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Curso acelerado de ladrillo

BUENOS AIRES -- Kosaka Kohey y Kinami Masato son dos japoneses que llegaron a Buenos Aires persiguiendo a su compatriota Kei Nishikori. En realidad no lo persiguen, sino que lo siguen, por un acuerdo comercial. El canal Wowow, para el que trabajan el camarógrafo y el periodista, tiene los derechos de las participaciones de Kei, y está armando un documental de 40 minutos sobre el mejor jugador japonés de la historia, hoy 17º del mundo y una de las atracciones especiales del ATP de Buenos Aires.

Kohey y Kinami se movieron por toda la cancha central del Lawn Tennis durante el debut de Nishikori, quien logró una victoria sobre Juan Carlos Ferrero, ex campeón de Roland Garros, por 7-5, 3-6 y 6-2, en su primer partido en polvo de ladrillo desde mayo, cuando perdió en segunda ronda del Abierto Francés. Nishikori llegó a Buenos Aires –y seguirá en Acapulco- por consejo de su entrenador argentino, Dante Bottini, para mejorar su juego en polvo de ladrillo y, consecuentemente, la capacidad para ofrecer una bola más. La tierra es la superficie ideal para construir esa solidez que, más adelante, puede trasladarse a las canchas rápidas que ya no lo son tanto (ver los peloteos de la última final de Australia).

El japonés tuvo un curso acelerado en un partido de 2 horas y 6 minutos. De arranque, se notó la estrategia adecuada: no forzar la máquina, construir el punto, pasarle un claro mensaje al rival, informarle que deberá acertar demasiado para imponerse. Era curioso: Ferrero era quien pegaba duro; Nishikori, el que levantaba el revés sobre el revés de Ferrero. Kei resbalaba como hay que hacer en polvo de ladrillo: en otros momentos, en otra etapa de su carrera, cuando todavía no conocía a Bottini, desde posiciones incómodas sólo se le ocurría arriesgar el tiro imposible. Ahora, alumno aplicado, se estira y pega el manotazo para imprimirle top a la pelota, que esta levante y le dé tiempo para regresar al centro de la cancha.

Nishikori es un perfecto ejemplo de lo que comentaba Fernando González en charla con ESPNDeportes, eso de que no es necesario tener el brazo de Schwarzenegger, ni mucho menos, para disparar golpes durísimos. Hay un componente innato, buenos profesores, entrenamiento y balance perfecto del cuerpo. Al menos, algunos de esos componentes.

El japonés tiene un físico modesto pero a la vez es muy rápido. Es una lauchita que realiza los pasos de ajuste necesarios, que utiliza piernas, tronco, hombros y brazos de arriba de manera armoniosa, para un drive con topspin agregado en los últimos meses, y un revés deluxe, con indispensable ayuda de la mano izquierda. Bottini y el equipo de trabajo de Kei hicieron una pretemporada enfocada en lo físico: hay que ampliar la parte de arriba fundamentalmente para evitar lesiones (sufrió una importante en el codo, que lo perjudicó en 2009). En eso están.

"Excelente", decía Bottini a Olivier, manager de Nishikori. La coronación de la gran demostración en el rectángulo naranja había sido un puntazo en el último juego, en el que corrieron hacia los costados como si el partido recién hubiera arrancado. Ferrero lo probó de todos lados, como un boxeador que ataca con todos los golpes posibles, pero el punto terminó con un revés cruzado ganador del japonés, que festejó con un "vamossss" en español, como le enseñó su entrenador. Ferrero lo miraba, extenuado e incrédulo.

"Vine para mejorar mi juego en polvo de ladrillo", afirmó Nishikori. No le queda demasiado por aprender. Próxima prueba: el rumano Victor Hanescu.