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Wimbledon ataca de nuevo

Del Potro cayó del 22º de su ranking al 24º como cabeza de serie, pero no lo afecta tanto Getty Images

BUENOS AIRES -- El sistema de designación de favoritos en los individuales de Wimbledon no puede separarse de una palabrita: "polémico". Es recurrente: se anuncian los cabezas de serie y el adjetivo aparece en los reportes en forma automática. Quizá también hayan leído otro que suele pegarse: "arbitrario".

No voy a ser original: la edición 2011 de la lista de cabezas de serie también trae algo de eso, por más que los responsables del ordenamiento se hayan reunido con genios de la matemática para determinar la manera más justa de mover las piezas. Concretamente, las Williams fueron ubicadas a dedo por sobre otras colegas que se habían ganado, por ranking, el derecho a figurar por encima de ellas.

La gira de césped, donde Todo comenzó –con mayúscula, por referirse al tenis moderno-, tiene la particularidad de ser corta, de estar mal ubicada en el calendario (problema histórico: Roland Garros y Wimbledon, los extremos, pegados) y de ser, para muchos tenistas, un deporte distinto. Las condiciones de juego, el pique irregular en el pasto, obligan a peloteos breves, a cambiar el esquema de juego en algunos casos, por más que el césped se haya hecho más lento con los años.

Por esta condición de unicidad, Wimbledon se manejaba con un sistema de preclasificación especial. Existía un comité de trajeados que se sentaba los días previos en los escritorios del All England Lawn Tennis & Croquet Club para deliberar quién merecía estar arriba y quién abajo.

Ante las quejas de los jugadores y el pequeño boicot al torneo que realizaron los españoles Alex Corretja y Albert Costa, en 2002 se arregló con la FIT y la ATP reglamentar un sistema especial para el cuadro masculino, que es el siguiente.

1) Toman los puntos del último ranking, en este caso del 13 de junio.
2) A ese número le suman los puntos ganados en torneos en césped en el último año.
3) Añaden el 75% de los puntos ganados en torneos jugados en los 12 meses anteriores en la superficie.

Esto hace que Jo-Wifried Tsonga, cuartofinalista de Wimbledon en 2010, suba su ranking 19º al 12º puesto en la preclasificación. Janko Tipsarevic, finalista en Hertogenbosch el año último, pasa del 30º al 23º. Juan Ignacio Chela, a quien el sitio de Wimbledon llama "especialista en canchas de clay" (lo cual no es mentira, pero mal no juega en cemento), aparece 20º en el último ranking pero baja al 25º en la nómina de Londres. David Nalbandian, finalista del torneo en 2002, no juega en Wimbledon desde 2008, y por eso cae del 24º al 28º.

Para los dos argentinos, esos descensos significan un peor rival en tercera ronda. Los ocho jugadores ubicados en la última tanda de preclasificados (25º al 32º) deben enfrentar en esa instancia a uno de los ocho mejores favoritos, llámese Nadal (primera vez que es preclasificado Nº 1 en La Catedral), Djokovic, Federer, Murray, Soderling, Berdych, Ferrer o Roddick. En tanto, Juan Martín del Potro se salvó por un puesto: cayó del 22º de su ranking al 24º como cabeza de serie, entonces jugaría tercera ronda con un rival ubicado entre el 9º y el 16º.

El sistema actual de Wimbledon, en la modesta opinión de quien escribe, es atendible: cada superficie tiene lo suyo y aunque cada vez hay jugadores más completos y menos especialistas, los puntos conseguidos sobre la superficie en los últimos tiempos son una variable a tener en cuenta. Lo que no me parece es que, si se utiliza ese sistema, sea en un único torneo.

Por ejemplo, ¿por qué dejar cada año a Roddick tan alto en la preclasificación para Roland Garros si no tiene resultados en esa superficie y suele saltearse parte de la gira? El sistema de Wimbledon puede emplearse, pero el criterio debería regir para todos los Grand Slam (en Australia y US Open sería un lío de números si se tomara cancha dura como una generalidad). Si no, que Wimbledon regrese al ranking puro y llano como lo conocemos.

El problema de este año, entonces, llegó por el lado de las chicas. Para las mujeres, Wimbledon utiliza solamente el ranking, a menos que considere que se necesita un cambio "para producir un cuadro balanceado", como figura en la página del torneo. Esa alineación y balanceo es el problema. Es a dedo.

Las hermanas Williams, campeonas de nueve de las últimas 11 ediciones del torneo, fueron las beneficiadas. Serena está séptima en la lista pese a ser 26ª del mundo (la habían puesto octava, pero subió uno al borrarse Kim Clijsters).

No juega hace un año, desde que ganó Wimbledon justamente, y regresó esta semana tras su receso por operación de pie y los serios problemas pulmonares sufridos. Ganó un partido, perdió otro y es verdad que, aun con un año de ventaja, es más candidata que muchas colegas. El asunto es la arbitrariedad. Cómo se determina cuánto subir. Cómo se sienten las perjudicadas por un sistema sin reglas objetivas.

Venus figura 33ª del ranking, un lugar afuera del grupo de las mejores 32, pero igualmente el Comité determinó su ascenso a la posición 24, luego a la 23ª por la lesión de Kim. ¿Cómo se sentirá Daniela Hantuchova, que baja del 24 y 25, con lo que debe enfrentar a una de las mejores ocho en tercera ronda? ¿Marion Bartoli, ex finalista del torneo, que podría haber entrado entre las top ocho y queda novena? Todas saben (todos sabemos) que las Williams son mejores que ellas en césped, el asunto es la forma.

"El cambio refleja el balance entre sus récords probados y también la falta de competencia en los últimos doce meses", explicó Andrew Jarrett, árbitro general del torneo.

Imposible determinar si es justo cuando el sistema es a dedo. No importa: mañana se conocerán los cuadros, se verá quién tuvo más suerte en el camino hacia el título y el sistema de preclasificación, el polémico sistema de preclasificación, descansará un año más, hasta que lo volvamos a cuestionar.