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El modo neoyorquino

Un par de entregas de balón en equipos especiales, fueron la diferencia en un duelo muy cerrado. AP

MÉXICO -- El receptor abierto de los New York Giants, Victor Cruz, se despachó con 10 recepciones para 142 yardas. El mariscal de campo Eli Manning, conectó con ocho receptores distintos, completando 32 de 58 pases para 316 yardas con dos anotaciones. Los números podrían sugerir que los Giants gozaron de un buen partido aéreo, ¿no es así?

La realidad es que los Niners cedieron pocas jugadas grandes por aire, y consiguieron, en términos generales, evitar que pesaran en el marcador. La estadística más importante que avala la buena actuación de San Francisco para limitar las jugadas grandes de Cruz, Hakeem Nicks y Mario Manningham, fueron las raquíticas 4.6 yardas por pase de los Giants.

Los 49ers no lucieron mucho mejor. Alex Smith completó apenas 12 de 26 intentos de pase, para 196 yardas con dos anotaciones. Una recepción de 3 yardas de Michael Crabtree fue el único pase que completó Smith con algún receptor abierto en toda la noche.

Por tierra, hubo un poco más de éxito para San Francisco, con Frank Gore acumulando 74 yardas en 16 acarreos, y Smith aportando otras 42 en seis acarreos, incluyendo un par de jugadas de "read option". Los Giants sufrieron más para echar a andar su ataque terrestre. New York avanzó apenas 85 yardas por tierra en 26 acarreos como equipo, repartidas entre Ahmad Bradshaw, Brandon Jacobs y Manning.

Entonces, ¿cuál fue la clave del triunfo de los Giants? Me parece que el entrenador en jefe de los Giants, Tom Coughlin, dio en el clavo cuando dijo que había sido "un gran partido para los que les gusta el juego de fundamentos". Esos fundamentos de los que habla Coughin --quien a mi gusto es el entrenador más subvalorado de la NFL-- son jugar buena defensiva, cuidar el balón y limitar los errores.

Al final, para rematar una temporada en la que se supone viviríamos una revolución ofensiva --que sucedió durante la temporada regular-- tuvimos dos Juegos de Campeonato de Conferencia que se decidieron con buenas actuaciones defensivas y ofensivas que tuvieron dificultades para mover el ovoide con eficiencia. Más temprano, los New England Patriots vencieron a los Baltimore Ravens por 23-20.

En Candlestick Park, las defensivas impusieron condiciones.

Los 49ers se fueron apenas 1 de 13 en conversiones de tercera oportunidad. Los Giants consiguieron apenas 3.9 yardas por jugada en el encuentro. El partido fue, por buena parte de la velada, una batalla de posición de campo.

En un partido tan cerrado, definitivamente empezó a crecer la sensación de que un error lo decidiría todo. Después de todo, ningún equipo tiró intercepciones, y hasta el cuarto periodo, ninguno había entregado el ovoide. Aunque habían ocurrido tres balones sueltos hasta mediados del último cuarto de tiempo reglamentario, cuando el receptor reserva Kyle Williams cometió el primero de dos pecados que lo convirtieron --desafortunadamente-- en el villano de la película.

En un despeje de Steve Weatherford desde la yarda 15 de los Giants, Williams --jugando en lugar de un lesionado Ted Ginn como especialista en devoluciones--, dejó botar el ovoide cerca de la yarda 40 de los 49ers. Inexplicablemente, y con el equipo de cobertura de New York acercándose a toda velocidad, Williams siguió aproximándose a un ovoide que seguía metiéndose en territorio de San Francisco. El balón, en uno de sus impredecibles botes, tocó en la rodilla de Williams --que no tenía nada que hacer en la cercanía-- y se detuvo inocentemente como si nada hubiera sucedido. El receptor abierto de New York, Devin Thomas, vio que el balón había tocado a Williams y se apresuró a recogerlo para meterlo en la zona de anotación. En un principio, los oficiales determinaron que Williams no había hecho contacto, pero después de un desafío de Coughlin, entregaron justamente la posesión a los Giants en la yarda 29 de los 49ers. Por regla, no se puede avanzar un balón recuperado en esas condiciones, cuando el jugador del equipo rival no obtiene posesión del ovoide antes de que sea balón suelto.

Los Giants se cobrarían con un pase de anotación de 7 yardas de Manning para Manningham, siete jugadas más tarde, tomando una ventaja de 17 a 14.

Desafortunadamente para Williams, su noche no acabaría allí.

En tiempo suplementario, y luego de que el segundo avance de la prórroga de los Giants --uno que lucía prometedor-- se estancara cerca del medio campo, Weatherford volvió a salir para entregar la posesión en un despeje. Esta vez, Williams tomó el ovoide en su yarda 19 y emprendió el regreso, sólo para ser despojado del balón por el apoyador Jaicquan Williams cinco yardas más adelante, con Thomas emergiendo nuevamente con el balón en sus manos. De ahí en adelante, New York solamente se preocupó por cuidar el balón, avanzar por tierra, y poner el resultado del juego en manos de Lawrence Tynes.

O mejor dicho, su pie derecho.

Tynes convirtió desde 31 yardas después de la pifia de Kyle Williams, y New York selló su boleto para Indianapolis.

Pero si Williams fue el villano, probablemente Manning puede ser considerado el héroe. Operando toda la noche bajo una presión intensa, es difícil recordar una jugada en la que Manning pudo lanzar con tiempo de sobra. Los Niners registraron seis capturas de mariscal de campo, pero golpearon a Manning muchas veces más. Sin embargo, el pasador de New York nunca se achicó, y mostró una admirable presencia de bolsillo para aguantar hasta el último instante antes de soltar el pase, aún a sabiendas que sería golpeado en una posición vulnerable.

Pero más allá de buscar individualidades para otorgar estrellitas en la frente, hay que aplaudir un excelente esfuerzo colectivo de ambos equipos, en un partido que se volvió de pulgadas, estrategias sutiles, y defensivas infranqueables. Hubo por supuesto, chispazos ofensivos, como la espectacular anotación del ala cerrada Vernon Davis de 73 yardas en el primer periodo, para abrir el marcador a favor de San Francisco.

Sin embargo, este partido reafirmó la noción de que el fútbol americano es el juego de equipo por excelencia, y esta noche ganó el equipo que, como colectividad, fue un poco mejor. La diferencia sobre el emparrillado entre 49ers y Giants fue mínima a lo largo de unos 65 minutos y medio, y no justificó una distancia mayor a tres puntos en el marcador.

"Sólo ha sido un gran esfuerzo por parte de todos nosotros", explicó Cruz al final del encuentro. "Entendemos que cualquiera de nosotros puede encenderse en un momento dado. Mientras sigamos todos en la misma página y jugando juntos, hombre, tenemos a un gran grupo de personas".

Perfecta explicación de lo que ha sido el "Giants way" en esta postemporada, y uno de los motivos por los que tendrán la oportunidad de sumar su cuarto Trofeo Vince Lombardi en un par de semanas.