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El sueño sin fin

MADRID -- Cada derrota, cada bache en el juego, cada duda, siempre surgía la misma pregunta, ¿fin de ciclo en el Barcelona? Es la naturaleza humana, siempre dispuesta a buscar las miserias de los más grandes. Pero no, el sueño azulgrana continúa. Porque el fútbol de este equipo es onírico, algo que sólo se podía imaginar. Un fútbol que convirtió al poderoso Manchester United en un equipo de la League Two, en un muñeco de trapo en manos de un adulto. En un equipo maltratado por la exquisita circulación de balón de unos jugadores que creen en una idea: se gana desde la posesión del balón.

El United saltó al campo con la intención de no dejar al Barça elaborar las jugadas, sobar el balón, dormir el partido, manejarlo a su antojo. Chicharito y Rooney corrían para presionar a Piqué y Mascherano, que achicaban agua con la colaboración del libre del equipo, el Beckenbauer del Barça: Víctor Valdés. El portero no realizó una sola parada en el encuentro, pero fue decisiva su posición adelantada, siempre achicando espacios. En realidad, es una cadena. El portero siempre al borde del área, lo que permite que la defensa juegue más adelantada y participe en la presión de los centrocampistas y delanteros. El achique de espacios que tanto éxito dio al Milan en los noventa y que ahora ha perfeccionado este equipo.

Una vez conseguido el control del juego, por cansancio del rival, sólo se trataba de pelar la fruta. Con mimo, sin prisa, aprovechando cada resquicio. Iniesta, Xavi y Messi se juntaban por el centro, triangulaban una y otra vez hasta que aparecía el desmarque de Pedro, Villa o Alves, el factor sorpresa. O si no era Messi. Porque cuando no había espacios, el argentino realizaba la acción más complicada en un partido de fútbol: encarar y eliminar a un rival. Así surgía la superioridad, el desmarque y el gol. Desmarques que suele encontrar Xavi, capitán general de este equipo, magnífico en su idea de partido. Sabe lo que tiene que hacer en cada momento y de él partió el gol de Pedro, un gregario de lujo en este equipo, un hombre que se crece en las finales. Un producto de Guardiola.

Con la ventaja en el marcador, el Barça bajó la intensidad en la presión, Ferguson mascó chicle con fuerza e indicó a los suyos que se abrieran. Y lo hicieron. Fue un relámpago que por fin recordó el poder del United. Rooney para Giggs y éste para el delantero de nuevo, que la puso en la red. ¿Había partido? No. El Barça era tan superior que controló el partido cuando quiso y como quiso. De nuevo presionó al unísono y tejió su tela de araña particular. Una en la que el rival se enreda y perece de inanición. No encuentra el balón. Messi, a lo Messi, desniveló un encuentro desnivelado en cuanto a fútbol se refiere. Lo hizo como sólo él sabe, de un latigazo brutal en el que Van der Sar estaba mal colocado. Daba igual, el Barça había tenido tantas ocasiones que cualquiera sería gol.

La sentencia llegó de mano de un jugador que ha sufrido en la última parte de la temporada, el asturiano David Villa. Un soberbio disparo con efecto superó a Van der Sar y redujo el resto del partido a un monólogo del Barça, que sometió al United con interminables rondos. Sir Alex Ferguson, 25 años en el club inglés, dijo: "es la mayor paliza que me han dado en mi vida". Una frase para la historia. Como este Barcelona, que en tres años suma diez títulos de los trece que ha disputado. Una cifra angustiosa para su eterno rival, el Real Madrid, y agua bendita para una afición que no quiere dejar de soñar y disfrutar con este equipo de ensueño.