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El gran rival

BUENOS AIRES -- El 6 de agosto de 2010, en Estocolmo, él volvió a ser el gran protagonista. Fue un retorno a la vida. Fue recobrar esas emociones que le recorrían el cuerpo en aquel, su gran 2007. Ese día, el estadounidense Tyson Gay derrotó al hombre más rápido de la historia. Pero sobre todo, a quien le había quitado ya hacía un tiempo, el cetro reservado para el mejor del mundo. Ese dia derrotó a Usain Bolt.

Serio, con su cara de esforzado de siempre, sin festejos estridentes, llegó a la meta primero. Con su victoria, acababa de cortarle al jamaiquino una racha invicta de más de dos años. Un murmullo de incredulidad recorría las tribunas del estadio sueco. Se dio cuenta cuando las miró de forma disimulada.

Bolt, apagado, lo saludó. Después le dieron una corona, un trofeo, una copa o algo. No le prestó atención. El festejo iba por dentro, más como una proyección que como una celebración. La proyección de lo que vendría, ahora que se había demostrado que estaba a la altura del recordman, ese hombre que lo había batido repetidas veces en las últimas temporadas. Con él dentro de la pista o no.

Por más que el jamaiquino la minimice, la rivalidad con Gay existe. Por algo cada vez que se cruzan en una pista, pasan cosas extraordinarias. Un récord mundial que se rompe, una seguidilla que se termina. Una medalla que se levanta.

No sólo en lo deportivo reside esa competencia. Sus estilos son diametralmente opuestos.

Gay es un hombre serio, de gesto adusto, de actitudes medidas. Se adapta perfectamente a las convenciones del mundo del atletismo. Es ortodoxo. Le gusta demostrar que todo lo que logra es a través del sacrificio.

"Siempre me he propuesto alcanzar a cualquiera que estuviese adelante de mí y así fue con mi hermana", afirmó alguna vez, en referencia a que, de pequeño, su meta era correr más rápido que su hermana mayor, algo que le costó un largo tiempo.

Aburrido, podría pensar alguien de Gay al compararlo con Bolt y sus eternos festejos con el público, su amor incodicional a las cámaras y su falta de apego al protocolo. No es un showman, es cierto. Pero dentro de la pista y mientras una carrera está en desarrollo, nunca pasa desapercibido.

Aquella victoria en Estocolmo le devolvió la confianza. A tal punto, que una semana después marcó el que a la postre sería el mejor tiempo del año en 100 metros llanos. Los recorrió en 9.78, algo que nadie pudo igualar en el resto del año 2010.

Por eso terminó primero en el ránking de la Asociación Internacional de Federaciones Atléticas (IAAF, por sus siglas en inglés) ese año. Por eso pensó en retomar la senda del éxito en 2011, año de mundial.

Pero las lesiones no se lo permitieron. El físico no lo acompañó, y sólo estuvo en la temporada con intermitencias.

No obstante, esa carrera en Suecia y, en general, aquel año 2010, le dejaron la convicción de que, con salud, es el gran rival de Usain Bolt. El único que le puede ganar en un mano a mano.

El mano a mano que los fanáticos del atletismo sueñan que se concrete en la prueba reina de los Juegos Olímpicos Londres 2012.