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Banderas controversiales y silbidos agobian al Barcelona

BARCELONA -- Sin que se apagasen los ecos de la multa que le impuso la UEFA por la masiva presencia de banderas independentistas catalanas en la final de la Champions de Berlín, el Barcelona recibió un nuevo puñetazo desde la comisión antiviolencia de España: 66 mil euros de multa por la pitada al himno español en la final de Copa. Y en el Camp Nou no saben si reir o llorar.

El germen de la independencia se ha convertido en mucho más que una broma en Cataluña y el Barcelona se ha encontrado, sin pretenderlo, en el medio de un asunto que se le escapa de las manos, por cuanto no se considera arte ni parte de todo lo que le rodea y atiende con pesar e incredulidad las multas que se le acumulan.

“Llegaremos hasta el final con el tema de las estelades (las banderas independentistas)” afirmó Josep María Bartomeu en Estados Unidos, asegurando que como presdiente del club azulgrana “nunca frenaré a ningún socio o aficionado a que exprese libremente sus ideas”.

Buenas palabras, mejores intenciones… Pero difícil, por no decir imposible, solución.

Las fuerzas políticas que abogan por la secesión de Cataluña están encantadas con la presencia del Barça en el escenario. No es un secreto que el club es considerado uno de los mayores nexos de unión y atacarle, multarle, criticarle institucionalmente y ponerlo en la diana no hace otra cosa que aumentar las simpatías por la causa independentista.

Mientras, desde la entidad se mantiene un incómodo pero lógico silencio ante todo lo que va sucediendo. Pero no se puede evitar una amargura manifiesta dirigida, principalmente, a la UEFA, cuya relación con el Barcelona se entiende muy tirante.

“Es ridículo. Es alucinante… No se puede tomar de ninguna otra manera. Una multa por llevar una bandera, que ni tan solo es inconstitucional en España. Es de locos, pero lo peor es que desde España no solo se aplaude la sanción, sino que se considera inferior a lo que debería haber sido” se lamentó una fuente del Barcelona a ESPN, afirmando que, de entrada, el club deberá pagar esos 30 mil euros de multa y después recurrir.

Sin embargo, en el entorno del club, y más allá, en círculos culturales de Catalunya va creciendo una decisión que se sabe explotará en no mucho tiempo. Y que proclama que en el primer partido de la fase de grupos de Champions de esta próxima temporada el Camp Nou esté inundado por miles de esas mismas banderas, desafiando a la UEFA y a quien sea para defender una catalanidad del club que se quiere llevar al límite.

La multa de la Comisión antiviolencia, dependiente del gobierno español, alcanza en opinión del club el paroxismo de la ridiculez.

Hace pocos meses una reyerta entre aficionados ultras del Atlético de Madrid y Deportivo de La Coruña desembocó en la muerte de un aficionado del club gallego. Se dijeron muchas cosas y se escribieron otras tantas… Pero demostrado como estaba, como está, que tanto un club como el otro favorecen la presencia de esos aficionados violentos, la Comisión no actuó en su contra. Nada. Con la excusa que lo sucedido no fue en el estadio, no pasó absolutamente nada y Atlético y Deportivo pasaron por la tragedia de puntillas.

La libertad de expresión con una simple pitada a un himno ha provocado una reacción totalmente diferente desde el gobierno. Difícil de explicar más allá de las fronteras de España, la relación entre Cataluña y el gobierno central ha ido de mal en peor.

No es una situación nueva pero la globalidad del presente provoca que el fenómeno se conozca desde cualquier lugar del mundo. Pero sin que se sepan las causas, ni las razones de unos y de otros. “Cuanto más prohíbes una cosa, más fomentas que ocurra. Tratan a la gente como niños y lo único que consiguen es una reacción en cadena. Y que aumente. Y que convierta al club en un motor que no debería ser” apunta esa misma fuente del Barcelona, que expresa su temor en que cada partido en el Camp Nou se convierta en una suerte de manifestación.

En septiembre se celebran elecciones en Cataluña y su resultado puede provocar un sismo importante. Si las fuerzas favorables a la independencia, unidas en un solo grupo, consiguen la mayoría absoluta, la proclamación será un hecho. Y las amenazas de políticos de miras mínimas amenazando veladamente con una intervención militar (sí, en pleno siglo XXI y en una Europa moderna) no hacen más que aumentar todo ese sentimiento separatista.

En todo ello, el deporte no sabe, no puede saberlo, qué camino tomar ni qué hacer. El Barcelona proclamó su apoyo las fuerzas secesionistas pero es evidente que como club acabará estando al lado de la gente, de los propios habitantes, aficionados particularmente, del club. Y como en su caso debería esperarse lo mismo de todos y cada uno de los clubs del país. De cualquier disciplina.

“Hablan de separatistas sin caer en la cuenta que son separadores, que no hacen nada por acercar, sino que dividen” resumen desde el club. La guerra de las banderas, de los pitos y de las protestas se ha convertido en un problema mayúsculo para el Barcelona. Y quien lo ha fomentado, desde la UEFA y desde el gobierno, ha transformado al club azulgrana en una suerte de portavoz que no querría ser.