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Razones de una derrota

FORTALEZA (Enviado especial) --Hoy, es todo tristeza y desilusión. Mañana, será satisfacción y fe en el futuro. La derrota frente a Brasil en los cuartos de final marcó el cierre de la mejor actuación de la Selección Colombia en una Copa del Mundo. Claro que perder siempre duele, pero hay varias maneras de hacerlo y ésta es una de las mejores. Después de este partido en Fortaleza, nació una nueva era en el fútbol colombiano. Una era en la que se vuelve a creer que es posible competir con los mejores.

Ya habrá tiempo para resaltar la enorme cantidad de cosas positivas que dejó este Mundial para Colombia. Sin dudas, son más los aspectos para destacar que los errores. Sin embargo, a pocashoras de la derrota y con el encuentro todavía fresco es mejor analizar lo que sucedió en el juego que la Tricolor perdió frente a los anfitriones.

Colombia cayó porque se encontró con un Brasil embravecido, que salió a comerse a quien se le pusiera enfrente. Esto no debería haber sido una sorpresa, porque es el local y porque necesitaba mejorar su imagen después de superar sólo en los penales a Chile. Sin embargo, el equipo de José Pekerman no supo cómo hacerle frente a un adversario tan decidido y terminó sufriendo el partido, sobre todo en el primer tiempo.

Con Paulinho, Fernandinho y Oscar corriendo muchísimo y ocupando muy bien los espacios en la mitad de la cancha, con Neymar jugando suelto como de costumbre, con Hulk generando uno y mil problemas en la banda y con Thiago Silva y David Luiz como centrales pero también como los primeros delanteros, Brasil fue una tromba en los primeros momentos y sentenció el juego en el arranque. Sí, porque al final Colombia se acercó al empate, pero el primer gol fue el que comenzó a liquidar el resultado.

No era un secreto que quien abriera el marcador iba a ser quien tuviera la iniciativa. Colombia comenzó arriba en los cuatro
partidos anteriores y eso le permitió manejar las acciones a su antojo. Esta vez, el gol de Thiago Silva tras un error en la
marca de Carlos Sánchez, le quemó los papeles a Pekerman y su equipo se convirtió en once voluntades desordenadas, sin rumbo ni idea.

Jugar contra una Selección de Brasil como la que se vio en Fortaleza es muy difícil, por no decir imposible. De todas maneras,
se vio una Colombia sin ímpetu para presionar, demasiado metida en su campo y respetuosa en demasía. Sin Abel Aguilar, perdió presencia en la media cancha y eso le sacó un problema al rival, ya que Fernandinho jugó con mucha libertad e hizo desastres con espacios y con la pelota.

El plan del técnico argentino era intentar manejar el balón, usar a Fredy Guarín para lanzar pelotazos a los delanteros y que
estos quedaran mano a mano con una defensa que venía teniendo buenas actuaciones individuales pero sufría desacoples
colectivos. Nada de eso sucedió, porque Guarín debió estar más atento al juego de los volantes adversarios que a sus propias
posibilidades de salir al ataque.

El gran error de Colombia en la etapa inicial fue esperar demasiado, dejar pensar a Brasil, no apurar, no proponer. Se confió
en que podía comenzar arriba en el marcador una vez más, pero cuando se encontró abajo no supo cómo reaccionar. Al ver ese panorama, la Verdeamarela se acomodó aún mejor y comenzó a hacerse dueña de cada centímetro del terreno de juego. Los 45 minutos iniciales fue lo mejor del anfitrión en la Copa, sin duda alguna.

Estos errores son normales y los puede tener cualquier equipo en una instancia y como esta y frente a un rival como Brasil.
Ninguna de estas equivocaciones invalida el extraordinario Mundial que hizo el conjunto cafetero, sólo que para analizar este
último partido hay que tener en cuenta qué fue lo que se hizo mal y qué fue lo que se hizo bien. Por otro lado, se habla de fallos polémicos del árbitro Carlos Velasco Carballo, pero lo cierto es que, salvo la no expulsión de Julio César, el resto fueron equivocaciones normales que no influyeron en el desarrollo normal del juego.

En el complemento todo siguió de la misma forma hasta el increíble golazo de David Luiz, la indiscutible figura de la cancha.
Ese remate increíble fue un sacudón para la Selección Colombia, que se despertó del letargo y comenzó a presionar más arriba, a generar más preocupacíon en el local, que además cuando lo atacan con mucha gente, tiembla. Muchos pueden decir que se acordó tarde, lo cierto es que con un 0-2 es más fácil salir a atacar porque ya no queda demasiado para perder.

Esos últimos minutos fueron los mejores del partido. James Rodríguez se hizo eje del juego y, aunque ya había salido Juan Guillermo Cuadrado, se asoció muy bien con Carlos Bacca, Adrián Ramos y Juan Fernando Quintero. De un pase suyo llegó la jugada del penal que él mismo convirtió. Su sexto tanto sirvió para que su Seleccionado volviera a creer en sí mismo. Pero ya había demasiado poco tiempo.

En definitiva, Colombia perdió porque se topó con un adversario decidido y porque no supo cómo lidiar con eso. Hay quienes puedan pesar que los superó la situación, el contexto. Pero eso no fue así para nada. Sobre el final, el equipo recuperó el control del juego, mostró carácter y se pareció mucho al de los encuentros anteriores. Aunque no alcanzó. El resultado ya estaba liquidado.

El saldo de la Copa del Mundo es más que positivo para la Tricolor. No sólo porque cumplió la mejor actuación de todos los tiempos, sino también porque forjó una identidad, una forma de pararse ante los desafíos. La caída frente a Brasil no puede empañar un trabajo a conciencia, serio y exitoso. Este viernes, Colombia perdió con las botas puestas. Comenzó mal, pero reaccionó y terminó adentro del área de los pentacampeones mundiales. Eso es para sentirse orgulloso.