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Y un día despertó

BUENOS AIRES -- Hasta ahora, Carlos Tevez tenía una importancia basada en su trayectoria y en su arraigo en el público, y no tanto en sus prestaciones dentro del campo.

Nadie podía negarle liderazgo. Por carácter aguerrido y también por un legajo colmado de equipos ilustres en los que supo ser figura. Como para que se prosternara cualquier colega.

El partido ante Argentinos Juniors fue una bisagra en esa expectativa alimentada con más expectativa. Allí Tevez hizo patente la diferencia, la jerarquía macerada durante sus años en las grandes ligas.

Y Boca, errático, inexplicablemente prosaico a pesar del buen pie de sus nombres principales, rescató un partido gracias a dos de sus apariciones. Dos definiciones espectaculares que ningún otro habría podido improvisar.

Luego vino esa jugada desgraciada en la que fracturó al joven Ezequiel Ham. No se discute la intención honesta de disputar la pelota, pero pecó de imprudente, dejó que su pierna se saliera de control, quizá al influjo de un partido que se había puesto caliente. Pero esa es otra cuestión.

Tevez se ha ganado siempre los ceros de sus cheques y el favor de la tribuna con armas legítimas. Jugando mejor que los demás. Apareció entonces como aparecen las llamadas células dormidas de las organizaciones armadas. Abandonó de pronto el cotidiano disimulo, la rutina ordinaria, y entró en acción.

En este equipo llamativamente vacilante, Tevez se erigió, ahora sí, en el guía inobjetable. Un hombre providencial que al aplomo del crack fogueado supo añadirle el vértigo del goleador.

Nadie podía discutirle su pie rector en la dinámica boquense. Sus alianzas sobre todo con Calleri, su modo ejemplar de aguantar la pelota ante defensas pesadas. Es decir, todo lo que lo que aprendió en su brillante carrera. Pero faltaba la obra individual que lo confirmara como el genio intacto que todos prometían.

El sábado vimos un Tevez perfeccionado por los años. Apto para cambiar el destino del equipo con la pelota al pie, con el remate milimétrico, mágico, cuando muchos otros cierran los ojos y se encomiendan al cielo.

No fueron esta vez la palabra y la biografía las que lo tornaron distinto. Hizo bien Tevez en abandonar el bronce prematuro y enfocarse en sus talentos, en su técnica de elegido.

Claro que después de una súper temporada extenuante, que empezó hace más de un año en Juventus y no reconoció descanso, el Apache no está físicamente dispuesto a rendir en plenitud. Eso explica que irrumpa tan categóricamente de vez en cuando. El dato tiñe de heroísmo sus aportes.

Los dolores lo aquejan y se lo ve, por momentos, buscando una tregua en medio del partido. En la semana, por lo mismo, su entrenamiento es incompleto, preventivo. Clásico de un futbolista que, desde el vamos y con cualquier camiseta, mostró su pasta de leyenda.

Queda en el tintero el pobre andar de Boca. La suerte indispensable que se le pide al campeón le impidió perder. Ni siquiera con ventaja en el marcador y en la cantidad de jugadores construyó superioridad.

Pero, queda dicho, lo tiene a Tevez. Y, si el cuerpo lo deja, parece suficiente para aspirar al título.