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Análisis línea por línea de una derrota con varios desaciertos para el Barça

BARCELONA -- Señalado en el gol encajado contra el Levante, que le devolvió al escenario, para mal, después de Roma o Bilbao o Georgia a Ter Stegen le volvieron a meter cuatro goles. Lleva disputados seis partidos oficiales y en tres de ellos le han marcado cuatro. Daría la sensación que alguien le ha echado una maldición al joven portero alemán.

En Balaídos no tuvo culpa directa en ninguno de los goles del Celta. Si acaso podría decirse que pudo hacer algo más en cuanto a colocación en el maravilloso 1-0 de Nolito, pero los tres goles restantes llegaron a la contra y si bien es cierto que son esas jugadas que diferencian la normalidad de la excelencia, a Ter Stegen no se le puede reclamar culpabilidad ninguna del desastre.

Pero los números, fríos, señalan que en 6 partidos el meta germano lleva encajados 15 goles, solo uno menos que en toda la temporada pasada, cuando le marcaron 16 en 21 partidos para acabar la temporada en modo sobresaliente.

HUNDIMIENTO COLECTIVO

Señalar a Ter Stegen, de todas maneras, se entiende tan inútil como injusto cuando echando una mirada al Barcelona, al completo, se descubre que en Balaídos llevó a cabo probablemente el peor partido de los últimos años. A la altura del 4-0 en San Mamés, desde luego.

Por delante suyo alumbró en la mediocridad Dani Alves, retratado de entrada por Aspas, observador en el golazo de Nolito y tan lento como descolocado hasta la extenuació durante los 90 minutos.

El lateral brasileño no pudo tener un regreso más desafortunado a la titularidad, a tiempo para devolver la duda en el acierto de esa renovación que tanto se discutió durante el verano. Después de un gran final de temporada, Alves ha comenzado el curso con el paso cambiado. Y vuelve a dar síntomas peligrosos.

No es extraño que a su lado todo se desmoronase. Piqué, quien comenzó el partido en modo imperial, falló (es humano) en el 2-0 con ese balón regalado en el centro del campo. A partir de ahí Gerard se descontroló y no le ayudó, al contrario, la anarquía que se vivió a su alrededor.

Perdido en terreno de nadie, incapaz de tapar las grietas que se repitieron de manera continuada, Mascherano volvió a evidenciar que está lejos de su mejor versión, algo que se repitió con Mathieu, catapultado a la titularidad por la baja inesperada de Alba.

Si la defensa fue un coladero, el centro del campo fue poco menos que borrado por el ímpetu del Celta. Busquets, amonestado, no supo cerrar los espacios ni tuvo la ayuda de un Iniesta desconocido y un Sergi Roberto a quien su regreso al centro del campo destrozó. La entrada de Rakitic no solucionó nada por cuanto el croata pasó por Vigo como un fantasma… Más o menos como sus colegas en el ataque.

Porque delante Neymar anduvo peleado con todo, empezando por la fortuna. Quizá fue quien más peligro creó y acabó marcando, pero desarrolló un partido muy alejado de la superioridad que se le supone a su fútbol.

De Suárez no hubo noticia. Apenas ninguna más allá de la agresión que sufrió del puño de Sergi Gómez. Un balance desolador. Casi tanto como el de Munir, quien entró para revolucionar el juego y fue abducido por la mediocridad.

Si alguien pensó que Munir estaba en disposición de ganarse un puesto en los esquemas del Barcelona, este miércoles debió pensar todo lo contrario porque el joven canterano perdió el tren de manera muy evidente. Aunque cabría preguntarse si era él, precisamente, el encargado de sacar a flote un barco que se hundía sin remedio.

¿Messi? Pasó desapercibido y a pesar de ello de sus botas se crearon las mejores opciones para soñar con la remontada tras un primer tiempo desolador. Fallón ante puerta, estrelló un balón en la madera pero regaló pases de autor que no aprovecharon sus compañeros hasta el minuto 80.

Del primero al último, e incluyendo de manera especial a un Luis Enrique que no estuvo precisamente hábil en la gestión del partido, nadie se libró de la crítica en un Barcelona desconocido, desalmado y atropellado.

Un campeón de nada, que, a pesar de ello, fue aplastado por su desacierto ante la portería rival. Porque el Barcelona tuvo las ocasiones… Y el Celta las convirtió.