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Schumacher ganó más que nadie, y ahora libra otro campeonato

MÉXICO -- Desde que el campeonato mundial de pilotos comenzó, en 1950, 32 distintos pilotos fueron campeones: 15 de ellos ganaron más de un título. De los múltiples campeones, el más prolífico fue Juan Manuel Fangio quien ostentó el récord de cinco coronas durante cinco décadas hasta que fue eclipsado por el piloto más ganador en la historia del automovilismo. Michael Schumacher tiene inscrito su nombre en la mayoría de las marcas a batir y con un margen considerable respecto a sus perseguidores. Si bien su ética fue a veces cuestionada, así como su decisión de regresar del retiro, su dominio mientras fue el mejor, es incuestionable…

El origen de este piloto extraordinario, más bien es ordinario. Nació el tres de enero de 1969 cerca de Colonia, Alemana, seis años antes que su hermano Ralf, quien también sería piloto de la máxima categoría. Su padre era un albañil encargado de un ‘kartódromo’ en Kerpen. A los cuatro años, al pequeño Michael le gustaba jugar con un kart y mientras su padre trabajaba con una pequeña motocicleta, el niño chocó contra un poste de luz. Pero dos años después, Schumacher de seis años ganó su primer campeonato de kartismo y logró el amparo financiero de adinerados entusiastas y así el talentoso alemán se abrió camión rápidamente.

En 1987, ya era campeón de kartismo alemán y europeo y dejó la escuela para ser aprendiz de mecánico de autos, un trabajo que fue reemplazado por una carrera de piloto a tiempo completo. En 1990 ganó el campeonato F-3 alemán y fue contratado por Mercedes para manejar sus autos deportivos. Al año siguiente hizo un gran debut en la máxima categoría del automovilismo al clasificar séptimo en un Jordan para el Gran Premio de Bélgica en la complicada pista de SPA (se convertiría en su favorita). Fue contratado por Benetton y en 1992 ganó su primer Gran Premio, y sí, en el demandante SPA-Francorchamps.

En las próximas cuatro temporadas con Benetton, ganó 18 carrera y dos campeonatos mundiales. Primero en 1994, quizá un poco ensombrecido por la sospecha de que el equipo tenía alguna ventaja técnica e ilegal, pero eso no fue lo más polémico: en la última competencia de aquel año, en Adelaide, Australia, chocó (deliberadamente para algunos) contra su competidor por el título, Damon Hill. Pero al año siguiente, el primer campeón alemán dominó la campaña y su segunda corona fue incuestionable.

Ferrari le ofreció un asiento y mucho dinero y el alemán aceptó el reto: ‘Il Cavallino Rampante’ no tenía un campeón del mundo desde Jody Scheckter en 1979. En la primera campaña, el binomio Schumi-Ferrari logró tres victorias y cinco más durante la campaña ’97, pero terminó penosamente cuando Michael chocó a su rival por el título Jacques Villeneuve en la última fecha en Jerez, España. Como castigo, se le retiraron todos los puntos.

Después de ser segundo en el campeonato de 1998, de nuevo, al año siguiente Schumacher se perdió de varias fechas debido a una lesión producida por un accidente en Silvestone, durante el GP Británico. Pero a partir del nuevo milenio, el paso del teutón se hizo imparable: campeón en cinco años consecutivos, Ferrari campeón de equipos en seis años. En el 2002, ‘Schumi’ ganó once competencias y alcanzó el Podio en los 17 eventos; en 2003 rompió la marca de Fangio al ganar su sexto campeonato y al año siguiente ganó 13 de las 18 carreras.

Como muchos campeones antes que él, Michael tenía una excepcional ambición, confianza, inteligencia, motivación, dedicación y determinación. Pero además, gracias a un gran talento para el control de los autos, Schumacher tenía la capacidad de tomar decisiones de último segundo, adaptar su estilo de manejo en una misma carrera dependiendo las circunstancias y reorientar la estrategia si era necesario, todo mientras conducía al límite que junto con su gran estado físico, podía estar al límite por largos lapsos de tiempo.

Schumacher tenía un suave estilo de manejo y siempre al pendiente del estado de su máquina con una gran sensibilidad para conocer sus alcances físicos y mentales y los de su auto. La información que proporcionaba a los ingenieros fue invaluable.

Ningún piloto Ferrari trabajó más duro para la marca italiana. Frecuentemente visitaba la fábrica en Maranello, hablaba con el personal, les agradecía, los motivaba y nunca criticó al equipo, inspirando solo optimismo, mucha energía y mucho trabajo. La gente en Maranello era devota al piloto alemán que siempre dijo amar a la ‘familia Ferrari’.

La vida con su familia era más bien ordinaria: rara vez iban a las pistas y en esencia, se mantenía un aire de intimidad alrededor de los Schumacher pese a que Michael se convirtió en uno de los deportistas más famosos y mejor pagados (llegó a ganar 100 millones de dólares). Pero si bien su ética en la pista ha sido cuestionada, fuera de las mismas fue una persona caritativa. En 2004 donó 10 millones de su propio bolsillo a las víctimas del tsunami asiático en 2004.

En 2006, tras finalizar segundo en la temporada, después de siete títulos mundiales y un total de 91 victorias (40 más que su rival más cercano, Alain Prost), decidió colgar el casco.

Pero en 2010 fue tentado por la velocidad y decidió regresar con el nuevo equipo Mercedes junto a Ross Brawn (con quien ganó en Benetton y Ferrari). Ya no fue lo mismo y muchas personas criticaron su regreso por poner en riesgo su reputación. ‘Schumi’ dijo: “Lo disfruté. No fue tan exitoso como antes pero aprendí mucho. Encontré que perder es más difícil de asimilar y más instructivo que ganar. Ahora, es tiempo de irse”.

El destino le jugó una cruel jugada cuando Michael Schumacher en su primer año de retiro sufrió un accidente mientras esquiaba con su familia en Francia. Las secuelas fueron un coma de siete meses y una rehabilitación que hoy mismo continúa. La gente que lo vio correr no lo ha olvidado y con mensajes de esperanza y motivación, apoyan al piloto más exitoso en la historia de la Fórmula Uno.

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