrá una final entre los dos equipos que se destacaron claramente por encima del resto: el local Chile, el más goleador del torneo, y Argentina, el que más oportunidades creó.

No es casualidad que así sea y es bueno para el fútbol que los dos tengan propuestas ofensivas. Cada uno con su libreto, uno más frenético y vertical y el otro más pausado y asociado, ambos tienen el arco de enfrente entre ceja y ceja.

Eso sí, cada uno resolvió su semifinal de una manera diferente, un poco a contramano de lo que venían mostrando hasta ahora. Mientras que Chile llegó a semifinales con más margen y le costó mucho doblegar a un Perú en inferioridad numérica, a Argentina se le abrió finalmente el arco e hizo todos los goles que no había podido concretar en sus cuatro partidos anteriores.

¿Marca esto una tendencia para la final? No necesariamente, aunque Chile tiene muchos más motivos para preocuparse que Argentina, que es sin duda mi favorito a quedarse con el título.

Aclaro, aunque no debería hacer falta, que hago este pronóstico en base a argumentos futbolísticos y no enfundado en bandera alguna. Si los dos hacen su juego y cada uno rinde en el nivel en el que lo desean, Argentina tiene una capacidad de lastimar que no tiene Chile ni quizás equipo alguno en el mundo.

Es que la actuación de Argentina en el 6-1 frente a Paraguay tiene que generarle preocupación a Sampaoli, ya que vio cómo un equipo que salió a presionar y cambiar golpe por golpe terminaba siendo superado en todos los sectores. ¿Será un aviso sobre cómo conviene plantársele al subcampeón del mundo el sábado?

Es cierto que hasta el primer gol, el de Rojo de pelota parada, los de Martino no habían llegado y en cambio Santa Cruz había desperdiciado una chance clara, pero a partir de entonces el partido tuvo un dueño exclusivo.

A diferencia del primer partido, el de la fase de grupos, en el que Paraguay esperó demasiado a Argentina, esta vez salió a jugar de igual a igual. El problema es que, parado así, abrió espacios atrás, justamente los que necesitan Messi y compañía para desplegar esa sumatoria letal de velocidad y precisión.

El segundo gol, el de Pastore, fue una clara muestra de eso, combinado con la excelencia en el recurso individual que pone a los hombres de ataque argentino entre los mejores del mundo. El del PSG controló sin perder velocidad, acomodando la pelota para ganar el espacio que necesitaba para disparar a la carrera.

Si el descuento de Barrios había prendido una luz de alarma, cuando llegó el tercero apenas empezado el segundo tiempo ya no quedaron dudas. Es que fue más de lo mismo: con un Paraguay adelantado, la secuencia de pases Biglia-Mascherano-Messi-Pastore terminó con una definición impecable de Di María.

Todo lo que siguió corrió por los mismos carriles: Paraguay obligado a buscar y Argentina esperándolo para aprovechar la cancha abierta. Pastore confirmó la gran copa que está haciendo, transformándose en una alternativa de creación para cuando Messi no aparece. Y hablando del mejor del mundo, sin haber anotado jugó un gran partido, en un rol de distribuidor/asistidor más parecido al que desempeñó en el arranque de la temporada en el Barcelona de Luis Enrique.

Pero volviendo a las preocupaciones de Sampaoli: seis goles en el partido en el que Argentina menos monopolizó la pelota ponen en guardia a cualquiera. Y más a un equipo como Chile, que apuesta a presionar arriba y a soltar a sus hombres de atrás para sorprender llegando por lugares poco habituales.

Si a Argentina hay que achicarle los espacios y no agrandárselos, Sampaoli claramente tiene un dilema. Por ese estilo frontal es que Chile queda demasiadas veces mano a mano atrás, tal como le sucedía al Barcelona de Guardiola.

Así fue que pasó apuros en varios partidos y ante rivales inferiores, como la versión B de México o un Perú con 10 hombres durante gran parte de la semifinal. Tendrá que pensar muy bien qué partido hacer y cómo, sin dejar de atacar, hacerlo de manera inteligente.

El sufrimiento ante Perú, que con un esquema mucho más conservador hizo un partido casi perfecto incluso después de la expulsión de Zambrano, debe servirle de lección. Porque otro factor que entra a jugar a esta altura del torneo y que probablemente se notó en la primera semifinal es el cansancio.

El ida y vuelta constante que propone Chile, más la presión asfixiante a la hora de recuperar, necesariamente tiene un precio, que se paga a medida que corre el reloj en los dos extremos del arco. Adelante hay menos aire para desequilibrar o para pensar y resolver en fracciones de segundo, mientras que atrás la cancha a cubrir se hace cada vez más extensa. Y eso ante delanteros como los argentinos puede ser una diferencia decisiva.

Argentina, en cambio, tiene a su favor un juego más pausado y pensado, y eso sin resignar el aspecto ofensivo. Además tiene recambio de primer nivel en todas sus líneas, pero sobre todo adelante, donde hombres como Higuaín o Tevez pueden hacer la diferencia a la hora en la que las piernas de los defensores pesan un poco más.

Chile tendrá que hacer su mejor partido, y en eso serán clave dos hombres que todavía no mostraron su mejor cara: Vidal y Sánchez.

El mediocampista parece contenido después del incidente que protagonizó en la fase de grupos. Es como si estuviera todavía perturbado por la sensación de haberle fallado al grupo. Pero puede cumplir un rol clave en la final como apoyo en la marca para frenar a Messi en sus clásicas incursiones de la derecha hacia el centro. En eso Sampaoli probablemente imite a Pekerman y le ponga una marca al 10 argentino.

El otro que tiene que aparecer en su máximo potencial es Alexis Sánchez. Como si estuviera en el Arsenal, luce más preocupado por organizar el juego y asociarse que por hacer valer su poder en los últimos metros. Y como Chile apuesta a ser dominador, eso le deja menos espacio para aprovechar su velocidad.

Con Argentina podría tener un poco más de lugar que el que encontró en lo que va de la competencia. De una manera u otra, tendrá que sacar todos sus recursos ante una línea de cuatro sólida, a la que se suman dos volantes como Mascherano y Biglia con mucho aporte defensivo.

De cualquier manera, es bueno que a la final lleguen los dos que más demostraron y más lo merecen. De ambos lados hay dos generaciones brillantes, de las mejores que haya dado el fútbol de sus respectivos países. Solamente queda disfrutar de una final que pinta apasionante.

Felicidades.

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