Washington Cucurto 9y

Carlos Tevez en La Boca

BUENOS AIRES -- Como la mayoria de los argentinos se imaginarán, el barrio de La Boca explota con la llegada del gran jugador. Y no es para menos, Carlitos Tevez llegó y ya puso en relieve la esperanza. A partir de ahora, ¿Boca Juniors está para cosas grandes? Parece que sí.

En el barrio se instaló un extraño puesto de preguntas y respuestas. En la esquina de Brandsen y Necochea, dentro de un viejo bar de esos que recuerdan a los tangos de El Polaco Goyeneche, aparece este extraño aparato.

Los vecinos quieren saber hasta donde llegará Boca Juniors y usando uno de los métodos del Apache, la Fe y la buena energía, dirimen posibles destinos.

“Están juntando buena energía para el partido de mañana”, me dijo un vecino. La idea es que cada hincha o vecino o cualquier persona venga y deposite su buena energía, su esperanza y su fe en está máquina que luego será transmitida al Jugador del Pueblo.

Y me llamaron especialmente para que la pruebe, para que aporte mi granito inmenso de esperanza. Y la verdad, es que no me puedo negar. De pronto, me encontré delante de la gran máquina, tenía luces por todos lados y una chimenea a un costado que no paraba de largar humo. Parecía una quimera, una especie de salamandra que quemaba energía. Me dio mucha impresión.

- Acercate, Cucu, dale toda tu energía para que Carlitos la rompa en Boca, por el bien del club.

Me quedé temblando, por un momento pensé que tenía que arrojar mi cuerpo adentro de la máquina, como en un sacrificio.

- ¿Y dale, Cucu, qué esperas?, me preguntó el vecino.

- No sé, qué hacer.

Sonaron las carcajadas de todos los que estaban en ese bar donde solía cantar Carlos Gardel, a metros de las cantinas de La Boca donde Leonardo Favio filmó su impresionante film Gatica.

-¡Pero qué tengo que hacer, diganmé muchachos, en vez de reírse!

- Es fácil, ponete delante de la máquina y pensá en lo mejor para el fútbol de Boca...

- Pero ¿y cómo hago eso?

- Como hacen todos los hinchas, Cucu. Con mucha esperanza y fe. Si hay algo que caracteriza a los hinchas del mundo es su fe en el futuro, en su club, en el jugador amado...

Me quedé pensando y me di cuenta que yo no tengo fe. La perdí hace tiempo. Así que saqué lo mejor de mí e intenté convencer a todos de que le transmitía lo mejor de mí al gran jugador.

Me miraron sorprendidos y un poco decepcionados. Un vecino me empujó y riéndose me dijo: "Cucu, cortala vos no tenés ni un poquito de fe..." Se puso él delante de la máquina y el horrendo aparato comenzó a chillar y a chiflar por todos lados: "Ahí fue mi fe, Cucu, toda enterita para el gran jugador..."

Me quedé en silencio, en un costado, mientras otro hincha hacía reflichar el doble a la máquina que ya sacudía las chapas del techo. ¡Increíble!, pensé. Hay gente que con su fe mueve montañas. Y de eso se trataba.

Poner lo mejor de uno para otro. Algo que siempre me costó, señores. Por eso dejé de ser hincha del Rojo de Avellaneda.

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