Damián Didonato 10y

Un cambio de época

SAO PAULO (Enviado especial) -- El 28 de junio de 2014, el fútbol colombiano comenzó una nueva etapa en su historia. La victoria 2-0 sobre Uruguay en el estadio Maracaná es un suceso de una trascendencia que será difícil comprender hoy. Este tipo de logros son los que marcan un cambio de época, los que cambian la vida de una Selección nacional.

Desde que la Copa del Mundo se disputa con este formato, sólo cuatro Seleccionados sudamericanos habían logrado llegar a cuartos de final: los campeones Brasil, Argentina y Uruguay, más Paraguay. Chile también superó la fase de grupos y una rueda de eliminación directa, pero fue en 1962, cuando sólo se necesitaban seis partidos para ser campeón. Es decir que Colombia se ha sumado a un grupo de elite.

El fútbol colombiano es joven. Su campeonato profesional comenzó en 1948 y el combinado nacional se sumó a las competencias continentales mucho después que sus rivales. El crecimiento fue lento y jugó su primera Copa en 1962, cuando consiguió un histórico empate 4-4 frente a Unión Soviética. Luego, estuvo 28 años sin participar del gran torneo, hasta que la generación liderada por Carlos Valderrama se clasificó para Italia 90.

Aquel Mundial era el gran hito de la historia para el fútbol cafetero. El empate 1-1 contra Alemania Federal se festejó durante años como el mejor resultado de todos los tiempos. Ni siquiera el increíble 5-0 a Argentina por las Eliminatorias 1994 pudo desbancar aquel empate. Sobre todo porque lo que se consigue en una Copa del Mundo sólo puede ser superado en una Copa del Mundo. Por eso es tan importante lo conseguido en Río de Janeiro.

Se ha hablado mucho de los problemas del fútbol colombiano, tanto de organización como dentro de la cancha. De cómo jugó en el desarrollo de las Selecciones las dificultades sociales vividas durante años en el país y de cuáles fueron los errores de cuerpo técnico y jugadores. Se debatió y se intentó comprender por qué Colombia siempre tuvo grandes talentos pero nunca había logrado brillar en el campeonato más importante de todos.

Las razones son múltiples: desorganización, problemas internos, guerras de egos, indisciplina y falta de trabajo organizado. Pero nunca se ha dudado del talento del futbolista colombiano. Desde hace décadas, generaciones de grandes jugadores han pasado por la Tricolor. Desde Marcos Coll hasta Juan Pablo Angel, todos demostraron muy buenas cualidades, pero hasta no habían podido meterse entre los mejores del mundo. Hasta hoy.

Ayer, la Selección Colombia derrotó a un campeón del mundo en el estadio donde había conseguido su título y en un duelo de eliminación directa. Es cierto que el Maracanazo no es más que una hazaña histórica y los héroes del pasado no entran al campo juego, pero ganarle a la Celeste en este escenario es un símbolo que se debe intentar comprender y valorar.

El equipo de José Pekerman jugó con la autoridad de un grupo que se siente capaz de hacer cualquier cosa. Desde el primer minuto de juego se mostró confiado en sí mismo y en sus posibilidades. Nunca fue superado por la situación y nadie se animó a dudar por un minuto del carácter de los jugadores colombianos. Ganó por demolición, de principio al final. Eso también sirve para comprender por qué es tan importante este resultado. No sólo por lo que significa ganar sino por la forma.

La principal diferencia entre este grupo de jugadores y los de otras épocas es la solidaridad. Con sólo ver un rato de un encuentro de la Selección Colombia en Brasil uno se da cuenta de que su principal virtud es el trabajo colectivo. Puede haber un talento individual superior como el de James Rodríguez, pero está claro que la forma de jugar que plantea Pekerman sólo se puede llevar a cabo con un grupo convencido de que deben pensar como una sola cabeza y actuar como un sólo cuerpo. Es decir, la versatilidad táctica que precisa la idea del entrenador debe apoyarse en el convencimiento de los protagonistas.

Esto es algo que otras generaciones, quizás igual de talentosas, no tuvieron. Había fenómenos, jugadores de un talento impresionante, pero que formaban parte de equipos de personalidad débil. Aquí es donde toma relevancia el trabajo del entrenador. Pekerman llegó hace dos años y lideró un trabajo extraordinario. Él conocía los defectos y las virtudes del Seleccionado como nadie y por eso no tardó nada en atacar los primeros y potenciar las segundas.

Al principio decíamos que una victoria como la obtenida frente a Uruguay es suficiente para provocar un cambio de época. Colombia necesitaba ganar. Ya sabía que tenía talento como para luchar con cualquiera, pero necesitaba del resultado. Hoy, está entre los ocho mejores del mundo por primera vez en su historia y tiene la gran oportunidad de ir por más. Ante Brasil podrá ganar o perder, pero lo seguro es que ya nada será lo mismo.

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