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El Santaferazo

SANTA FE (Enviado especial) -- Uruguay sabe de hazañas futboleras más que ninguna otra nación. Ser el equipo que protagonizó el batacazo más grande de todos los tiempos lo convierte en una especie de candidato eterno a la epopeya. Todos saben que cuando juega la Celeste lo imposible puede suceder. Hoy, a 61 años del Maracanazo en Brasil, se vivió el Santaferazo o el Cementariazo en Argentina.

Se podrá analizar esta victoria charrúa desde lo futbolístico. Se podrá decir que no tuvo ideas ofensivas excepto el centro al área. Se podrá argumentar que sufrió demasiado en la última línea. Se podrá afirmar que fue sólo corazón y nada de pases cortos. Sí, todo es verdad, como también lo es que lo que realmente hizo grande al fútbol uruguayo fue la garra. Y este equipo tiene el ADN de los grandes Seleccionados orientales, es un digno representante de la historia.

La Copa América no tiene la trascendencia de un Mundial, pero sí es el certamen más antiguo del planeta y el campeonato más importante del continente. Por eso, no debe menospreciarse este torneo que hizo grande a muchos jugadores y a muchos equipos durante 95 años de vida. Entonces, esta gesta celeste será recordada por muchos años. Sí, otra vez un 16 de julio Uruguay deja en silencio un país que estaba preparado para la fiesta.

En el Maracanazo la gran figura fue el Negro Jefe, que lideró el juego del equipo y fue el alma del campeón mundial 1950. En el Santaferazo el héroe fue Fernando Muslera, que atajó todo lo que le tiraron durante los 120 minutos del partido y luego tapó un penal en la definición.

Esta es la era de Uruguay. El fútbol charrúa, que había caído en desgracia durante los noventa y 2000, se levantó y está más vivo que nunca. Cada vez que tiene la oportunidad de demostrar esa recuperación anímica y futbolística, lo hace con solvencia. En el repechaje de Eliminatorias, en octavos y cuartos de Sudáfrica 2010 y en esta Copa América. Está claro, el gigante se levantó y amenaza con volver a ser lo que alguna vez fue.

¿Argentina? Ya tocará el turno de hablar de un equipo con un genio pero sin ideas. Ahora es el momento de Uruguay. La Celeste conoce sus limitaciones y sabe cómo esconderlas, tiene oficio para llevar los partidos al terreno que más le conviene y es capaz de encontrar las deficiencias del rival. En el partido frente a la Albiceleste entendió muy rápido que en el centro cruzado había un tesoro llamado gol. Cada pelota por arriba era un martirio para la endeble defensa local. Entonces, allí fue el cuadro dirigido por Oscar Tabárez. Y allí fue donde generó más peligro.

Luego, con las subidas de Maxi Pereira y la potencia de Diego Forlán y Luis Suárez intentó sorprender y lo hizo en varias ocasiones. Pero el principal argumento de este equipo en el duelo de cuartos de final fue la actuación de su arquero. Muslera le atajó dos pelotas claves a Higuaín, un par a Messi, una a Pastore, una a Di María. En el tiempo suplementario sus manos sostuvieron el sueño celeste. Porque Uruguay nunca gana sin sufrir, ésa es otra de las premisas históricas que este exitoso plantel cumple a rajatabla. Para gozar hay que sabe sufrir.

El Santaferazo podría ser bautizado este 16 de julio, 61 años después de aquel. O el Cementariazo. La historia encontrará la denominación para una nueva gesta charrúa. Una vez más, un estadio se quedó atónito, en silencio mientras adentro del campo once irrespetuosos bailaban y festejaban. Ése es el destino de un pequeño país oriental que se llama Uruguay y sabe más que ninguno de hazañas futboleras.