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Los reciben como hérores

La afición mexicana reconoció a su selección Mexsport

MÉXICO -- Hasta hace unas semanas eran unos desconocidos y hoy se les conoce como los "Niños Héroes".

Es que con su futbol, con su enjundia, con su amor propio, con sus ganas de crecer y ser alguien se han ganado el cariño y el respeto de propios y ajenos.

Ellos, al mando de Raúl el Potro Gutiérrez, desde la noche del domingo causaron revuelo entre chicos y grandes, entre mexicanos y entre extranjeros también.

Así lo comprobamos el lunes, durante la visita que la Selección Mexicana de cadetes hizo en el Ángel, en el centro de la ciudad, donde la avenida Reforma se convirtió en un ir y venir de gente que saltaba y esperaba ansiosa a su nuevo equipo consentido.

Aunque la noche anterior la afición ya había festejado el título del mundo en el Ángel, con lluvia y frío, luego del histórico triunfo sobre Uruguay (2-0), el Tri le debía el estar juntos.

A 11.05 de la mañana, el equipo en turibús abandonó el hotel de concentración, allá por el sur de la capital, con rumbo hacia el Ángel. Como a las 11 de la mañana comenzaron a poblarse los alrededores, hasta sumar a 15 mil aficionados. Fueron clausurados los carriles centrales de la avenida Reforma, funcionando solamente los laterales; esto, para molestia de los automovilistas que tenían que cambiar de ruta para llegar a su destino.

En tanto, el Tri tomaba la avenida Periférico, encontrándose a su paso con los vítores y aplausos de decenas de personales que se asomaban por la ventana, que salían de su casa, de su sitio de trabajo, que paraba el tráfico, esperando ver más de cerca a los exitosos chavos.

Gritos de "¡México, México..!" se escuchaban por aquí y por allá, mientras que los jugadores y el Potro Gutiérrez sonreían y saltaban en el vehículo que les llegaba a mediana velocidad, levantando el preciado trofeo de campeón.

Niños, señoras, jóvenes, les agitaban la mano en señal de saludo y felicitaciones. Por todos lados se escuchaba el claxon de los corros; las banderas se asomaban por allá y por más allá.

Cerca de la una de la tarde, el turibús de los monarcas del mundo hacía su arribo al Ángel, resguardado por decenas de policías. La gente ya llenaba la explanada y más allá. Había gritos, el "¡viva México!", el "¡olé, olé, olé, olé, campeón campeón…!".

En su mayoría eran niños despreocupados porque ya están de vacaciones, pero también había señoras, señores, abuelos, oficinistas, mujeres que hacen la limpieza, secretarias, etcétera. Y todos demostraron que ya conocen a muchos de los seleccionados.

"¡Es Espericueta, mamá!", le decía un niño a la señora. Mientras, otros coreaban a Julio Gómez, quien ya puso de moda ese vendaje ensangrentado que trae en la cabeza y que hoy frente al Ángel no dejamos de verlo en varios aficionados.

Para ese momento, los comerciantes ya habían hecho su venta del día; muchos jovencitos ya traían puesta la playera de "México Sub-17, campeón del mundo", que en algunos puestos costaba $50 pesos y en otros sólo $40.
Ya hacía calor y los raspados y refrescos se vendían sin parar. Pero también había algodones, papas con chile, chicharrones y hasta maracas para hacer más ruido.

Un grupito de sudamericanos quisieron meterse al jolgorio y compraron su bandera mexicana para festejar; total, en el griterío no había distinciones.

El plan inicial era que el turibús llegara a la avenida Insurgentes y regresara para seguir su camino hacia Los Pinos, donde a las 13:30 horas el equipo sería recibido por el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, pero no fue así.

La ruta fue modificada por falta de tiempo, y la gente esperó en vano su regreso.