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Ahora empieza lo mejor

BUENOS AIRES - Finalmente, Rodrigo Mora permanecerá en River. A pesar de que había un acuerdo para que continuara su trayectoria en Al-Nassr, club árabe al que entrena su compatriota Jorge Da Silva (ex River también), el delantero lo pensó mejor y decidió quedarse.

Querido por el público de River y destacado entre las preferencias del técnico Marcelo Gallardo (uno de los que trató de disuadirlo de emigrar), podría sospecharse que Mora hizo una elección sentimental. Pero todos sabemos que en fútbol profesional nadie procede de este modo.

La retractación del uruguayo habla principalmente de la evolución de River en los últimos seis meses. Cuando se pactó la transferencia –a la que sólo le faltaba la firma de Mora– el equipo de Gallardo estaba lejos de las posiciones que hoy ocupa en el mapa mundial. Flamante ganador de la Copa Libertadores, acaba de sumarle la Suruga Bank que, más allá de su escasa jerarquía, instala a River en un mercado desconocido como líder del fútbol americano.

Para cerrar la escalada internacional, habrá Mundial de clubes a fin de año, también en Japón, y una muy posible final ante el Barcelona. Es decir, un mano a mano con el mejor del mundo. River se ha valorizado como marca, ha fortalecido su poder simbólico. Y este nuevo panorama es muy tentador para un futbolista que además, en virtud de su renuncia a la opulencia árabe, verá una mejoría sustancial en su contrato.

Mora proyecta, montado en este crecido River, llegar a logros de resonancia planetaria. No sólo para su gratificación profesional, sino como balcón con vista a ligas y clubes más seductores, desde el punto de vista deportivo, que Al-Nassr.

Tal plan, que quizá entraña un riesgo alto, se contrapone francamente a la determinación de tantísimos colegas que, más jóvenes que Mora (cumplirá 28 años en octubre), se encandilan con la promesa de prosperidad que late en ligas muy menores pero ricas y congelan precozmente su carrera.

Un caso ejemplar de esta conducta es Manuel Lanzini. Luego de explotar como uno de los futbolistas más dotados de la Argentina, sacó pasaje para los Emiratos Árabes con apenas 21 años (ahora lo prestaron al West Ham inglés). Mora acaba de coronarse en la Libertadores luego de 19 años de sequía y con un oprobioso descenso en el medio. Y ni siquiera pudo darse el gusto de disputar la final por una lesión.

Debe ser placentero vestir la camiseta del campeón; permitirse ese lugar de plenitud por el que siempre se lucha, en lugar de abandonarlo apenas se consigue. Es difícil optar.

Los jugadores viven acosados por la fugacidad de su carrera y a veces se rinden ante la primera chance de hacer una diferencia repentina en la cuenta bancaria. Un equilibrio entre jerarquía deportiva (mantener vivo el deseo de participar en los torneos y equipos más competitivos) y ventaja económica parece ser la brújula más recomendable.

Rodrigo Mora lo meditó y, aunque resigna unos dólares, optó por ese camino. Tal vez lo haga más feliz y por ende mejor jugador.