Alejandro Caravario 9y

Una lucha desigual

BUENOS AIRES -- La fecha de este fin de semana fue decisiva para trazar un mapa hipotético de lo que resta del campeonato.

Si hasta el domingo pasado, Boca y San Lorenzo se perfilaban para sacarse chispas hasta el final, la antagónica actuación de ambos instaló la idea de que el equipo de Arruabarrena se encamina en línea recta hacia la vuelta olímpica.

Mientras Boca dio un paseo ante Banfield –que venía en levantada–, los dirigidos por Bauza dejaron escapar dos puntos en Victoria y sembraron las dudas –siempre latentes– sobre la eficacia de una actitud conservadora cuando los propósitos son de máximo alcance.

El DT de San Lorenzo y los hinchas insisten en que no se ha pronunciado todavía la última palabra (¿qué van a decir?), pero serían insinceros con ellos mismos si negaran que Boca los aventaja sensiblemente. No sólo por los cuatro puntos en la tabla de posiciones, sino por espesor futbolístico, amplitud de plantel y momento anímico.

Cuestiones de presupuesto –o de elecciones discutibles a la hora de comprar–, San Lorenzo tiene un equipo que sufre ante los cambios. Las reservas no responden como los titulares y el equipo se debilita de una manera notoria. En especial en el rubro gestión de juego.

Entrenador y compañeros todavía extrañan la tarea organizativa y la voluntad ganadora de Romangnoli. No se trata de un futbolista que atraviesa el esplendor, pero aun así resulta un soporte elemental para un equipo sin otro líder futbolístico.

Frente a Tigre se ausentaron forzosamente Blanco, por lesión, y Ortigoza, por haber acumulado cinco amarillas, dos bastiones, también de arduo reemplazo, en la circulación segura de la pelota. Ni Kalinski ni Rolle estuvieron a esa altura. Elizari se insinúa como el emergente más promisorio entre los que no son habituales titulares, pero habrá que asegurarle una continuidad que jamás tuvo.

Boca, en cambio, puede permitirse una fuga masiva de figuras, a las que les encuentra sustitución sin lamentar crisis. En la mitad de la cancha, por caso, no están Gago, ni Pérez, ni Meli, firme estructura en tiempos recientes, y el equipo ni se entera.

Por otra parte, San Lorenzo demuestra un reflejo defensivo que muchas veces el partido no reclama. Como si, sabedor de sus limitaciones, el equipo midiera cada movimiento, apostara a ganar con lo justo porque no se siente capaz de solventar otro modo.

Pero la ecuación lograda en la Bombonera –ganar sin atacar ni una vez, gracias a un regalo del adversario– es la excepción, la gracia irrepetible, y no la constante. Por más que la formación acuda a veces al doble nueve –Matos y Cauteruccio, animales de área– el ethos de San Lorenzo no es el de un equipo ofensivo.

El propio Bauza no se cansa de reconocer que la fortaleza de su grupo hay que rastrearla de la mitad de cancha hacia atrás. Lo demás –cruzar el Jordán hacia tierras ajenas– es una aventura esporádica para la cual el equipo no es tan ducho.

San Lorenzo acaso puede vislumbrar un estímulo en su programa de partidos. Olimpo (V), Temperley (L) y Atlético Rafaela (V) son tres de sus cuatro próximos rivales y se presentan como accesibles. Claro que en la fecha venidera se topará con Rosario Central, uno que por orgullo y envión no está dispuesto a renunciar a la disputa por el título. Goza de en un alto nivel y desborda confianza.

Será otra batalla crucial. Y quizá definitiva.

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