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Subir la varilla

La estampa de Bubka, siempre un ídolo Getty Images

BUENOS AIRES -- El 31 de julio de 1994 o sea hace justo 16 años, en la ciudad italiana de Sestrieri, el ucraniano Sergei Bubka pasaba la varilla ubicada a 6,14m de altura y establecía su decimoséptimo récord mundial consecutivo de salto con garrocha al aire libre, trigésimo tercero indoor y outdoor; a la vez, era la 43ª oportunidad que superaba el obstáculo situado a seis metros o más, aunque en 1997 esas 43 ocasiones se transformaron en 45.

Indudablemente el mejor garrochistas de todos los tiempos y un caso poco probable de imitar en cualquiera de las especialidades del atletismo, en cuanto a semejante trayectoria de diez años mejorando sus propias marcas y nueve de ellas desde que asombró a evolucionar seis centímetros y ser el primero en pasar los seis metros, en París, el 13 de junio de 1985.

El segundo en hacerlo fue el sudafricano Okkert Brits el 27 de julio de 1995, cuando Bukka, luchando contra si mismo, casi 12 meses antes había alcanzado el registro todavía vigente, que de no haberse lesionado pudo haber sido mucho mayor, porque su meta no tenía limites.

UNA INCREÍBLE HISTORIA
Su vida esta ligada a lo que parecería una novela de ficción. Todo comenzó en la Primera Guerra Mundial: Gavril Reyewski escapó de los bosques con una bala alemana en el cuello. Cuando el soldado ruso se recuperó ya había terminado la guerra. Era la oportunidad de hacer realidad su sueño: impulsar su cuerpo hacia el espacio. Sería saltador de garrocha. Crearía una escuela. Rompió su carnet de inválido y se puso a trabajar.

Pasó el tiempo. Un día se acercó a él Valery Petrov, un chico con problemas familiares. Su padre había fallecido en la Segunda Guerra Mundial y él huyó de su villa, cerca de Dentsk, donde no encontró nada que no fuera dificultades, hasta que fue enviado a un reformatorio.

Al abandonar esa institución, Petrov había decidido que sería el deporte su camino hacia la regeneración. Por eso llegó hasta la escuela de Reyewski y trabajó duro hasta ser uno de sus pupilos predilectos, aunque jamás alcanzó la excelencia como competidor. Cuando llegó el momento de dejar la pértiga recostada en la pared, Petrov se convirtió en entrenador.

Y la historia se repitió: hasta la escuela de Petrov llegó un chiquillo nacido el 4 de diciembre de 1964, en Lugansk, en lo que entonces era la URSS, El pequeño, como él, tuvo problemas familiares. El padre era un sargento del Ejército Rojo de muy mal genio y su madre una asistente médica, que para nada estaban vinculados con el deporte.

Aquel chiquillo era Sergei Bubka, quien hacía las cosas más inusuales capaces de enfurecer al sargento, hasta que a los diez años, después de haber practicado todos los deportes en la escuela, inclusive fútbol y natación, descubrió el salto de garrocha y se entusiasmó. Había descubierto un nuevo mundo y alguien le indicó que tocase a la puerta de Petrov.

Así lo hizo en medio de las protestas del progenitor. El entrenador le tomó una prueba consistente en una carrera de 30 metros y flexiones. Advirtió su velocidad y las fuerza de sus piernas. De inmediato comprendió que por fin había llegado el pájaro de oro por tanto tiempo anhelado.

UNO PUSO EL TALENTO; EL OTRO, LO MOLDEÓ
Un día, en una charla pública, Bubka expresó: "Tuve mucha suerte de haber conocido a Petrov porque él iba a ser la mayor influencia en mi vida como atleta. Estuve con él durante 16 años y puedo decir que es un tipo muy inteligente.

El talento y la determinación puede ser que siempre han estado en mi sangre, pero él quería que yo tuviera una larga carrera y siempre me decía: "Sergei, quiero que usted tenga sus mejores resultados en el deporte de alto nivel."

"Así, por ejemplo, yo no hice ningún entrenamiento con pesas en absoluto hasta que tuve 16 años: sólo ejercicios con mi cuerpo. Cada ejercicio fue diseñado para hacerme más fuerte, pero poco a poco, sin poner mucho estrés en las articulaciones y los músculos cuando yo estaba creciendo".

Bubka puso su talento, su mentalidad, su perseverancia. Petrov, como un orfebre, lo moldeó para aprovechar sus cualidades físicas y hacerlo correr los 100 metros en 10s45 y saltar en largo casi ocho metros. En 1980, Bubka ya era un atleta completo: se proclamó campeón junior de la URSS de pruebas combinadas y, poco después, un salto de 5,10 condujo definitivamente sus pasos hacia el salto con garrocha.

La anécdota revela dos de las virtudes que han hecho de Bubka monarca indiscutible de la pértiga: su arrojo casi temerario y la inusual fortaleza de sus brazos, que le permitieron doblar una garrocha de 225 libras (102kg de dureza) y proyectar a 6,10 metros de altura una masa corporal de 80 kilos. A diferencia de lo que ocurre con otros instrumentos en el atletismo (disco, jabalina, martillo, bala), la pértiga carece de límites. El atleta puede utilizar para impulsarse cualquier artefacto de todas las longitudes y diámetros.

Puede elegir, incluso, el material de fabricación de sus herramientas. Lo único que exigen los reglamentos de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) es que la superficie sea lisa. Bubka trabajó con pértiga "UCS Spirit", modelo exclusivo para el ucraniano que se fabricaba en Estados Unidos.

Para cualquier otro atleta que no sea Bubka, saltar con una pértiga semejante supondría un riesgo considerable, según comentó el propio deportista soviético en el pabellón de Anoeta, en San Sebastián, porque hacen falta unos brazos poderosos como los suyos para doblarla.

Estas pértigas son más rígidas que las normales, por lo que es necesario una gran potencia y fuerza para doblarlas. Bubka las utilizó de una longitud de 5,11 metros, pero ha llegado a saltar con una de 5,29 metros, la más larga jamás usada por un saltador.

Su técnica consistía en dar 22 zancadas como si se tratase de un corredor de velocidad y en una impecable subida y giro sobre el listón.

UNA CHARLA DE UN VALOR INCALCULABLE E INOLVIDABLE
Fue cerca de su alejamiento definitivo. Habló ante un numeroso público compuesto por deportistas, técnicos y periodistas. Estos son parte de los tramos finales de su larga disertación.

DOS DEPORTES
Tal vez lo más grande que me ayudó a entender Petrov fue la cultura del movimiento. Él me mostró que el salto con pértiga en realidad son dos deportes. Uno es el atletismo en la pista: durante la carrera de aproximación y despegue, y el otro la gimnasia una vez que estas en el espacio y hasta que pasas la barra.

LA MOTIVACIÓN

Muchos se han preguntado lo que me motiva cuando trato de lograr un récord. Después de todo, establecí 17 récords mundiales al aire libre y más de 30 sumando los interiores y exteriores. El factor principal es que tengo una naturaleza tal que quiero mejorar. Para ser perfecto.

HACER RECORDS POR DINERO
Mucha gente ha dicho que yo me hago muchos registros porque busco ganar dinero. Pero se olvidan que yo me crié en una sociedad socialista: no había dinero, en ese caso. Recuerden, yo ya había establecido nueve récords mundiales al aire libre antes de la caída del Muro de Berlín en 1989.

PRIMERO LOS RESULTADOS
Siempre he querido lograr buenos resultados en el deporte. Petrov me dijo: "Concentrarse en los resultados, y el dinero vendrá como un resultado". Creo que es triste cuando los deportistas poner el dinero en primer lugar. Esa es la manera fea. El deporte se convierte, como cualquier otro trabajo. Pero el deporte debe ser especial. Hay que sentirlo con la emoción y el deseo. Usted debe querer ser el mejor. La empresa viene siempre en segundo lugar.

SER REALISTAS Y ESTABLECER OBJETIVOS
También es importante ser realistas. Debe establecer los objetivos que se pueden alcanzar y luego ponerse a trabajar duro y mejorar. Cada vez que impuse un nuevo récord del mundo ya estaba pensando en el siguiente. Pero no es fácil. No soy un robot. Si pasé 6,13 para un récord mundial y, posteriormente, 6,14, algunas personas piensan: "Ha mejorado un expediente por un centímetro, él está jugando". Pero no veo ese récord simplemente como una mejora, pero sí como algo totalmente nuevo.

ALGO ESPECIAL Y SIN LÍMITES
Cada registro es especial a su manera. Cada uno tiene lugar en un día distinto, en condiciones diferentes, con diferentes emociones. Usted debe encontrar la parte física y las claves psicológicas. Yo nunca he reconocido el concepto de límites. Nunca. Creo que un atleta que acepta límites está muerto. Incluso ahora, cuando tengo casi 34 años de edad, creo en nuevos niveles. Sigo pensando sobre la posibilidad de saltar 6,20 la próxima temporada, a pesar de que he echado de menos la formación debido a una lesión.

ENAMORADO DEL DEPORTE
Para concluir, espero que se dieran cuenta de que, sobre todo, me encanta el deporte. Ya he estado en el atletismo desde hace 24 años, pero no quiere parar. ¿Por qué debo parar si me gusta tanto? No estoy de acuerdo con la opinión de que debería terminar en la parte superior, algo que fue también la filosofía en la Unión Soviética. Tal vez pueda aceptar ser segundo o tercero o quinto, porque todavía me encanta lo que hago. Siempre he pensado que la vida de un deportista es lo mejor, la vida más hermosa que puedo tener.

CONTINÚA HACIENDO DEPORTE
La lesión en el Talón de Aquiles le impidió alcanzar esa meta de 6,20. En los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, su última actuación, los deportistas lo eligieron por unanimidad como su representante de ellos en el Comité Olímpico Internacional

En Donetzk está el Sergey Bubka Club, en el que ayuda a que muchos niños hagan deporte. Afición esta que le ha inculcado a su hijo, aunque este ha preferido empuñar la raqueta en vez de la pértiga.

También en esa ciudad, en la calle Artena, en el estadio Locomotiv, se encuentra el Monumento a Sergei Bubka Nazarovych, construido en 1999. La escultura de bronce de un atleta, enarbolando una garrocha a la altura de su rodilla.

Treinta tres récords mundiales. Siete veces campeón del mundo, una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, Premio de Asturias 1991. Sergei Bubka tuvo una hegemonía absoluta en el salto de pértiga masculino. Batiendo récord tras récord no había nadie que le hiciera sombra. Así pasó a la historia, gracias a sus registros estratosféricos, con los que rozaba el cielo y tenía las nubes al alcance de la mano.