<
>

El jugador del pueblo

Tevez sobreactuó un poco para hacer notar que es necesitado Getty Images

BUENOS AIRES -- Si no fuera por su temperamento, por ese perfil de gladiador popular que cinceló con paciencia y escrúpulo, Tevez seguramente habría visto el Mundial de Sudáfrica desde el banco, con algún que otro ingreso para aportar su vehemencia.

Es más, aún hoy, como lo era con Basile y con Pekerman, seguiría siendo un suplente de lujo, de esos que tienen gran cartel en Europa.

Pero Maradona, en una atinada decisión (atacada como herejía un rato después, con el diario del lunes bajo el brazo) optó por jugar con tres delanteros.

Por convicción, desde ya, por favorecer los movimientos de Messi, pero también bajo la presión del propio Tevez, cuya proyección simbólica da de lleno en las debilidades de Diego.

El jugador del pueblo. Huevo-huevo-huevo. El aguante. Y otras expresiones, las que quieran, que representen el alma al servicio de la causa, la vida por el equipo y la camiseta. Todo eso les hace decir Tevez a la gente y a los periodistas. Y para Maradona era demasiado.

Así que la variación táctica –que se tornó desbarajuste- la heredó Batista. Pero, más astuto, atento al serrucho que perforó el pedestal del Diez, llena la mitad de la cancha de futbolistas que marcan.

Y ahí lo tenemos a Tevez, todo terreno, oficiando ahora de enganche con gran éxito, demostrando que algo queda de aquel pie sutil que lo distinguió en Boca. Siempre listo, siempre dispuesto a rasparse, al sacrificio.

Probablemente Carlitos aprendió que delanteros con buen manejo de la pelota y una cuota apreciable de gol había demasiados.

Y esos demasiados no tenían una llegada muy profunda al corazón del hincha. Esas condiciones corrientes no los convertían en irresistibles. En ídolos.

Así que soslayó su talento embrionario (hubiera jurado que pintaba para crack) y comenzó su carrera de caudillo, de kamikaze en caso de necesidad: sacar pecho, correr y correr, tropezar a veces, muchas veces, y planchar el pasto, sacarle astillas al culo en cada barrida.

Aquel flaquito de pasado espeso se volvió ancho, una especie de tractor veloz y con cierta memoria de sus años de jugador fino. Y así enloqueció a cada hinchada para la que le tocó jugar. Así se constituyó en el jugador del pueblo, espíritu del equipo argentino.

De notable seguridad, tanta como para disfrazarse de caballero británico con inobjetable elegancia y con plena conciencia de la ironía, Tevez ha diseñado su derrotero con suma inteligencia. Eligiendo las mejores herramientas –no puede ser de otro modo- para un territorio de competencia feroz.

Como cualquier intérprete de un personaje, a veces el Apache carga las tintas, sobreactúa. Luego del partido con los licenciosos españoles, del que salió tan dolorido como si lo hubieran baleado, inyectó la duda sobre su futuro en la Selección.

¿Los motivos? Está cansado, está "viejo", desgastado en forma precoz porque así es la vida del guerrero, de quien se alista primero en la línea de fuego.

A los 26 años, el muchacho se siente un escracho. Pero no se aflijan, Tevez estará en la Copa América y en el próximo Mundial. Sólo quiere que se sepa cuánto lo necesitamos.