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De esto conoce un poquito

BELGRADO -- Gael Monfils querría ser basquetbolista en esta vida o en otra. Antoine, fotógrafo francés de Tennis Magazine, me muestra una imagen de un momento de relajo en las prácticas de la Davis, en la que Gael, fanático de Detroit Pistons y de Carmelo Anthony en particular, da un salto de casi dos metros (se había apoyado en un escalón para llegar tan alto). Al lado suyo, Lionel Roux, ayudante del capitán Guy Forget, se lleva las manos a la cabeza como si estuviera pensando: "Este tipo se nos rompe en cualquier momento".

Monfils también sería cantante de rap, hip hop o parecidos. Suele ir con su ipod a todos lados, ensaya pasos mientras camina, como danzando -recordarán el festejo del triunfo francés ante Argentina, en semifinales, cuando bailó en plena cancha de Lyon y terminó cabeza abajo, como si fuera breakdance-.

En la rueda de prensa del martes, mientras esperaba su turno para hablar con los medios, tomó el micrófono, de puro aburrido, y mientras Michael Llodra contaba sus sensaciones a la prensa, él rapeaba en voz baja, como si fuera Jay-Z: "Wasssup, yo. I'm a nigga and I sing". Monfils pudo haber nacido en Queens, Nueva York, y no se lo contó a nadie.

En este momento, Monfils no está bailando, tampoco escucha música, sino que llega el momento de seriedad, de concentrarse en la práctica y en demostrarle a Arnaud Clement que él es el número 1 francés, que está listo para afrontar la responsabilidad de llevar el peso de su equipo. En un momento, las cosas no salen y, enojado con su juego, Monfils arroja la raqueta contra el piso. No se rompe, pero casi.

A un costado, Henri Leconte mueve la cabeza al ritmo de los peloteos y pese al arranque de furia del mejor singlista francés, es optimista: "Me gusta Gael, ha crecido mucho últimamente. Puede ser más ofensivo y mejorar más todavía". Leconte llegó a Belgrado para jugar una exhibición con los locales Slobodan Zivojinovic y Jelena Jankovic, el rumano Ilie Nastase y el español Emilio Sánchez Vicario.

La estadía se prolongará, la reserva de hotel ya fue hecha. El objetivo es ver a Francia campeón de la Copa Davis por primera vez desde 1991. Leconte conquistó aquel título en compañía de Guy Forget, hoy capitán galo, con quien estuvo dialogando unos minutos.

"Guy es muy distinto a mí, él es la tranquilidad, cuando yo soy mucho más de sacar las cosas para afuera. El ha logrado unir a un grupo de chicos con talentos diversos y se merece todo el crédito. Ha logrado un respeto de todos, especialmente de Jo-Wilfried Tsonga, el líder del equipo".

Leconte recuerda aquella final ante Estados Unidos como el hito de su carrera. "Jugué una final de Roland Garros, pero nada se compara con aquella serie definición contra Estados Unidos, de la mano de Yannick Noah. Todos nos pusimos a luchar por un objetivo y lo logramos. Para mí era una satisfacción increíble, venía de una lesión por la que no sabía si seguiría jugando, y el primer día logré un gran triunfo ante Sampras. Sentí que había logrado lo máximo, nada podía ponerme más contento", recuerda.

"Es una foto histórica", dice Leconte y posa con su amigo Forget. "Yo veo en este equipo actual un espíritu que no se veía desde hace tiempo. Todos juntos para un mismo objetivo, eso es algo que el tenis nunca te enseña, sino que tienes que ir aprendiendo".

Vuelve a insistir Henri sobre la palabra espíritu, la repetirá un par de veces más, y señala a Forget, Tsonga y la experiencia de Michael Llodra para llegar a ese pensamiento común que unificó criterios y unió horizontes.

"La Davis tiene ese no se qué, el amor por el equipo y la bandera, que no debe morir jamás", dice Leconte, y trae a cuento el posible cambio de formato de la Copa, que impulsan Novak Djokovic, Andy Murray y Andy Roddick, entre otros, para concentrar la competencia en días consecutivos y evitar las cuatro fechas por año que tienen que disputar los finalistas.

"Yo vería con buenos ojos ese cambio. Hacer el torneo en una semana, diez días, en una sede neutral, como si fuera una copa del mundo de fútbol. Quizás eso atraería a los mejores jugadores y podríamos ver a todos en acción, cada equipo con todo su potencial. Eso sí, que jamás se termine el espíritu", pide.

Mira hacia adelante y completa la idea: "En un equipo, uno se subordina a las reglas, pasa a formar parte de un todo. A la vez, del otro lado, esperas el mismo compromiso. Formar parte de un equipo, para un tenista, no tiene precio".

Monfils ya se fue de la cancha, ahora es el turno de Gilles Simon, quien debe soportar la potencia del revés de Richard Gasquet. Es una situación frecuente en la Copa Davis: un jugador que es suplente no tiene presión y no duda en castigar al otro que sabe que va a jugar y, por ende, no puede ocultar su nerviosismo.

Simon será la carta que mostrará Forget el primer día de singles, para secundar a Monfils. La intención será guardar a Michael Llodra para el sábado y domingo. "Si bien le ganó en París, Llodra no puede vencer a Djokovic en esta cancha. Forget lo necesita fresco para el resto de los días", me explica Vincent Cognet, del diario deportivo francés L'Equipe.

Este jueves, en el sorteo oficial, se conocerá si el capitán serbio se inclinó definitivamente por Viktor Troicki para acompañar en singles a Djokovic. Leconte me avisa que se va a sentar al costado de la cancha, no muy lejos de su equipo, para vivir la acción bien de cerca.

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