<
>

Damon Hill es un digno e integro heredero del apellido

MÉXICO -- Cuando Williams hizo de Damon Hill un piloto de Fórmula Uno, pese a su deslucido récord, Frank Williams dijo que lo metió al auto por ser un “bastardo muy duro” y Patrick Head admiraba su “fiereza y determinación”. Como su padre, Graham Hill, campeón del mundo (1962 y ’68), necesitó de esas cualidades para tener éxito en el deporte en el que -igual que su padre- llegó después de luchar mucho. Su herencia le ayudó, así como la suerte, pero al final fue su propia habilidad lo que le permitió a Hill añadir más brillo a su apellido.

Damon Graham Devereux Hill nació el 17 de septiembre de 1960, dos años antes de que su padre ganase su primer título mundial. Los Hill vivían en una cómoda casa en Londres la cual era visitada por amigos de la familia como Stirling Moss, Jim Clark, John Surtees y Jackie Stewart. Pero al pequeño Damon le interesó más el motociclismo y tuvo su primera moto a los 11. Cuatro años después, la familia recibió un duro golpe cuando su padre murió en un accidente aéreo. Los seguros acabaron con los ahorros de la familia y Bette Hill tuvo que sacar adelante a Damon y sus dos hermanas con muchos menos recursos financieros.

Para ayudar a financiar su educación (estudió letras inglesas, historia, economía y administración) Damon trabajó como obrero y guía. En 1981 comenzó a competir en las motos, preparadas por el mismo, y durante las competencias dormía en una tienda. En 1985, a la edad de 25, reunió el suficiente dinero (patrocinio) para poder competir una temporada en la Fórmula Ford, donde se mostró prometedor pero sin ser brillante. Lo mismo le ocurrió en F-3 durante tres años, seguidos por otros tres años en F-3000 en los cuales no ganó una sola carrera, pese a ser un trabajador incansable, y eso fue lo que impresionó a Williams para contratarlo como probador en 1991.

Al año siguiente debutó en la F-1con el improvisado equipo Brabham en un incompetente auto con el cual Damon solo pudo clasificar para dos competencias en ocho oportunidades. Mientras, su continuo rol como probador en Williams (18 mil millas en dos años) pagó dividendos: para Nigel Mansell, el campeonato mundial de 1992 con un auto que Hill ayudó a desarrollar, y por lo que fue premiado con el asiento de ‘Il Leone’ cuando migró a la Indy Car.

En 1993, con solo dos años en su CV y 33 años de edad, Damon tomó la oportunidad con ambas manos y ganó tres carreras y finalizó tercero general; su compañero de equipo, Alain Prost, consiguió su cuarto y último campeonato mundial. En la campaña siguiente, después de que Ayrton Senna muriese, a Damon se le encomendó cargar con el equipo y respondió brillantemente, reconstruyendo la moral del equipo y manejando como nunca. La batalla por el título finalizó en la última carrera en el GP de Australia en Adelaide, cuando Michael Schumacher chocó contra el Williams de Damon, obligando a Hill al retiro y finalmente perder la corona por un punto.

En 1995, cuando de nueva cuenta finalizó segundo detrás de Schumacher, las críticas contra Damon escalaron. Algunos en el equipo pensaban que tuvo que haber ganado debido a que tenía el mejor auto y Michael era considerado un piloto de segunda (era 1995). Pero nadie podía negar la dignidad y decencia del hombre: su articulada manera de hablar, atada a un seco sentido del humor (tocaba la guitarra en una banda de rock punk llamada ‘Sex Hitler and the Hormones’), un sabio sentido común lo acomodaban a parte de sus colegas mucho más jóvenes (‘Schumi’ era ocho años menor) y pese a su dura autocrítica, creía firmemente en él mismo.

“Algunos creerán que llegué aquí por mi dulce sonrisa y mi apellido famoso”, dijo Hill. “No fue así. Fui excluido en gran parte de mi carrera. El punto al que quiero llegar, es que el hecho de que esté en Williams demuestra lo determinado que soy. Para el equipo, es natural que estén inclinados en creer en alguien que de hecho haga el trabajo, y no en alguien que solo piense que puede hacerlo”.

Y pese a que en 1996 ganó el título ganando ocho de las 16 carreras, la organización perdió la fe en Damon Hill. Casi al final de la temporada, Williams le comunicó que sus servicios ya no serían requeridos. Hill, sorprendido, no perdió la dignidad ni entereza que un campeón debería tener, esa fue su manera de pensar, y no declaró nada en contra de nadie. Fue su indignada esposa, Georgie, quien estalló: “Damon ha probado tener más integridad y dignidad en su meñique que muchos en todo su cuerpo”.

En 1997 se enroló en Arrows y al año siguiente fue a Jordan, equipo al que le dio su primera victoria en el Gran Premio de Bélgica en 1998. En 1999 su motivación cayó lo suficiente y al final de la temporada colgó el muy conocido casco Hill (retomó el diseño de su padre), y no cabe duda de que Damon, fue un digno heredero.