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Santamarina y un recuerdo histórico de Durban

El Cheto fue uno de los presentes en la anterior visita Puma a Durban. Getty Images

DURBAN (Enviado Especial) -- Hoy el tucumano José Santamarina es el manager deportivo del seleccionado y, sobre todo, hombre de plena confianza del head coach Daniel Horucade. Pero hace poco más de 20 años era el dueño de la camiseta número ocho de Los Pumas, formando parte de un pack de forwards temible, considerado en ese tiempo como uno de los mejores del mundo.

En etapa como jugador, el Cheto se puso la celeste y blanca en 23 tests matches. El primero, contra Nueva Zelanda en 1991. El último, ante Italia en 1995. Y en esa extensa lista hay uno que se relaciona íntimamente con el que, el próximo sábado, el seleccionado argentino disputará vs. Sudáfrica, por la tercera fecha de este acotado Rugby Championship.

El 27 de mayo de 1995, en el debut del seleccionado en la RWC, argentinos e ingleses se enfrentaron en el mismo estadio en el que el seleccionado verá acción en sólo seis días: el Kings Park, de la ciudad costera de Durban.

Hasta ahora éste había sido el único encuentro -en realidad lo será hasta el sábado- en el Los Pumas desplegaron su estela en dicho campo de juego, en un partido considerado como test match. “El recuerdo que tengo es bastante ambiguo. Nuestros forwards dominaron a los ingleses de punta a punta, pero lamentablemente no tuvimos una buena noche a los palos. Ni el Negro Crexell ni Lisandro Arbizu, que fue un pateador de emergencia, pudieron convertir en puntos todos los penales que tuvimos a favor. Todo los contrario sucedió del otro lado, porque Rob Andrews estuvo afiladísimo: seis penales y dos drops, que terminaron sentenciando el resultado final (24-18)”, cuenta Santamarina.

Esa noche, en la que la lluvia fue y vino de a ratos, los entrenadores Alejandro Petra y Ricardo Paganini mandaron a la cancha, del 15 al uno, a Ezequiel Jurado, Martín Terán, Diego Cuesta Silva, Sebastián Salvat -fue el capitán-, Diego Albanese -se le abrió la chance de ir de entrada por la lesión de último momento de Francisco García-, Lisandro Arbizu, Rodrigo Crexell, Cristian Viel, José Santamarina, Rolando Martin, Pedro Sporleder, Germán Llanes, Patricio Noriega, Federico Méndez y Matías Corral. “Fue el primer partido de ese Mundial y, la verdad, estábamos muy confiados. Pero finalmente nos fuimos con las manos vacías habiendo apoyado dos buenos tries y con el ingoal invicto”, recuerda el tucumano.

El Cheto habla de esos tries y su mirada se pierde en algún cajón de su memoria. Sabe que una de esas dos conquistas quedó en la retina del ambiente del rugby, tanto por lo brutal y efectiva como por la polémica que levantó: La Gran Cacho.

Se trataba de una jugada preparada y que le debía su nombre a que en la Argentina la utilizaba Biei y el que la definía era Marcelo Cacho Urbano. ¿Cómo era? El pack, de un penal a cinco yardas, llevaba adelante una acción coordinada que impulsaba a un primera línea hasta aterrizar en el ingoal contrario. En la RWC de 1995 el que se puso la pilcha de Cacho fue el Pato Noriega, quien fue justamente el que esa noche le apoyó a los ingleses -el otro fue de Lisandro Arbizu-. “Para frenarla tenías que tirar a dos o tres tipos adelante para que se suiciden”, contó alguna vez el Yankee Martin.

En la injusta derrota ante Inglaterra, esta jugada fue convalidad por única y última vez a nivel internacional. “Después de ese día no nos dejaron hacerla más. Es más, antes del partido siguiente, contra Samoa, el árbitro, en el vestuario, le dijo a nuestro capitán, el Bebe Salvat, que si la hacíamos nos iba a cobrar penal en contra”, recuerda Santamarina, que continúa con su relato. “Irónicamente, a falta de unos pocos minutos para el final, tuvimos un penal a cinco yardas. Si la hacíamos, te aseguro que llegábamos al try y ganábamos. Pero nos quedamos con lo que nos dijo el referee y pedimos scrum. Finalmente, los samoanos se las rebuscaron para girar la formación y terminamos perdiendo la pelota y el encuentro (32-26). Hoy me arrepiento de no haberla hecho igual, porque hasta ese momento no había ninguna reglamentación que la prohibiera. Siempre me quedé con la espina atragantada”.

El Cheto se quedó con la amargura de lo que podría haber sido y no fue. Pero su bronca va más allá de esa jugada puntual, trasciende a La Gran Cacho. Porque es consciente de que aquel equipo, que ya desmotivado también cayó contra Italia (31-25) en el tercer partido, estaba para llegar bastante más alto de lo que llegó.