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Cuenca: Un plan perfecto

Cuenca ganó en fallo unánime Ramón Cairo

BUENOS AIRES -- Humilde, callado, sin estridencias, trabajador, respetuoso y ordenado. Así es César René Cuenca. Tiene un perfil tan bajo que cuesta ubicarlo en el medio de un salón bullicioso. Pero, como suele ocurrir, a veces el trabajo, el orden y el esfuerzo, también tienen su gran recompensa. Y hoy, este boxeador de pocas palabras y de estilo pulido y sin explosión, es el nuevo campeón mundial de los superligeros, tras ganarle al invicto Ik Yang, en el Venetian de Macao.

Cuenca, de 34 años, y profesional del boxeo desde los 21, suma ahora 48 peleas, todas ganadas, con solamente 2 victorias antes del límite (“La primera vez que gané por nocaut casi me asusto”, confesó alguna vez).

Mientras tanto, su rival, Yang, sufre su primera derrota en 20 peleas, de las cuales ganó 19, 14 de ellas antes del límite.

Habíamos afirmado en la nota previa que esta diferencia en cuanto a la experiencia de cada uno, podría ser un factor importante para el argentino. Y lo fue. Cuenca, que fue postergado durante años para una chance mundialista porque se lo acusa de tener un “estilo aburrido, que no le gusta a la televisión”, pudo finalmente acceder a esta chance. Y no la desaprovechó.

Zurdo, tiempista, peleando de lejos, sin caer en el fragor de la pelea caliente salvo cuando no hay otro camino, el argentino, nacido en Tres Isletas, en la provincia del Chaco, derribó a su rival en el primer asalto.

Fue, más que nada, un clásico choque entre un zurdo y un derecho, pero le sirvió a Cuenca para arrancar con un 10-8 a su favor.

Su técnico de siempre, Mario Tedesco -el mismo que llevó a campeón mundial a Pepe Balbi-, insistió hasta el cansancio con el mismo tema: “Dicen que es aburrido, pero la noche que tenga la oportunidad, César les va a demostrar que también puede pegar además de boxear”.

Y el plan funcionó, porque Yang, limitado justamente por el boxeo cerebral de Cuenca, que en muy pocos momentos le ofreció un blanco fijo, cayó en el pozo de depresión que suele ocurrirle a los noqueadores: al no poder meter una mano definitoria, empezó a desesperarse.

Fue en el quinto round, cuando ya Cuenca había tomado el control del combate, en donde Yang logró, forzadamente, complicarlo al rival, obligándolo al cambio de golpes.

Lo atropelló el chino, y en medio de acciones confusas, llegó con una derecha que dio por tierra con el boxeador argentino: 10-8 en su contra, y el primer momento de desequilibrio para este hombre que es manejado por Osvaldo Rivero.

No fue una acción que entrañara peligro para Cuenca, pero que si marcó el rumbo de la pelea. Ni el argentino se apartó de su libreto, ni el chino pudo ejercer una presión diferente como para no dejarlo pensar al rival. Y dejarlo pensar a un contragolpeador que nunca pierde la calma, suele ser un mal negocio.

Eso le pasó a Yang: persiguiendo al adversario en línea recta, lanzando pocos golpes al cuerpo y apostando todo a una derecha a fondo a la cabeza, le permitió a Cuenca seguir fiel a su libreto, hasta el final del combate.

Si el décimo fue el mejor –o uno de los mejores asaltos- del ahora nuevo campeón, el último fue una pesadilla para Yang quien, impotente, tomó al rival en una toma digna del wrestling y lo puso de espaldas a la lona.

Pero, como esto es boxeo, el referí filipino Dampex Tapdasan –de muy buena labor-, le descontó un punto... El jurado falló de manera unánime a favor del argentino: 117-110; 115-110 y 116-109.

Ganó Cuenca, en la misma división en donde reinaron Nicolino Locche, Ubaldo “Uby” Sacco, “Látigo” Coggi, Marcos “El Chino” Maidana y Lucas Matthysse. Ganó la frialdad, la inteligencia, el plan perfectamente ejecutado y la experiencia. Ganó también un profesional serio, callado, silencioso, humilde y que cumplió con su palabra.

Le gusta su apodo, “El Distinto”, porque así se siente y porque así ejecuta su boxeo: “El día que tenga una chance no la voy a desaprovechar”, nos dijo más de una vez. Cuenca cumplió su plan a la perfección. Un plan que incluyó humildad, trabajo y esfuerzo. Ni más ni menos...