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Reflexiones de final de temporada

BUENOS AIRES -- Y bien, queridos lectores, otro campeonato más que pasa sin pena ni gloria. Sin contar a un par de equipos, este campeonato no deja nada que valga la pena recordarse.

Estudiantes de La Plata, el mejor equipo argentino y uno de los firmes candidatos a quedarse con este título, terminó segundo con 40 puntos (uno menos que Argentinos Juniors, el campeón).

Es cierto que al equipo de Sabella le jugó en contra participar de dos torneos a la vez. Esta criminal idea de super competición, terminó agotando a un plantel sólido, de grandes futbolistas que llegó a las instancias decisivas del campeonato, con la lengua afuera. Y exactamente lo mismo le ocurre con la Copa Libertadores. Sin embargo, todavía tiene posibilidades, veremos qué pasa.

Argentinos Juniors, fue el equipo revelación. Creció con el correr de los partidos y salió campeón. Con un plantel joven, con ganas y un director técnico humilde que "aprende con los jugadores", y un par de jugadores extraordinarios, el equipo ícono del fútbol argentino (de donde surgieron Maradona, Riquelme, Batista, Borghi), pudo consagrarse campeón y el año próximo volverá a jugar la Copa Libertadores.

No hay mucho más, queridos lectores. Banfield y Colón, continúan siendo una promesa en casi todas sus líneas. Les falta personalidad para dar el gran paso y convertirse en equipos "históricos" de verdad. Banfield estuvo cerca este año, pero fue superado implacablemente en Porto Alegre. Se quedó a mitad de camino.

De River y Boca y los demás "grandes" mejor no hablo. Es caer en una reiteración estúpida, a esta altura, sin fundamento ni locuacidad.

Las personas encargadas de repensar el fútbol, técnicos, jugadores, periodistas, comentaristas e hinchas en general, deberíamos preguntarnos cómo es posible que el fútbol argentino haya bajado tanto su calidad de juego.

Regresemos en el tiempo apenas unos diez años y nos encontraremos con equipos poderosos, fuertes, que peleaban internacionalmente y ganaban. Hoy, más allá de Estudiantes de La Plata, es imposible que un equipo argentino gane un torneo continental.

Es poco factible, además, que los clubes inviertan en sus planteles a partir del dinero que les puede generar la televisación de los partidos. Es evidente que lo que sucede en el fútbol argentino no es una cuestión de dinero. Porque los grandes, crecen, están y se van, más de un billete.

El fútbol argentino, salvo un par de clubes, no tiene un proyecto de trabajo. Desde la conducción de la AFA, no hay un apoyo al crecimiento en calidad del fútbol argentino. Hace muchos años que el máximo deporte argentino está en un pozo del cual no puede salir, ni saldrá, sin una revolución deportiva y cultural.

Otro tema importante es pensar cómo muchos periodistas en la televisión y en los medios gráficos insisten en que la selección de Diego Maradona puede ser candidata a ganar el mundial. Eso es realmente ignorar el problema, tapar el sol con una manta. No hay selección del mundo que pueda ganar un campeonato mundial si su fútbol interno no es, por lo menos, de alta calidad.

Si en un país se juega tan mal al fútbol, es muy difícil que la selección representativa de ese país salga campeona del mundo. Aunque muchos de sus jugadores sean estrellas en clubes europeos. No alcanza con los estrellatos. Cuando la selección argentina salió campeona en 1986, no fue por Diego Maradona exclusivamente. Diego era el representante de una época donde en el país (y en el mundo) se jugaba un fútbol de altísimo nivel.

Otro tema que hay que destacar es que cada torneo lo gana un equipo distinto que, al próximo campeonato ya fue olvidado y patalea en la mitad de la tabla. Todo es efímero, burdo y muy aburrido.

Mientras algunos insisten en que tenemos el mejor fútbol del mundo. Yo sonrío por dentro y solo espero que no hagamos un verdadero papelón dentro de un mes.

Pero el Mundial pasará rápido, después quedará el tendal, volveremos a nuestro fútbol de todos los días. A nuestro cotidiana mediocridad. Esto sucederá hasta que los dirigentes de nuestro fútbol tomen conciencia y decidan realizar una auténtica revolución futbolera, deportiva y cultural en este país.

Mientras dicha revolución no suceda, olvídense con ganar una Copa Mundial, aunque nos dirija Maradona.