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El campeón que viene

BUENOS AIRES -- Racing jugó un buen primer tiempo (en el segundo hizo la plancha, ni siquiera consideró los dos hombres de sobra que tenía) y le puso un poco de condimento al torneo.

Boca, que había previsto dar la vuelta olímpica en el estadio de Avellaneda, se fue silbando bajito.

Quizá pueda detectarse en el puntero una mínima frustración y algún enojo propio de caudillo maduro (Tevez le apuntó sin nombrarlo a Erbes por su expulsión), pero nadie, ni propios ni extraños, duda de que el equipo que dirige el Vasco Arruabarrena será campeón tarde o temprano.

Desde ya, es menester jugar los partidos antes de celebrar. Acaso Tigre, un rival siempre áspero, resulte un verdugo inesperado. Es factible.

Pero estoy hablando de los ánimos. Tanto los futbolistas de Boca como sus competidores –más allá de las reiteradas expresiones de deseo del Chacho Coudet– descuentan la consagración de Boca. Es mero realismo.

Pero la solidez de un campeón, el aplomo para afrontar bajones de rendimiento o accidentes, posiblemente el equipo lo conquiste recién en el próximo campeonato, sin la mochila de la necesidad a cuestas.

Boca tiene el plantel más extenso y capacitado del torneo. De todos modos, esa ventaja no está claramente a la vista.

Al técnico le cuesta encontrar una alineación estable. Que convenza al público y lo convenza a él.

Dio con la defensa, encontró en la dupla Tevez-Calleri una fórmula efectiva, pero no mucho más. El equipo, al que, insistimos, le sobran nombres, todavía busca su forma y un lenguaje definido.

A futbolistas de talento como Peruzzi, Pablo Pérez y Lodeiro –existen muchos más ejemplos– les falta desplegar su acervo, al margen de que las promesas de recambio –Bentancur, la más notoria– están verdes.

La exigencia de conseguir un campeonato es también política. Angelici lo necesita tanto como Arruabarrena para fomentar sus chances de continuidad. La cosecha de Boca, en los últimos años, no ha sido precisamente pingüe.

Y la presión, se sabe, induce al miedo escénico, a las vacilaciones consuetudinarias. De lo contrario no se explica que el Vasco, por caso, haya sentido zozobra en el partido ante Crucero del Norte –una formación de otra categoría, propensa a ser goleada–, nada menos que en la Bombonera.

Boca es un campeón cantado por el propio peso de su personal en ejercicio. Cualquier club daría lo imposible por tener en su delantera a los suplentes que sienta en el banco Arruabarrena cada domingo, empezando por Sebastián Palacios.

Una vez que pase el sofoco, que la velada amenaza que percibe el DT desaparezca, Boca será un equipo que se corresponda con un plantel tan variado y costoso.

Habrá que esperar hasta el próximo torneo. Ahora, sólo resta sumar los puntos requeridos para el objetivo. A como dé lugar.