Martín Urruty 9y

Milagros inesperados

BUENOS AIRES -- Sean bienvenidos los milagros inesperados, la combinación más o menos fortuita de sucesos que agitan la modorra, despiertan entumecidas emociones y renuevan los atractivos de la sexagenaria Fórmula Uno. El Gran Premio de Hungría, justo en la 30ª edición desde que Hungaroring apareció en el calendario a mediados de los 80 detrás de la Cortina de Hierro, promovió casi todo cuanto puede esperarse de una carrera en estos tiempos. Como para agregarle un matiz más, Sebastian Vettel venció por primera vez en Budapest, y con Ferrari, el equipo al que parecía destinado el fallecido Jules Bianchi, algo que el alemán recordó en su festejo con la escudería de Maranello.

Si la largada suele ser una de las pocas ocasiones que ofrece un Gran Premio moderno para alterar el orden establecido en clasificación, la décima fecha estuvo plagada de vaivenes. Antes del inicio, incluso, hubo una sorprendente infracción de Felipe Massa, quien se ubicó incorrectamente en el cajón, lo que derivó en una sanción para el brasileño y una nueva vuelta previa. El primer sacudón fue no bien se apagaron los semáforos, cuando las Ferrari de Vettel y Kimi Räikkönen saltaron adelante de los Mercedes de Lewis Hamilton y Nico Rosberg, ocupantes de la primera fila. Eso cambió los planes de unos y otros. Unos metros más adelante, también en giro inicial, Hamilton quiso apurar a su compañero en la chicana, el alemán cuidó su lugar y el inglés terminó cortando por la cama de frenado: cayó al 10° lugar.

Otra carrera -imprevisible- estaba en marcha, en una pista que no ofrece lugares para sobrepasos, pero en la que sólo Hamilton había podido ganar desde la pole position -tres veces- en los diez años anteriores. El retraso del bicampeón, combinado con la expectante tercera ubicación de Rosberg, tenía implicancia directa en la pelea por el título. Mientras Hamilton y sus ingenieros intentaban combinar buen ritmo y aprovechamiento de estrategias ajenas para recuperar parte de lo perdido, el campeón sufría detrás de Daniel Ricciardo, eficiente con el Red Bull en las zonas más trabadas pero vulnerable en la corta recta principal debido a la unidad motriz Renault. En la primera de las dos paradas agendadas en boxes, Mercedes optó por distinta estrategia para sus pilotos: a Rosberg le colocaron los neumáticos medios; a Hamilton, otro juego de blandos como para que continuara el ataque.

Aunque Vettel parecía sólido en la punta, la segunda colocación de Räikkönen estuvo bajo amenaza de Rosberg durante buena parte del recorrido. Hasta que el generador de energía cinética de la SF15T pereció y la Ferrari del finlandés perdió unos 160 caballos de potencia. Räikkönen quedó indefenso y el sueño de doblete de la Rossa, roto. Justo en ese momento colapsó el alerón delantero del Force India de Nico Hülkenberg al final de la recta principal, cuando el alemán viajaba a unos 320 km/h y empezó a frenar. El coche, como un proyectil, salió directo hacia las defensas de neumáticos. Por poco pudo evitar colectar a Valtteri Bottas, que marchaba adelante, al tiempo que Daniil Kvyat, quien iba detrás, recibía los detritos del Force India. Esto produjo la neutralización con auto de seguridad virtual, lo que obliga a mantener las diferencias entre pilotos y fue aprovechado por la mayoría para cumplir con la segunda detención en boxes. Force India, se recuerda, ya había sufrido una falla técnica el viernes, cuando se rompió la suspensión trasera del auto de Sergio Pérez.

En esa detención, Rosberg y Mercedes optaron por un nuevo juego de gomas medias, una medida que no parecía pertinente para atacar en el cierre del Gran Premio. Además, poco después la neutralización fue con el auto de seguridad regular porque así lo requería la limpieza de la pista. Eso licuó las diferencias y comprometió la victoria de Vettel. Fue entonces cuando hasta Hamilton pensó que podía triunfar por quinta vez en Hungaroring.

Los lances posteriores a la reanudación terminaron dándole la forma final a la carrera. Räikkönen salió de escena: hasta paró en boxes, donde detuvieron el motor, reiniciaron los sistemas, volvieron a darle marcha y el problema persistió, lo que determinó su abandono. Los Mercedes se apuraron: Hamilton encaró a Ricciardo en la primera curva, entró pasado y lo golpeó. Esto le dañó el spoiler -que debió entrar a cambiar- y lo cargó con una penalización -pasada obligatoria por boxes- por haber ocasionado el choque. Hamilton quedó entonces último en la fila, desesperanzado, aunque con mucho mejor ritmo que los Sauber que tenía al frente. Aún le quedaban opciones -y vueltas- para salvar algunos puntos.

La apuesta de Rosberg por los neumáticos medios lo quitó de la pelea por la victoria y lo dejó expuesto al ataque de Ricciardo. El australiano se excedió al intentar ganarle el segundo lugar, se pasó de largo en la primera curva, y al volver tocó al Mercedes, le pinchó la trasera izquierda y dañó su propia ala delantera. Esa consecuencia sacó a Rosberg del podio y del potencial liderazgo en el Mundial. Ricciardo volvió con ala nueva detrás de su compañero Kvyat para completar un inesperado doble podio de Red Bull al tiempo que el ruso logró el primero de su campaña.

Cuando Hamilton creía utópico siquiera anotar en Hungría, terminó estirando la diferencia con Rosberg en el Mundial. No es poco en la competencia en la que no hubo Mercedes en el podio después de 29 fechas y por primera vez desde el Gran Premio de Brasil de 2013. Entre tanta mezcla, el mazo dejó a Max Verstappen en un inédito cuarto lugar en su primera temporada mundialista y propició el mejor final de Fernando Alonso desde que volvió a McLaren. La nueva unión McLaren-Honda anotó con sus dos pilotos por primera vez.

La segunda victoria de Vettel con Ferrari fue la 41ª del cuádruple campeón, que igualó así la cifra obtenida por Ayrton Senna. El alemán, que ofrendó su logro a la memoria de Bianchi, es uno de los tres máximos vencedores de la historia. El máximo ganador de todos los tiempos, Michael Schumacher, había sido el anterior ganador con Ferrari en Hungaroring, en 2004. Otros tiempos, años de dominio de la Scudería, que con aquella victoria se aseguró su sexta Copa de Constructores consecutiva. En esos años no había milagros.

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