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El ejemplo francés

LYON -- Gael Monfils baila hip-hop, se contorsiona como un muñeco de goma. Jo-Wilfried Tsonga encabeza el bailecito de "Saga, Africa", aquel hit de Yannick Noah. Guy Forget recibe un baño de agua en el vestuario y agradece a los demás entrenadores franceses por la ayuda.

Lo más extraño llega cuando Michael Llodra toma el micrófono: empieza a impostar la voz y, como si fuera un locutor con voz tenor, pide un fuerte abrazo para Jean Gachassin, presidente de la Federación Francesa de Tenis. Acto seguido, los jugadores van y abrazan al dirigente. ¿En cuántos lugares usted vio eso?

Los triunfos, como el 5-0 contra Argentina, ayudan y levantan el ánimo, pero la historia tiene como origen una derrota en Ostrava. Allí no la pasaron bien.

El equipo francés llegó a esta ciudad ubicada 274 kilómetros al este de Praga, con un cuarteto (Jo-Wilfried Tsonga, Gael Monfils, Richard Gasquet y Gilles Simon) que el diario L'Equipe no tardó en llamar "los Nuevos Mosqueteros".

"Fue un error", cuenta hoy un editor del diario, pero el rótulo no tardó en reproducirse en diferentes medios de comunicación e instalarse. La palabra "mosqueteros" tiene una connotación fuerte en Francia; los aspirantes a serlo chocaron contra la experiencia de Berdych y Stepanek: la serie terminó 3-2 para los locales, quienes eventualmente llegarían a la final que perdieron ante España.

"Tous ensemble" (Todos juntos), se leía en una bandera gigante instalada en el Palais des Sports de Lyon. Hoy los franceses están unidos. No son amigos íntimos, pero mantienen una comunicación fluida y solucionan las diferencias. Al menos, las acercan. Aquella derrota en Ostrava había servido para aprender.

"Varios jugadores, en especial Gael, pensaban que la Davis era como el circuito: iban, jugaban y ya está. No era la actitud correcta", cuenta un integrante del equipo. Francia no tenía en cuenta las particularidades de la Copa Davis.

La serie posterior, la lucha por la permanencia en Maastricht, Holanda, comenzó con el (flojo) debut copero de Monfils, quien perdió su primer single ante Thiemo de Bakker. La serie igualmente terminó 4-1 para la visita.

Tsonga tuvo una charla seria con Monfils. Le explicó que podía hacer su vida, pero que cuando llegara la Copa, tomara un compromiso mayor. Jo es hoy el líder del equipo, no sólo por ranking, efectividad copera (su récord en la Davis es de 6-1, y la derrota por abandono), sino también por carisma, determinación, empuje, ascendencia sobre los demás.

Hasta Michael Llodra, cinco años mayor, lo escucha atentamente. El singlista/doblista es la voz de la experiencia copera, el que atravesó distintas generaciones y puede hablar desde lo que aprendió en el camino. "Pero por Jo irían a la guerra, él es el que les marca dónde ir", me comenta un colega francés.

El mismo Jo viajó a alentar a sus compañeros a Lyon, lo mismo que hizo Julien Benneteau, y lo que había hecho Gilles Simon cuando, lesionado, se perdió la serie de marzo ante Alemania, en Toulon.

Tsonga y Benneteau cargaron los bolsos de sus compañeros a la entrada a la cancha de Lyon, un símbolo de unión que los franceses buscan repetir en cada serie que jueguen. "Aquí tendría que haber venido Leo Mayer, pero a nadie se le ocurrió eso", me reconoce un miembro del equipo argentino.

"Lo principal en nuestro equipo es la comunicación", dijo Tsonga el sábado. A su lado, en rueda de prensa colectiva, estaban Llodra, Guy Forget, Simon, Monfils, Gasquet, Clement y Benneteau. "Podemos no estar de acuerdo en muchos aspectos, pero nos sentamos a discutirlo. Si no arreglamos las posiciones, al menos llegamos a un entendimiento que beneficia al grupo". Un ejemplo: Clement y Llodra se habían distanciado el año pasado después de que el segundo optara por Benneteau para jugar torneos del circuito, cuando ya le había prometido a Clement. El diálogo volvió a acercarlos.

No es necesario que los tenistas sean amigos (Simon y Monfils sí lo son, por ejemplo), pero sí que se comuniquen. Que planteen los problemas y traten de solucionarlos. Cada año, durante el torneo de Paris-Bercy, Forget reúne a los jugadores, entrenadores y cuerpo técnico para diagramar el año siguiente. Además, presentan a nuevos jugadores o miembros del equipo, como la última incorporación, Lionel Roux, ayudante de Forget.

"Francia es un ejemplo, lo de Tsonga llevando el bolso es excelente. A los más chicos siempre les enseño a reflejarse en ejemplos positivos como Rafael Nadal, que siempre dice que por ser un Nº 1 en un deporte, eso no significa ser más que otra persona. La humildad es la clave", elogió Tito Vázquez, capitán argentino.

El sistema de equipo abarca hasta la cuestión económica. Los premios de la Davis se cobran sólo a fin de temporada. Allí se hace un balance y se reparte según la cantidad de partidos jugados. No importa el ranking, tampoco si los encuentros se ganaron. El reparto es proporcional a la participación e incluye a los jugadores de las últimas dos temporadas, ya que se considera que los que ayudaron a mantener la categoría también son merecedores de recibir el premio.

El equipo francés supo de épocas peores. Fabrice Santoro, un genio en la cancha, tenía mala relación con sus compañeros. Cedric Pioline, Nicolás Escudé, Clement mismo, no lo toleraban. "Él era muy individualista, no podía compartir", me cuentan. Christian Bimes, presidente de la Federación Francesa por ese entonces, sí se llevaba bien con él, pero mal con los demás. De hecho, tenía prohibida la entrada al vestuario. Forget era su enemigo, Bimes quería removerlo, pero los tenistas, salvo Santoro, lo sostuvieron.

La generación cambió, se retiró Santoro, también Sebastien Grosjean, quedaron Llodra y Clement. Bimes fue reemplazado por Gachassin, un hombre que llega con la cosmovisión de la solidaridad de grupo que aporta el rugby (fue un gran jugador de los '60, apodado Peter Pan). Sureño, con fuerte y gracioso acento, se ganó el respeto de los jugadores, quienes terminaron metiéndolo a las duchas por la fuerza, vestido, cuando se venció a España en Clermont-Ferrand.

¿Cómo haría Forget, un tipo formal, serio, de otra generación, para congeniar con los veinteañeros? Comunicación, entendimiento, discusión, concesiones, exigencias... Gasquet tiene una personalidad cerrada, y Forget supo llegarle. Monfils necesitó decirle varias cositas a la cara al capitán, y lo hizo en reuniones en Ginebra y Australia. Forget le respeta su forma de manejarse, más informal, extravertida. Con Tsonga no hay discusión de ese estilo: quizá sea el más profesional de todos los franceses.

Roux cumple un papel clave por su llegada a Monfils. Gael lo invitó a su casa de París, le mostró una pintura gigante que tiene en la pared de su living, hecha por un artista antillano (la familia Monfils es oriunda de las Antillas), en la que se detallan sus orígenes y una parte del árbol genealógico. Con Roux, Monfils logró una empatía de confidente. "Gael vive buscando que lo quieran", dice el ayudante de Forget.

Hace un tiempo, Roux le regaló a Monfils un recorte de L'Equipe. Tsonga explicaba en 20 líneas qué se sentía al pisar una cancha para la Copa Davis (hablaba de que le salía el 50% de lo que quería hacer, que respirar se hacía más difícil, que había que ser muy receptivo con lo que decía el capitán, y demás descripciones y consejos).

Monfils guardó el recorte, pero no lo leyó.

"Esta semana, llegó sonriendo, lo sacó del bolso y me lo mostró", contó Roux. "Lo había leído. Allí supe que podría vencer a Nalbandian".

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