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Adiós al Octopus vulgaris

BUENOS AIRES --

-¿Qué hace con una corbata amarilla?
-¿No le gusta? Me la regaló mi mujer...
-No es eso, el mundo entero está de luto y usted anda paseando por ahí con una corbata amarilla...
-¿De luto? ¿Quién se murió?
-Paul.
-¿Claudio Paul? ¿Qué le pasó?
-No, Claudio Paul no, Paul, Paul solo, Paul, el pulpo.
-¿El pulpo que predecía los resultados de la selección alemana durante el Mundial?
-Sí, no hay muchos pulpos Paul, ese mismo.
-No sabía nada.

-¿Me hace el favor de sacarse esa corbata?
-No tengo otra, ¿usted tiene una para prestarme?
-No, ¿cómo se le ocurre que voy a andar con dos corbatas?
-A lo mejor tiene una en el cajón, no sé...
-A ver... déjeme ver...
-Mientras busca cuénteme qué pasó.
-El ciclo de la vida, sólo que nos lo habían ocultado.
-¿Cómo?
-Parece ser que Paul pertenecía a la especie Octopus vulgaris, que tiene una esperanza de vida que pocas veces supera los dos años.
-Corta vida.
-Sobre todo para pasarla dentro de una pecera.
-Pero bien acondicionada...
-Sí. Si algo no se puede decir es que al pulpo Paul en vida le faltó algo.
-Bueno, sí, le faltó la libertad ¿no?
-La libertad es un concepto humano, mi amigo. Los animales que luchan todo el tiempo por sobrevivir entienden la libertad como un estado hostil, en el que siempre hay alguien que quiere asesinarte. Los que luchan por el cierre de los zoológicos entienden tanto de etología como cualquiera de nosotros entiende algo acerca de la vida sexual de las almejas. O de los pulpos.
-¿De verdad me dice eso? ¿Entonces la vida de Paul puede considerarse una vida paradisíaca?
-Claro que sí. Si el pulpo Paul pudiera hablar seguramente repetiría las célebres palabras de Amado Nervo: "Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida nada me debes, diva estamos en paz."
-Pero no me parece que el sol haya acariciado mucho la faz del pulpo Paul.
-Es verdad, acabo de decir una pavada.
-Aunque por lo que recuerdo el pobre pulpo tuvo un mes muy activo, eso debe de haber influido en que haya estirado la pata. El tentáculo, perdón.
-Eso puede ser: mucho encendido y apagado de luces, mucha manipulación, mucho ejercicio, mucho traslado de un acuario a otro para las pruebas de predicción a las que lo sometieron durante el Mundial...
-Pero usted insiste en que tuvo una buena vida.
-Mejor que la que tenemos muchos de nosotros a cambio de tan poco. Sin duda el pulpo Paul fue un afortunado, de eso no me caben dudas. Amó y fue amado, como decía Amado Nervo.
-Y también odiado...
-¿Odiado? ¿Quién puede odiar a un pulpo?
-Bueno, sin ir más lejos conozco muchos argentinos que se lo hubieran comido de buena gana cuando predijo la derrota de la selección Argentina contra Alemania.
-Puede ser, pero también es cierto que los argentinos son dados a odiar cualquier cosa. Y también es cierto que ese odio no pasa de expresiones verbales, o a lo sumo de tirar símbolos al campo de juego.
-¿Usted dice que no son cosas que tienen que ser tomadas en serio?
-No. Nada es serio mientras queda en las palabras y en los símbolos. El problema, sí, es cuando se pasa a la acción. Ahí la cosa se pone fea.
-¿Pero la corbata negra que está buscando para mí no es un símbolo también?
-Sí, justamente, usted podría seguir con su corbata amarilla –bastante fea, por otra parte- y nada cambiaría.
-¿Y entonces?
-¿Y entonces qué?
-Tiene una corbata negra sí o no?
-No, no hay caso. No tengo.
-¿Me la puedo dejar entonces?
-Sí, déjesela. De todos modos el pulpo Paul no va a perseguirlo por difamación.

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