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Madura el adiós

BUENOS AIRES -- Ramón Delgado no sólo quedará en la historia del tenis como uno de los mejores jugadores que brindó Paraguay. Para muchos, será, y hay que escribirlo entre comillas porque fue publicado en un libro, "la persona que le hizo dar cuenta a Pete Sampras que jamás ganaría Roland Garros".

"El mismo Sampras lo escribió en su autobiografía, que salió hace poco. Si no lo escribió, lo dictó para que otro lo escriba", bromea Ramón, que leyó esa parte del libro llamado "A Champions Mind: Lessons from a life in tennis" (La Mente de un campeón; lecciones de una vida en el tenis) y lo puede asegurar. "Pero bueno, a mí no me hace enojar, yo estoy contento con el partido que le gané", dice Ramón, sentado en el banco de una pequeña plaza del Vilas Club en Buenos Aires.

A pocos metros, su esposa María Alejandra juega con su hija María Fernanda. Ellas, sumadas a María Paula, próxima a nacer, son las razones por las que Delgado pasará a formar parte, próximamente, del equipo de Sampras, el de los retirados.

"Ya voy a tener dos niñas y ando con cero ganas de viajar. No somos como los europeos que pierden y a las dos horas llegan a sus hogares. Habrás escuchado que otro te contó lo mismo, ¿no?", dice, cómplice. "Para nosotros, son giras de seis semanas a veces. Todo eso ya no estoy dispuesto a hacerlo, eso es seguro", afirma Delgado, pero se niega a poner fecha.

"No voy a decir cuándo, pero está muy cerca. Es difícil jugar, porque estoy en la cancha y pensando en otra cosa, no al 100% en el partido. Eso te da la pauta de que el adiós se acerca". Las tres Marías son la razón principal para cambiar de página: "Quiero dedicarles un tiempo necesario como padre. Mis chicas ya sienten que no estoy, y yo las extraño mucho".

Delgado no quiere poner fecha porque el año pasado ya hubo un anuncio oficial de retiro y marcha atrás: un sorpresivo título en la Copa Petrobras de Asunción hizo que comenzara a ver el asunto de otro modo. "Había hablado con mi familia de retirarme, no tenía muchas ganas de viajar. Mi último torneo iba a ser en Asunción, pero vencí a buenos rivales y me motivé un poco de nuevo. Quedé en jugar hasta fin de año, pero gané otro challenger, en Puebla, y decidí seguir". Hoy, con 33 años, figura 139º del ranking, y reconoce que "la motivación ya no es la misma que en 2009".

Los primeros meses como ex jugador del circuito profesional los pasará en su casa de Asunción. "Mi señora trabaja ahí, le va muy bien. Hace 15 ó 16 años que estoy viajando. En principio me gustaría hacer algo con tenis... en principio", repite y remarca, como atajándose de otro posible cambio de planes. Su fórmula de evitar el vacío típico del tenista recién retirado es "mantenerme haciendo cosas, al menos para estar activo de cabeza. No puedo estar sin hacer nada". Una de sus actividades, promete, será jugar al fútbol con amigos.

Finalista del torneo de Bogotá en 1998, llegó a ubicarse 52º del ranking en 1999 y acompañó, desde un segundo plano, la explosión del tenis sudamericano a finales de los 90. "Es increíble lo que se hizo en Sudamérica con Guga Kuerten, Lapentti, Ríos, luego Coria y Nalbandian. Fueron fenómenos importantísimos", destaca. "Igualmente, deberíamos separar a mi país de otros. Entre Víctor (Pecci) y yo, no hemos tenido jugadores, tampoco hay muchos después de mí. Lastimosamente, no se hizo un buen seguimiento", opina. "No estamos al nivel de la Argentina, Brasil, donde hay miles de chicos. Por más que me digas que Brasil tiene un solo jugador top 50, que es Bellucci, ves en los challengers como la Petrobras que hay muchos chicos 150, 200, que juegan muy bien".

"Argentina es sin dudas la potencia de Sudamérica, lo hablo todos los días con los entrenadores argentinos, que son amigos míos. Me sorprendo de ver en la qualy a jóvenes de 19 ó 20 con un nivel increíble. En algún momento hacen un click y se van hasta, qué se yo, no me gustan decir números pero se pueden llegar a meter fácilmente". Meter, en la jerga tenística, significa disfrutar de un buen ranking que permita, fundamentalmente, vivir del tenis.

Por más que el éxito argentino se explique por razones individuales más que colectivas, Delgado busca una explicación totalizadora: "No sé cómo lo hacen, me gustaría saber cuando me retire y me dedique a la formación, porque es algo increíble. Hace algunas semanas jugué con un chico Marco Trungelliti, que me sorprendió muchísimo. Lo vi también a Nicolás Pastor, Facundo Argüello, te puedo nombrar miles. Se nota que están por encima del resto de Sudamérica. Eso es a lo que apuntaré cuando me retire, a tener chicos de nivel. Quiero formar en Paraguay a chicos que compitan como los argentinos".

La posibilidad de jugar, hace seis años, el repechaje del Grupo Mundial con República Checa en Lambaré, quedará para Delgado como uno de los hitos de su carrera. "Siempre destaco lo que hicimos en esa Davis, porque fue prácticamente sin compañeros, con uno que estaba 400 y otro sin ranking, fue muy importante para Paraguay y para mí". De todas maneras, la mencionada victoria contra Sampras en Roland Garros, en 1998, no perderá jamás el primer puesto en su historial.

"El era Nº 1, un Grand Slam... demasiados ingredientes. Me acuerdo perfecto de su saludo final, que ni me miró de la calentura. En el vestuario, se quedó una hora agachado, con la toalla tapando la cabeza. Debería pensar: 'Perdí con este muerto...'", bromea Ramón, quien tuvo la oportunidad de ver un lado más amable de Sampras, ya no como rival sino como compañero.

"Era 2005 ó 2006, no recuerdo bien, cuando jugamos en el mismo equipo del World Team Tennis, el interclubes de Estados Unidos". Ambos representaban a Newport Beach, y se trató de uno de los primeros partidos competitivos de Pistol Pete tras haber dejado el circuito ATP, en 2002. Sampras jugó singles, y un doble con Delgado. Terminaron ganando la serie en ese torneo que se juega en canchas multicolor.

"Me presentó a su mujer (Bridgette Wilson) como compañero de equipo y le dijo: 'Yo perdí con él en Roland Garros'". Es probable que, cuando Ramón se hubo alejado unos metros, Sampras completara la descripción con aquella frase del libro, en voz baja, sin que él pueda escuchar.

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