Alejandro Caravario 9y

Prueba de carácter

BUENOS AIRES -- Luego de la bochornosa eliminación en la Copa Libertadores, Boca enfocó el torneo local, la novedosa criatura de 30 equipos, como la única posibilidad de salvar el año. Y justificar un sistema de inversiones infrecuente para un equipo de estas latitudes.

Aunque no se enfrenten, el duelo sordo con River se ha profundizado desde la noche de la pimienta. Mucho más ahora, que el equipo de Gallardo arribó al casillero final de la Copa Libertadores.

La resonante incorporación de Tevez obliga a Boca mucho más. Su aporte estelar promete un juego de otra jerarquía, una apreciable ventaja sobre el resto de los mortales.

Hasta ahora no ha ocurrido. Y no importa porque, a los dirigidos por Arruabarrena, lo hecho les basta para mantener la punta en solitario. Mientras, se van ajustando (o no) las nuevas piezas.

En especial, el internacional Carlitos, con su deslumbrante palmarés bendecido en tierras europeas, que ha vuelto al terruño que extrañaba.

Boca, decimos, no ha despegado por su juego. Pero dio en cambio, ante Belgrano, una enorme prueba de carácter. De eficaz adaptación en momentos difíciles. Conducta indispensable para un equipo que se piensa campeón.

En un partido parejo, áspero y bastante aburrido, se sobrepuso en una escena realmente adversa. Si bien ganaba 1-0 por una carambola que facturó Gago, le echaron a dos jugadores (Pablo Pérez y Peruzzi, dos irresponsables) y la cancha se inclinó hacia Orión, mientras el estadio colmado presagiaba el empate y hasta el triunfo de Belgrano.

No obstante, con astucia y tenacidad defensiva, Boca aguantó. También se vio favorecido por la suerte y la mala puntería de Belgrano (el azar cuenta, así sucede siempre), pero le sobró firmeza para actuar en la emergencia.

Resulta demostrativo de la tarea de Boca el rol que asumió justamente Tevez. Privado de compañero en el ataque, terminó peleando solito, reteniendo la pelota y recibiendo algún suelazo.

Más que una estrella convocada para decorar un equipo de alto nivel, parecía uno de esos delanteros de equipo chico, que se ganan malamente el pan peleando en desventaja contra los vientos más poderosos.

Seguramente, Arruabarrena habrá abandonado el estadio de Córdoba con una satisfacción semejante a la que experimenta cuando sus pupilos golean. Perder dos futbolistas cuando las piernas empieza a pesar y el rival se viene no es un detalle más del juego. Frente a ese panorama, los hombres de Boca tuvieron reflejos y acudieron exitosamente a un plan B, que requería temple y organización.

No haber resignado puntos en una excursión tan exigente es un aliciente que expande las aspiraciones. Boca no lució –ni siquiera en defensa–, simplemente se atrincheró con dignidad para capear el temporal.

Sin embargo, jugadores y cuerpo técnico saben que esta prueba de carácter cimenta el perfil de candidato a campeón.

Se trata de un testeo que, en algún momento, todos los que sueñan con el título están obligados a atravesar.

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